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23 ago 2020

Reseña: Humans: A Brief History of How We F*cked It All Up, de Tom Phillips

Tom Phillips, Humans: A Brief History of How We F*cked It All Up. (Londres: Wildfire, 2018). 261 páginas.

En un lugar de Valencia de cuyo nombre me acuerdo perfectamente había una tarde de primavera dos adolescentes con un caja de fósforos. Que a los valencianos nos guste el fuego no es excusa para lo que uno de esos dos chicos hizo: encender un matojo de petorret*. En apenas segundos lo que había comenzado como un juego estuvo a punto de convertirse en un incendio. Por suerte, no fue el caso. Adivina quién era el chico de las cerillas.
Petorret en Punta de Capdepera, Mallorca. Fotografía de H. Zell. 
La premisa principal de Tom Phillips en este libro suyo sobre los humanos queda perfectamente expresada en el subtítulo: A Brief History of How We F*cked It All Up, o lo que es lo mismo, ‘Una breve historia de cómo lo cagamos todo’, sin ese asterisco que tanto parece emocionar a la autocensura anglosajona. El libro es un compendio de los errores, desatinos, aberraciones, barbaridades y, en términos más ramplones, grandes cagadas que los humanos han causado a lo largo de los miles de años que llevamos dominando la vida en este sufrido planeta.

Lo hace en clave de humor, pues un tema tan serio como este merece realmente algo de humor. De lo contrario, la demostración de que los seres humanos somos capaces de no aprender de los errores cometidos década tras década o siglo tras siglo podría conducir a cualquiera a la depresión. O a algo peor.

El libro está dividido en diez secciones, y cuenta además con un prólogo y un epílogo. En el prólogo Phillips apunta que contamos con “una notable capacidad para cagar las cosas.”  En la primera sección trata de los errores que la propia evolución del animal que somos ha ocasionado, achacando al cerebro humano la propensión a equivocarnos: “¿Cómo es que nuestro singular modo de pensar nos ha permitido dar forma a nuestro mundo según nuestros deseos de maneras increíbles, pero también tomar constantemente las más rematadamente peores decisiones posibles pese a que está muy claro lo muy malas ideas que son?” (p. 17, mi traducción) Esa primera sección Phillips la ha titulado ‘Por qué tu cerebro es un idiota’.

Las demás secciones refieren los desastres medioambientales que hemos causado y seguimos causando por mor de la agricultura y la ganadería. O por cuestiones de política y de liderazgo. También hay capítulos dedicados a las guerras, el colonialismo, la diplomacia en manos de completos inútiles y, por supuesto, los numerosos desarrollos tecnológicos fallidos y sus muy desastrosas consecuencias. El último capítulo lleva por título ‘A Brief History of Not Seeing Things Coming’ [Una breve historia de no ver lo que se nos viene encima], lo cual tiene definitivamente una más que rabiosa actualidad.

El libro ofrece una abundante cantidad de anécdotas históricas de fracasos, cagadas y descalabros de todo tipo. Algunas ya me eran conocidas (la fabricación de los gases refrigerantes clorofluorocarbonados, o la adición del plomo a las gasolinas; lo curioso de ambos desastres es que fue, en cierto modo, un mismo hombre quien los provocó: Thomas Midgley Jr.). Otros errores épicos más o menos ya conocidos incluyen la suelta indiscriminada de conejos y de sapos de la caña de azúcar en Australia.
Thomas Midgley Jr: Mientras ganemos más dinero, ¿a quién le importa lo que pase al planeta?
Otras anécdotas son menos conocidas, pero te provocan la risa por lo ridículas o absurdas que fueron en su momento. Es el caso de Sigurd el Poderoso, que en el siglo IX retó a otro caudillo, Mal Brigte, en un combate a muerte, con cuarenta guerreros en cada bando. Pero el listillo de Sigurd se trajo ochenta hombres consigo. Qué cabrón, me ha parecido que te he oído decir.

No sé si era bueno como jugador de ping-pong, pero la idea de masacrar los gorriones en China causó después una hambruna que mató a millones. Mao Zedong, el Gran Timonel que no tuvo la suficiente clarividencia de prever que a menos pájaros, más langostas. Y a más langostas, menos trigo.
Por supuesto, toda una falta de honradez, pero podríamos añadir acto seguido que, en este sentido, bien poco ha cambiado la humanidad. El caso es que Brigte perdió la batalla y también la cabeza. Tras decapitarlo, Sigurd anudó la chola del perdedor a la silla del caballo y se fue a casa a celebrarlo. Por entonces no se celebraban rúas, ni acudían en masa a Cibeles o parajes similares. En su victorioso regreso al hogar, los incisivos del difunto le hicieron una herida en la pierna al gran guerrero nórdico. A los dos días, a causa de la infección que le provocó la herida, Sigurd era ya historia. Moraleja: asegúrate de que, si le vas a cortar la cabeza a tu enemigo y la vas a colgar de tu montura, vaya primero al dentista. O algo parecido, ¿no?

