Ian McEwan, Solar (Londres: Vintage Books, 2011). 283 páginas.
¿Es más probable
que un científico, por el carácter de su profesión y la tenacidad con que
suelen trabajar, sea una buena persona que otro que se dedique a otra cosa?
¿Son buenas personas los médicos, cuya ocupación es salvar vidas?
Evidentemente, no. De hecho, apostaría cualquier cosa a que, si se realizase un
estudio cuantitativo fiable, en la variada gama de profesiones debe haber de
todo: buenas y malas personas, mezquindad y bondad, avaricia y generosidad a
partes iguales.
Del inglés Ian
McEwan, el lector siempre puede esperar literatura de una alta calidad, capaz
de capturar la atención del lector más exigente y contar una historia con
indudable maestría. Novelas como Atonement, On
Chesil Beach, o la más antigua The Cement Garden
o relatos como los de First Love, Last Rites o de Between the Sheets son prueba irrefutable
de que McEwan es un excelente narrador. Pero Solar, en mi opinión, no está a la altura de otras obras de McEwan.
Le falta lo que en inglés se suele llamar ‘punch’, esa especie de empuje o
fuerza tan presente en otras de sus obras, y que, como ocurrió con Saturday, tampoco abunda en esta novela.
En Solar, McEwan opta por la sátira para
desmenuzar (más bien hacer trizas) a un personaje, Michael Beard, un científico
inglés que se hizo acreedor al Premio Nobel. Cuando conocemos a Beard en la
primera parte de la novela, en el año 2000, éste se dispone a viajar a las
islas Spitsbergen, en el Círculo Polar Ártico. Con sobrepeso, cincuenta y pico
años, con propensión a la comilona y el abuso del alcohol, Beard es el blanco
perfecto de la ironía y la burla. Sus vivencias en un entorno de veinte grados
negativos de la primera parte de la novela le sirven a McEwan para realizar una
portentosa caricatura, que se va ampliando en las dos partes siguientes,
fechadas en 2005 y 2009.
La trama de Solar gira en torno al proyecto que
Beard promueve tras aprovecharse de los bocetos y notas de uno de los empleados
del Centro de investigación de energías renovables que él dirige. Curiosamente,
al regreso del Ártico sorprende al joven investigador, Tom Aldous, en su casa y
vistiendo su albornoz de baño; descubre por tanto que Aldous se ha convertido
en (el segundo) amante de su quinta esposa, Patrice. En una rocambolesca
historia que incluye un guiño cómico autorreferencial que implica la piel de un
oso polar, Beard se libra de Aldous y del albañil que también perseguía a
Patrice.
Beard es
retratado sin compasión alguna: es un genio venido a menos, un desastre andante,
un bebedor avaricioso, un tipo perezoso, obeso, egoísta y guloso, y muy conservador
en su relación con los demás y en su visión del sexo opuesto. Envanecido por
haber recibido un Premio de la Academia Sueca, Beard ha hecho suyo un sentido
del privilegio que se extiende con toda naturalidad a las prácticas corruptas,
y en un sector, el de la energía limpia y renovable, que en años recientes ha
visto expandirse su importancia y facturación de manera exponencial. Adúltero
irreprimible, termina por aceptar que una de sus amantes tenga un hijo suyo,
sin que eso vaya a cambiarle la vida ni un ápice. Su arrogancia no conoce
límites.
No creo que sea
la aversión que provoca el personaje de Beard lo que haga de Solar una novela imperfecta. Dado que
Beard se ve a sí mismo como salvador de la especie humana, la fuerza de la
ironía estriba en que este soberbio mamarracho de científico no sabría salvarse
a sí mismo de nada. La cuestión es que el humor negro de McEwan (que tan buenos
resultados daba en The Cement Garden)
no termina de acoplarse a la temática de Solar.
En la tercera
parte del libro, Beard acude a un remoto poblado de Nuevo México, donde en los
últimos años ha estado desarrollando el proyecto de producción de energía
basado en la imitación de la fotosíntesis (algo que por ahora no es posible:
una quimera). Es aquí donde los acontecimientos se desencadenan y todos los
engaños, y todos los engañados, se juntan para darle el golpe definitivo a
Beard. El final es un poco flojo a mi parecer: la novela se sale por la
tangente tras haber perdido fuelle desde el comienzo de la tercera parte.
Con todo, como es
habitual en McEwan, Solar tiene un alto
nivel y satisfará al lector que busque una historia bien narrada con dosis de
humor y alguna que otra escena ridícula.