2 jun 2012

La pereza intelectual, en acción



Leyendo ayer en la prensa algunas cosillas procedentes del estado español me encuentro con un  artículo firmado por un Luisgé Martín titulado Elogio de la pereza. Comentaré aquí algunas de las banalidades (siendo amable en mis apreciaciones) que el autor reparte de forma gratuita para el deleite o escarnio (según se mire) de sus lectores.

Dice Luisgé: “Es falso que el trabajo dignifique. Trabajar —es la parte que más me gusta de la Biblia— es un castigo divino, una maldición que empobrece la mayoría de las vidas.” Como buen españolito, Luisgé parece creer en el Dios cristiano que está emperrado en hacer de nuestro breve paso por la existencia un verdadero valle de lágrimas. Cuando Luisgé habla del empobrecimiento de la vida de aquellos que trabajan, no me cabe ninguna duda de que lo basa en su experiencia propia. Es decir, asumo que el señorito Luisgé trabaja, y que le pagan, y que debido a ello la suya es una existencia miserable.

Y añade el escribiente: “Incluso las tareas más nobles, como la creación artística, se convierten en algo desagradable cuando se hacen a cambio de un salario.” Es decir, que en opinión del señorito Luisgé, el trabajo de un artista (no creo que nadie ose citar ‘El elogio de la pereza’ como ejemplo de creación artística) es más noble que el trabajo asalariado del panadero que crea una hogaza de pan para que Luisgé se tome bocatas a media mañana, o más noble que el trabajo asalariado de un traductor, por poner un caso que me resulta familiar. No sé cuán desagradable le resultará al lector su trabajo, pero sospecho que al casi 50% de jóvenes españoles  sin trabajo y sin claras perspectivas de poder ingresar en el mercado laboral, la gracia de Luisgé no debe resultarles un chiste muy digerible.

A su juicio, “el derrotero ideológico de la izquierda europea” debería ser “el elogio de la pereza.” Si por casualidad Luisgé aspirase a convertirse en portavoz de la izquierda europea, yo me atrevo humildemente a sugerirle que cambie su discurso. Si mira más allá de los Pirineos, el señorito verá que en Europa se trabaja, y que la holgazanería y la pereza (que no son lo mismo que el merecido aprovechamiento del ocio) solamente conducen a la ruina, a la decadencia y al hambre.

Mirándose, como suele ser habitual entre muchos españolitos eurocéntricos, el ombligo, el señorito Luisgé remata la faena con la siguiente perla cultivada: “La verdadera humanización de nuestras sociedades está en el ocio, en la vacación, en la disposición libre de nuestro tiempo para ocuparlo en lo que deseemos, sea hacer transacciones financieras delante de un ordenador o leer un libro debajo de un árbol.” Pues yo le exhorto encarecidamente a Luis G. (ya me estaba cansando de la otra grafía, que se me antoja un poquito pija) a acudir urgentemente a difundir sus asombrosas ideas en otras partes del mundo, por ejemplo a Gabón, o a las Islas Salomón. Sería interesante comprobar el entusiasmo con que reciben sus sabias palabras. Según él, “Vivimos en sociedades ya lo suficientemente ricas…como para que pueda considerarse con seriedad el establecimiento de una renta básica universal.” ¿Con seriedad? Venga, de acuerdo; comencemos por la Z: apliquemos su propuesta a Zimbabue y Zambia, por poner un caso.

Y estotro: “La única respuesta sensata a este panorama desolador es la pereza. El enaltecimiento social de la ociosidad y la holgazanería.” Lo anterior debe de haberlo escrito en son de guasa, sin duda. La única respuesta sensata a la sandez es hacerles callar la boca a los majaderos, que, por lo que se ve, pululan en las páginas de los diarios “de la izquierda europea.”

Spain is different!!!
Olé!

1 jun 2012

Reseña: True History of the Kelly Gang, de Peter Carey


Peter Carey, True History of the Kelly Gang (St Lucia: University of Queensland Press, 2000). 401 páginas.


Durante un reciente viaje a la capital de Victoria, Melbourne, hice la necesaria parada para el café de media mañana, casi al azar, en un pueblecito llamado Glenrowan, famoso por ser el lugar donde capturaron a Ned Kelly. A mis hijos mellizos la historia de Ned Kelly les entusiasma, y no fue difícil convencerlos de que era el lugar idóneo.

De hecho, en la maleta de viaje llevaba yo esta novela de Peter Carey, y además recordaba vagamente haber leído algunas cosas sobre la leyenda del forajido, y de cómo había sido en este lugar donde la ley había podido finalmente echarle el guante.

