Vicenç Pagès Jordà, Els jugadors de whist (Barcelona: Empúries, 2009). 535 páginas.
Las primeras páginas de Els jugadors de whist nos introducen en
la vida de Jordi Recasens, de cuarenta y pico años, propietario de una empresa
especializada en los servicios fotográficos para bodas. Jordi (mal)vive en el
garaje de su casa, donde tiene un futón, un robot limpiador, una nevera, una
máquina cafetera, el ordenador y otros muchos cachivaches. Su vida parece francamente
ir a la deriva: no aguanta a su mujer, Nora; ese día (21 de abril de 2007) se va a
casar su hija Marta con un tipo de dudosa respetabilidad y de procedencia skinhead, al que ha apodado Bad Boy. Jordi se pasa muchas noches en vela viendo películas
– tiene unas mil de su temática preferida, el adulterio – y los blogs
fotográficos de las amigas de su hija Marta, entre las cuales parece tener una
favorita: Halley.
Las siguientes páginas comprenden el
fragmento del diario de un chico, Biel, de 1977. Hace dos meses que Biel llegó
con su familia a Figueres procedente de Mallorca. Su padre es capitán del
Ejército, su madre es extranjera. Tiene una hermana, Nora.
A lo largo de quinientas páginas Vicenç
Pagès Jordà va estableciendo las claves que unen el día (tan) señalado de 2007
con el diario del escolar Biel en 1977, y lo hace de una forma desde luego muy
ambiciosa y efectista, aunque no siempre tan eficaz desde el punto de vista
narrativo (y literario) como habría sido de desear. Pagès logra ciertamente
conectar los hilos de la historia, conduciendo al lector por un camino a veces
abrupto. Y ahí estriba el problema de Els
jugadors de whist: me ha parecido que hay demasiados obstáculos al progreso
de la historia, y es el mismo autor el que los coloca, alargando algunos
episodios mucho más de lo que la novela, en mi opinión, precisaba, e incluyendo
toda una serie de listados (de grupos musicales, películas, actores y actrices,
libros, pintores, etc.) cuya función dentro de la trama es prácticamente nula y
cuyo cometido dentro de su estructura múltiple y algo anárquica me ha parecido
superfluo, si no simplemente caprichoso.
Solamente al final queda desvelado el
origen de la voz narradora dominante en la parte correspondiente al día de la
boda, voz que en ocasiones peca de cierta presunción, como cuando avisa al
lector que “És convenient insistir en la manera com en Jordi es prenia el seu
cas” (p. 431) en plena narración de la degradante crisis por la que atraviesa
Jordi tras enamorarse de Halley. Francamente, quizás no fuera tan conveniente:
si Pagès buscaba ridiculizar al personaje de Recasens como arquetipo de cierta clase
de hombre en crisis, lo podría haber conseguido sin explayarse tanto. Pero
pienso que no era ése su objetivo.
Donde realmente me parece que cojea Els jugadors de whist es en el
tratamiento narrativo de la historia del juego del whist, un titánico entretenimiento
de verano que inventan Biel y sus amigos, y cuyas trágicas consecuencias terminarán
por marcar la vida de Recasens. Son demasiadas las páginas que transcurren
entre el inicio de la historia y su explicación a posteriori, y en consecuencia
parece a ratos que le falte ritmo a la narración.
Con todo, Els jugadors de whist es sin duda un notable esfuerzo creativo. Pagès
posee un fino sentido del humor, y las escenas y situaciones bien detalladas en
la narración del banquete de boda provocan la hilaridad por lo auténtico y
verídico de sus diálogos (es fácil hacerse la imagen mental de esa pariente que
insiste una y otra vez en que cierren la puerta, porque se pierde el frescor
del aire acondicionado). Los dardos del humor de Pagès son sin duda uno de los
elementos más conseguidos de la novela. Ha sido, en definitiva, una buena
elección para estos días anteriores a las fiestas navideñas y del inicio del
verano austral.