4 may 2011

Reseña: The Prisoner of Mount Warning, de Michael Wilding



Michael Wilding, The Prisoner of Mount Warning (North Melbourne: Australian Scholarly Publishing, 2010). 240 páginas.

‘Cuando sonó el teléfono, Plant lo cogió. Fue ese un error que no hubiera cometido en tiempos mejores. En otros tiempos. Hoy en día no sonaba con mucha frecuencia, pero su injustificado optimismo y una curiosidad sin causa aparente pudieron con él. Una vez más.’ Así comienza esta curiosa novela de Michael Wilding. El protagonista, Plant, es un escritor que ha tenido que dedicarse al periodismo de investigación para poder vivir.

Esa llamada telefónica le llevará a una reunión en un restaurante de Sydney, donde el editor de la sección de cultura de un importante rotativo le ofrece un trabajo. Plant tiene que encontrar a un hombre llamado Dorritt, quien según parece está escribiendo un libro, en el cual revelará un episodio de la década de los setenta, alegando que fue secuestrado, torturado, drogado y sometido a vejaciones sexuales por los miembros de un cenáculo libertario y alternativo en una granja cerca de Mount Warning, en las afueras de Byron Bay, Nueva Gales del Sur.

Plant logra contactar con Dorritt y empieza a hacer averiguaciones acerca de lo sucedido. Descubre que Dorritt estaba realizando una investigación sobre revistas y periódicos alternativos producidos por grupos de tipo hippy cuando fue víctima de una aguda crisis nerviosa.

Pero entre sus averiguaciones se incluye la curiosa coincidencia de que el editor, Huxter, su amiga Angela Dark y un negro literario, escritor de discursos para políticos, llamado Ghostly Sperrit (!), formaban parte de uno de esos cenáculos alternativos a los que Dorritt investigaba cuando fue víctima del rapto.

Enredado en una trama de espionaje y vigilancia en la cual muy pronto se convierte él mismo en blanco, Plant intenta aclarar su situación acudiendo a su amigo Fullalove. ¿Es paranoia, o quizá Fullalove está también conchabado con Huxter?

The Prisoner of Mount Warning es un thriller cargado de buenas dosis de humor. Cuando Plant se adentra en Byron Bay y en las montañas del interior de la zona, nos recuerda en gran medida al Larry ‘Doc’ Sportello de la última novela de Thomas Pynchon, Inherent Vice, que ya reseñé (haz clic aquí) en su momento.

Wilding nos lleva en un regreso a veces nostálgico a la maravillosa década de los 70, cuando mucha gente tenía la firme convicción de poder cambiar el mundo. La tesis que sostiene The Prisoner of Mount Warning es sin embargo pesimista. ¿Y si todo aquello fue un montaje? ¿Es todo en el sistema una representación? Con sus diálogos ágiles y vivaces y mucho ingenio, Wilding divulga con estilo, no exento de elegancia, su perspicaz observación de la sociedad australiana y del lenguaje que emplean aquellos que se saben poderosos. Una novela muy divertida.

30 abr 2011

Reseña: Contes russos, de Francesc Serés

Francesc Serés, Contes russos (Barcelona: Quaderns Crema, 2009). 223 páginas.
Si refrescamos la memoria y viajamos por un instante al siglo XVII, concretamente a la creación de la primera gran novela moderna, el Quijote, encontramos en el capítulo IX que Cervantes recurre a la metaficción, cuando el narrador nos revela que el verdadero autor de la novela es un tal Cide Hamete Benengeli, historiador morisco, el cual ha traducido la historia al castellano. En sus Contes russos, Francesc Serés hace uso de la metaficción por partida doble; no le basta con la invención de todo un grupo de narradores rusos totalmente apócrifos (con sus respectivas pequeñas notas biográficas incluidas), sino que agrega la mediación de una traductora ficticia, Anastàssia Maxímovna.

Este es un recurso de enorme efectividad si el autor domina la narración de forma absoluta. Y ciertamente Serés no da muestras de debilidad en este sentido. La estructura de la obra recuerda asimismo un poco a la de esas muñequitas rusas (las matrioskas, habitualmente fabricadas en madera) que se abren por la mitad y revelan en su interior otra muñequita más pequeña que a su vez se abre por la mitad y revela otra muñequita más pequeña, y así hasta alcanzar la más diminuta.

Contes russos es un notable volumen de cuentos tanto por el juego metaliterario que realiza Serés como por lo que supone de evocación del difunto sistema soviético, no solo de sus aspectos positivos sino también de los negativos. Y no obstante, es ante todo un homenaje a la cultura rusa del siglo XX.

El repertorio de historias en Contes russos es de lo más variopinto: desde una escena de aeropuerto en la asistimos a la charla de dos azafatas de tierra de una línea aérea de bajo coste (‘Low cost life, low cost love’) al esbozo naturalista de la Rusia anterior a la revolución bolchevique (‘La resurrecció de les ànimes’). Serés nos conduce a través de las décadas por la Rusia soviética: ante las ruinas de las inmediaciones de la central de Chernóbil (‘La transparència del mal’); a un reencuentro de colegas y amigos académicos purgados por el sistema veintidós años antes (‘La culpa’); al ficticio concierto de Elvis Presley en la Plaza Roja en una exquisita caricatura de los años de la guerra fría (‘Elvis Presley canta a la Plaça Roja’); la vida en un koljoz tras la segunda guerra mundial (‘La pagesa i el mecànic’); a una nave espacial averiada, convertida en tumba para un cosmonauta, cuyas últimas decisiones son las de mofarse de todo, de sus superiores, de los agentes de inteligencia norteamericanos y del propio presidente soviético (‘L’home més sol del món’).

Contes russos es un primoroso conjunto de narraciones que tratan los temas eternos de la literatura universal. Si Serés los ha enmarcado dentro de un espacio geográfico inmenso, Rusia, es sin duda por mor de la verosimilitud. Aunque el autor utiliza datos históricos, Contes russos no es historia, sino un muy recomendable volumen de narraciones breves.

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