Un breve paseo por las calles de Glenrowan fue suficiente para darme cuenta de que el lugar rezumaba historia por todas partes, y nada más llegar a Melbourne me sumergí en la lectura de True History of the Kelly Gang, una de las dos novelas de Carey que todavía no había leído. (La otra es Illywhacker).

Ned Kelly es uno de los mitos más populares de la iconografía australiana, precedió a la formación del estado moderno australiano (lo que se conoce como Federación) y en la imaginación popular representa perfectamente el papel de luchador perdedor, tan estimado en general por los australianos. Mencionaré solamente dos datos históricos para situar el tema: los hechos del asedio de Glenrowan y la captura de Kelly y su banda tuvieron lugar en 1880, mientras que apenas 25 años después, en 1906, se filmó la primera película australiana, la cual se tituló (y no es una coincidencia) The Story of the Kelly Gang.

La novela de Carey es extremadamente efectiva en tanto que el autor le otorga a Kelly la posibilidad de recobrar su voz, de volver a expresarse: la suya es la voz del currency lad oprimido por el establishment inglés de la colonia. Pero al mismo tiempo el lector no debe olvidar que ésta es una obra de ficción, cimentada en documentos y hechos reales; pero sigue siendo, no obstante, una historia novelada, tanto como lo fueron otras novelas de Carey, como Oscar and Lucinda, Jack Maggs o la más reciente Parrot and Olivier in America.

Como acostumbra a hacer Carey, hay una disolución deliberada de las demarcaciones que separan lo ficcional de lo no ficcional, lo oral de lo escrito, produciendo dos versiones del pasado (el lector puede fácilmente enfrascarse en el texto y olvidar que existe un autor, o bien tomar un poco de distancia y admirar el habilidoso juego de malabares narrativos que el autor está desplegando ante sus ojos). Y lo realmente complaciente, en mi opinión, es que ambas versiones pueden dejar al lector más que satisfecho.

El Kelly que Carey mitifica (si es que fuese posible hacerlo más) es un jovenzuelo que lucha por salir adelante en el seno de una familia pobre y acosada por los estamentos más poderosos de la sociedad colonial. Es un jinete excepcional, conocedor de los caballos y de su temperamento; es también el joven nativo que conoce el terreno de la región como la palma de su mano y puede sobrevivir en el bush donde los demás no sabrían cómo hacerlo y durarían apenas cuarenta y ocho horas (incluido el que esto escribe, por supuesto). Modelando su narrativa en primera persona en la carta que Kelly escribió denunciando el acoso policial a su familia y las injusticias que los ricos hacendados infligían sobre los colonos más pobres, Carey le otorga una exquisita calidad oral al texto que produce su narrador: la voz de Kelly suena en la prosa de Carey, es fácil seguir las cadencias australianas en su sintaxis. Al buscar alejarse de lo más puramente literario, lo que logra Carey es (re)crear gran literatura.

A lo largo de toda la novela es la voz de Kelly la que nos recuerda que todo lo que le ha ocurrido en su vida ha sido resultado y consecuencia de situaciones de injusticia. El tono es a veces amargo, pero Kelly tampoco busca adquirir un estatus de héroe idolatrado. Nos hacen sonreír las anotaciones que hace Mary Hearn (personaje totalmente ficticio introducido por Carey) en el manuscrito, corrigiendo las descripciones tan poco halagadoras que los periódicos de la época hacen de su querido, el padre de la niña que lleva en su vientre, y a quien Kelly se dirige desde la primera página.

La novela se presenta al lector en forma de trece fardos de texto manuscrito (Carey da detalles del estado en que se encuentra cada uno de ellos, amén de el tipo de papel en que fueron escritos). El último, nos explica Carey en el breve prólogo que precede a cada capítulo/fardo, está terminado de forma “abrupta”.

True History of the Kelly Gang es uno de los mejores ejercicios de virtuosismo literario que jamás haya leído. Si para el novelista el reto es crear una ficción creíble, Carey sortea el envite con un retrato completo, mágicamente lleno de vida de un joven australiano que nunca aceptó la miseria como destino y que hizo frente a sus verdugos con dignidad. Es ahí donde la voz de Kelly resuena, y su eco nos llega hasta nuestros días, advirtiéndonos de que las injusticias deben ser subsanadas.


La estación de ferrocarriles de Glenrowan. Al fondo, el lugar donde Ned Kelly fue finalmente capturado.
Hoy en día, el pueblo de Glenrowan explota la figura histórica de Ned Kelly para atraer turistas. Detalle de uno de los carteles que ilustran al visitante, en la calle principal.
Reproducción de la ya famosa armadura de Kelly en el lugar donde fue apresado. Pueden observarse los 'impactos' de bala y la 'sangre' en las 'piernas' de Kelly, elementos con los que han aderezado el montaje.

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