De la conclusión quiero mencionar un párrafo, haciendo hincapié en que esto es de 2018: “Sea lo que sea que nos depare el futuro, sean los que sean los desconcertantes cambios que sobrevengan en el año que viene, la década siguiente y el siglo que tenemos por delante, parece probable que seguiremos haciendo básicamente las mismas cosas. Culparemos a otros de nuestras desgracias, y construiremos complejos mundos de fantasía para que no tengamos que pensar en nuestros yerros. Recurriremos a líderes populistas después de las crisis económicas. Nos pelearemos por el dinero. Sucumbiremos al pensamiento grupal y a las manías y al sesgo de confirmación. Nos diremos que los nuestros son unos planes muy buenos y que nada puede salir mal.” (p. 253, mi traducción). 

Y justo en la página siguiente, esto:

(*Arbusto mediterráneo que al arder hace un ruido similar a la pedorreta)

16 feb 2015

Reseña: Let's Explore Diabetes with Owls, de David Sedaris

David Sedaris, Let's Explore Diabetes with Owls (Londres: Abacus, 2014). 275 páginas.

David Sedaris es colaborador habitual de The New Yorker, y de hecho hasta diez de las piezas que integran esta colección aparecieron anteriormente en la revista. A Sedaris se le suele catalogar como humorista o cómico, aunque trabaja en muchos medios y ha escrito libros para todos los gustos (que no he leído, me apresuro a añadir).

Let’s Explore Diabetes with Owls es una colección heterogénea, una mezcla de viñetas satíricas, fragmentos autobiográficos en clave humorística y monólogos dramáticos cuyos esperpénticos narradores se ridiculizan a través de sus propias palabras. Sedaris, por tanto, no busca la risa fácil, pero si a veces la consigue, no es porque sus escritos desplieguen el humor de manera evidente. Lo que se percibe (y con mayor frecuencia se agradece) es una airada ironía, la crítica velada de un observador paciente, o la hipérbole del cronista de una realidad absurda.

No es difícil identificar algunos de los temas que son fijaciones para el autor: los animales muertos (la taxidermia, el coleccionismo de ejemplares, la crueldad que los niños son capaces de infligir a inocentes animales), la inevitable discrepancia entre padres e hijos, los malos hábitos extendidos en nuestra sociedad actual, o incluso temas puramente escatológicos (‘#2 to Go’ cuenta las experiencias de un viaje a China, en donde “Una vez vi montones de flemas, relucientes como ostras recién desbulladas, en escalones y escaleras mecánicas. Las vi congeladas, tal si fueran manchas de aceite en las aceras, o supurando, pared abajo.” (p. 191, mi traducción)

Para mi gusto, lo mejor de este volumen son los autodestructivos monólogos. ‘I Brake for Traditional Marriage’ lo narra un hombre que, furioso porque el vecino estado de Nueva York ha aprobado el matrimonio entre personas del mismo sexo mata a su esposa, a su hija y a su suegra. “Puede que esto parezca injustificable, pero si la homosexualidad ya no es pecado, ¿quién puede entonces decir que matar también lo es? Si te sienta bien, hazlo; eso es lo que los legisladores del estado parecen decir. ¿A quién le importa lo que pueda pensar toda la gente decente?” (p. 168, mi traducción) El breve relato lo cuenta desde la celda de la comisaría a la que le han llevado tras atropellar a un chico (“casi seguro que era gay”) a la puerta de una escuela. Y explica que “si fuera gay, probablemente me soltarían” (p. 173), y acto seguido le planta un beso en la boca a su compañero de celda, Diego Rodriguez, inmigrante ilegal.

Jesus Shaves

Let’s Explore Diabetes with Owls es una lectura entretenida, pero me quedo con la certeza de que los relatos funcionarían mucho mejor en vivo, en el formato de standup comedy. Pienso que se pierde mucho en materia de entonación, pausas, esos guiños extratextuales que permite la lectura ante el público, la re-presentación de un texto en interacción con el público.

Por cierto, el poema que cierra el volumen bien podrían habérselo ahorrado, pues deja muy mal gusto de boca.

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