¿Una visión ingenua, o anclada en el colonialismo del siglo XIX? |
Memeces desde el púlpito virtual
Puede ser que algunos, que tienen la facultad (o la atroz obligación, vete tú a saber, que todo es posible) de escribir un editorial cada tres meses, piensen que eso les otorga la prerrogativa de divulgar memeces, y de dictar cátedra como si las suyas fueran opiniones expertas y fundadas en un estudio profundo y concienzudo del tema del que escriben.
El editorzuelo de una revista en línea venida a menos exhorta a sus lectores (ignoro cuántos puede tener) a “acercarse a todas aquellas manifestaciones a través de las que se expresa su sentimiento individual y colectivo” para mejorar nuestra “valoración y conocimiento del otro”. El otro, en este caso, parecen ser tanto los ciudadanos árabes (en cuyos países parece estar produciéndose un cambio histórico, no necesariamente de índole cultural), como los de “más allá”, barrunta vagamente el susodicho. ¿Dónde queda exactamente más allá? ¿En el más allá, quizá?
Para de verdad aprender a valorar y conocer al otro no hacen falta embajadores ni embajadas. En realidad, el otro puede ser tu vecino, no hace falta ir tan lejos, y mucho menos “más allá”. A fin de cuentas, toda mediación (la embajada no es sino la interposición de un intermediario) puede resultar superfluo estorbo.
El mejor embajador para poder conocer al otro (si es que de verdad uno quiere llegar a conocerlo) es el otro mismo, no los productos comerciales etiquetados como cultura, los cuales por otra parte suelen ser mediados o estar agriamente tergiversados – cuando no abiertamente manipulados – por intereses ajenos a la cultura que los produjo.
Designar emisarios plenipotenciarios es volver a caer en el error del decimonónico discurso colonial, bien por ingenuidad, o bien por pavonearse de una pretendida superioridad cultural o intelectual.
Lo demás son memeces, perogrulladas simplonas.