Xevi Sala, Les causes perdudes (Barcelona: Columna, 2011). 182 páginas.
Desde
los inicios de la revolución industrial, el entorno físico de la ciudad ha sido
siempre un entorno difícil y complejo, un caldo de cultivo de tensiones
sociales acrecentadas por la especulación, la explotación, la marginación racial
y de clases. El final del siglo XX trajo a las ciudades españolas la inmigración de
ciudadanos africanos y latinoamericanos en magnitudes nunca vistas (y tampoco previstas
por los miopes gobernantes).
A un
barrio desfavorecido de la ciudad de Girona llega un maestro, Torres, alejado
de forma obligatoria de un colegio de Barcelona por abusar sexualmente de una
estudiante menor de edad, y en medio de un proceso de divorcio nada amigable,
por el cual no le está permitido ver a su hija de diez años. El barrio es un
estercolero, donde se amontonan coches desvencijados y basura por todas partes;
el tráfico de drogas y negocios ilegales mantienen a flote a muchas familias.
La mayoría de la población del barrio es gitana, pero conviven con inmigrantes magrebíes
y subsaharianos. En principio, es una combinación que parece abocada al
conflicto.
Pero
Torres es un docente (pese a sus censurables debilidades) que no se da por
vencido. Lo suyo son las causas perdidas, y no va escatimar esfuerzos a la hora
de ganarse la confianza del alumnado y los compañeros de trabajo. El piso que
le han asignado se halla en una finca en estado ruinoso, donde solamente viven
una vieja gitana, la Vero, su nieta Kesali, de doce años, y el Tío Terco, un
inválido. Hay además un burro que malvive en el patio, donde también hay un
gallinero.
Un día
los Mossos d’Esquadra hacen una redada, durante la cual desaparece Kesali. El
barrio se desvive por encontrarla – cuando la encuentran, Kesali está muerta.
La autopsia encuentra esperma y revela que ha sido estrangulada. Cuando en el
piso de Torres encuentran el pintalabios de Kesali, el maestro pasa a convertirse
en el principal sospechoso.
La investigación
policial revelará que no ha sido Torres, pero cuando otra alumna, una niña
africana llamada Fatu, desaparece, Torres inicia por su cuenta y riesgo las
pesquisas. Corriendo el riesgo de que el clan gitano le ponga precio a su
cabeza, desenmascara un taller clandestino de confección textil, pero no es ahí
donde está Fatu. Las pistas y confidencias de otros personajes le llevan hasta
Salt, antiguo pueblo absorbido por el casco urbano de Girona y municipio donde
la población inmigrante se ha convertido en mayoría. Llevado por sus ideales de
justicia, Torres irrumpe en una casa de Salt por la fuerza, y será allí donde finalmente
reconocerá que está cometiendo un error.
Pero no
es ése el final que Xevi Sala ha preparado para el lector. Es mucho más trepidante,
y por supuesto no voy a revelarlo aquí.
Les causes perdudes acerca al lector a unas personas de las que
en la vida real nunca sabríamos nada; los retratos que de ellos hace Sala son
sencillos pero muy ricos en matices. La novela hace referencia también a la gran
dificultad (o imposibilidad) de la integración de los inmigrantes en un marco socioeconómico
que parece haber sido ideado para explotarlos y marginarlos. Cuando al
desesperado se le tienden trampas, no debiera sorprender que responda con la
desconfianza. El choque de culturas que dicha desconfianza genera es simplemente
el síntoma, no es la causa. ¿Puede el multiculturalismo acaso tener algún
atisbo de éxito allí donde no es bienvenido? ¿No es en sí mismo una
(otra) causa perdida, debido a las argucias socioeconómicas que tienden los ideólogos
de las doctrinas ultraconservadoras que azotan (y dirigen) Europa?
Les causes perdudes fue finalista del Premio Prudenci Bertrana
de Novela. Es una narración donde priman la soltura y la intriga, sin descuidar
ciertos detalles sobrios, básicos, los cuales son necesarios para definir ambientes
y caracterizaciones. En ella el lector, a poco que haga el esfuerzo, podrá hallar
muchas más cosas entre líneas. Una buena primera novela.