21 sept 2011

I am no good at love - No sirvo para el amor; un poema de Noël Coward

The Noël Coward Theatre (Fotografía de Derek Harper)
Traducir poesía puede parecerles a muchos un empeño fútil, pues en demasiadas ocasiones es causa de sinsabores y frecuentes frustraciones. La empresa puede estar, por lo demás, cargada de una cierta ambición lírica, hasta el punto de buscar recrear metro y ritmo en la lengua de llegada, y por eso será siempre motivo de satisfacción lograr una traducción rimada.

El poema cuya traducción presento en esta entrada del blog Notas Literarias, del inglés Noël Coward, forma parte de la antología The Complete Verse of Noël Coward, y digamos que lo encontré por casualidad en la sección de libros de The Guardian.

Me gustó de inmediato su tono, que parece alternar entre lo burlesco, lo juguetón, y una pizca de melancolía. El poema original en inglés se compone de cuatro estrofas de seis versos cada una, en las que riman los versos pares, mientras que los impares quedan sueltos. El metro del original es un tanto irregular, pero uno puede fácilmente conjeturar un ritmo, una melodía, posiblemente una canción.

Al plantearme una traducción al castellano me pareció que la opción más lógica era adoptar una forma tradicional y maleable, como el romance, en octosílabos de rima asonante (como en el inglés) en los versos impares. El hecho de que el primer verso de cada estrofa sea idéntico en las cuatro me obligaba entonces a buscar rimas de ‘amor’, tarea que el castellano facilita en todo caso.

Una vez ajustado el tono con el que quería imbuir el texto de llegada, la tarea era lograr cuatro estrofas que trasladasen la ironía y la burla de sí mismo, al tiempo que se insinuase ese deje melancólico del que hablaba antes.

El resultado es un poema que, en mi opinión, se vale hasta cierto punto por sí mismo, sin alejarse en exceso del original ni en su forma ni en su contenido.

Espero que te guste.

No sirvo para el amor
Noël Coward


No sirvo para el amor,
pues mi corazón es libre.
Destruyo a quien es mi sol,
¡ay del pobre desgraciado!
Pues me sobra la afección,
y peco de intensidad.

No sirvo para el amor:
pronto lo llevo a la ruina.
Me desvela un gran temor
y farfullo como un mico,
solo en mi confusión
sabiendo que no hay salida.

No sirvo para el amor:
si mi corazón entrego,
de mis labios sin control
salen palabras hirientes
que debiera ocultar yo.
Mis celos todo lo arruinan.

No sirvo para el amor,
que yo soy muy indiscreto:
sé que acerba conclusión
tendrá desde el mismo inicio,
pues en el postrero adiós
siempre gana la amargura.

© de la traducción, Jorge Salavert, 2011.

19 sept 2011

Reseña: L'estany de foc, de Silvestre Vilaplana



Silvestre Vilaplana, L’estany de foc. Alzira: Bromera, 2010. 395 páginas.

A lo largo de la historia han sido muchos los traductores que han sufrido persecución (cuando no la muerte) por su labor de difusión de determinadas ideas contenidas en los libros. Esta situación ha sido particularmente nefanda para los traductores cuando se han hallado bajo regímenes autoritarios y/o fundamentalistas: los casos de Afganistan e Iraq son los más recientes, mas persecuciones feroces y ensañadas las ha habido desde hace siglos. En L’estany de foc, el alcoyano Silvestre Vilaplana narra las vicisitudes que rodearon a la primera edición de la Biblia traducida a la lengua catalana del antiguo Reino de Valencia a fines del siglo XV.
Impresa entre 1477 y 1478 en Valencia, la primera Biblia en catalán, en la lengua del pueblo, tuvo una vida efímera y muy accidentada. Pocos años después la Inquisición castellana prohibió su lectura y se afanó por decomisar todos los ejemplares existentes para destruirlos.
Vilaplana novela hábilmente la implacable persecución a que somete el Inquisidor General de Valencia, el burgalés Juan de Monasterio, al último ejemplar conocido de la Biblia hereje. La novela se inicia en las calles de Valencia, donde Daniel Vives, judío converso y traductor de la obra, huye de su casa antes de la inminente aparición de los soldados de Monasterio. Vives logra refugiarse en la casa de otra familia de conversos, donde pasará escondido meses en una sinagoga oculta. Cuando la peste se ceba con Valencia, el médico Pere Torrella, amigo de la familia, idea una huida: disfrazan a Vives de muerto por la peste, y consiguen que salga de la ciudad, desde donde podrá huir a Perpiñán.
Pero las telarañas que teje Monasterio son amplias e invisibles. El jorobado Castor, un personaje inicuo, maligno y siniestro, uno de los más eficaces espías del inquisidor, ha descubierto a Vives y le persigue en su huida. Finalmente le ataca en mitad del campo, pero Vives consigue defenderse y golpea a Castor; creyéndolo muerto, Vives se aleja, pero Castor solamente está malherido.
Mientras tanto, Pere Torrella vuelve a Valencia con la intención de huir de allí tan pronto la epidemia termine. Pero Castellví, un noble valenciano y mayordomo del rey Fernando de Aragón le pide que intente curar a su hijo, enfermo de la peste. Al lograr salvarle la vida, Torrella empieza a estar bajo su protección contra las posibles estratagemas de Monasterio en contra suya. Torrella viaja a Perpiñán como médico de Castellví, y allí conseguirá la influencia de los poderosos para que Vives pueda ser perdonado y que regrese a Valencia.
Como tantas otras obras contemporáneas, L’estany de foc hace uso de la historia para crear ficción: la acción es trepidante, y la narración desborda intriga y suspense. Vilaplana recrea en la novela una versión del mito del libro maldito, y lo hace con cierta habilidad y no pocas dosis de buen hacer literario. Uno de los personajes que mejor dibuja Vilaplana es el del geperut Castor, un paria deforme e inmoral, un espantajo marginado por toda la sociedad, pero capaz de cualquier cosa por unas monedas.
De esa primera edición de la Biblia en lengua catalana se conserva únicamente una hoja, correspondiente al Apocalipsis, la cual se halla en la Hispanic Society de Nueva York. Aunque la edición e impresión en lengua catalana fueron inicialmente autorizadas por las autoridades religiosas (por aquel entonces ya se había traducido al alemán y al italiano), la represión la ejerció el reino de Castilla. Es sin duda otro acierto que Vilaplana haga memoria de la realidad de lo que sucedió en el pasado, aunque lo escriba en clave de ficción.

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