Hilary Mantel, Wolf Hall (Londres: Fourth Estate, 2009). 650 páginas.
Del
personaje histórico de Enrique VIII todo el mundo conoce de sobra que se casó
seis veces, y quien haya estudiado un poco sobre su época recordará el cisma y
el triste final que tuvo su segunda esposa, Ana Bolena. Para mí, una de las
mejores asociaciones de ideas que me provoca Enrique VIII es la música del
extraordinario pianista Rick Wakeman, de quien incluyo el tema ‘Anne Boleyn’
que puedes escuchar mientras sigues leyendo.
El
personaje que más contribuyó a hacer posible el enorme cambio que supuso el
reinado de Enrique VIII fue Thomas Cromwell. En Wolf Hall, Hilary Mantel cuenta con generosidad de talento narrativo
la historia de Cromwell, quien en vida fue odiado y despreciado por la nobleza
normanda, y hace de él un retrato muy completo, dándole visos de gran humanidad
desde la primera página. En la primera imagen que tenemos de él, Cromwell a
duras penas se levanta, malherido y ensangrentado, tras la soberbia paliza que
le ha propinado su padre Walter, un herrero borracho y violento de Putney.
Thomas escapa de las garras de su padre siendo muy joven, y tras recorrer media
Europa prosperará hasta convertirse en principal consejero del rey y
transformar la estructura medieval del estado y llevar a Inglaterra a la edad
moderna. Esto es, por supuesto, una simplificación, pero en una novela como Wolf Hall la interpretación de los datos
históricos desde una perspectiva académica debiera importarnos poco. Que en
realidad no se sepa nada de la niñez de Cromwell no significa que la recreación
que ejecuta Mantel no sea fascinante de por sí.
La
acción propiamente dicha comienza en 1527, cuando Cromwell regresa a Inglaterra
y entra al servicio del Cardenal Wolsey. Mantel nos lo hace ver como un hombre
altamente ilustrado, conocedor del arte italiano del Cinquecento temprano y de
las obras filosóficas más importantes de su tiempo. Cromwell habla todos los
idiomas europeos con fluidez y ha aprendido muchos oficios desde que saliera
huyendo de su padre.
Thomas Cromwell, ejecutado en 1540 por orden del rey Enrique VIII. Retrato de Hans Holbein. “Cuando uno redacta leyes, pone a prueba las palabras hasta encontrar su máximo poder,” dice Cromwell. |
Con
algunos elementos del género de la picaresca, Wolf Hall retrata el ascenso social de Cromwell hasta que se
convierte en mano derecha del rey. Allí donde el cardenal Wolsey fracasó y fue
incapaz de lograr doblar el brazo de Roma para conseguir el divorcio que
Enrique VIII deseaba (y que en última instancia llevaría a la muerte al
cardenal), Cromwell supo utilizar sus dotes de negociador educado en la
abogacía para llevar el asunto por los cauces que más le convenían al rey.
Pero
ese camino no estuvo exento de obstáculos; además del desdén y el desprecio que
sentía por él la nobleza más tradicional, Cromwell tuvo en Tomás Moro a un
contrincante implacable. La cuestión de la anulación del primer matrimonio real
forma parte de un conflicto mucho más amplio, y en pocas palabras se reduce al
choque entre el viejo orden y el nuevo. Así, la iglesia católica buscaba
proteger sus intereses económicos, y lo hacía quemando a los que identificaba
como herejes por querer leer la Biblia en la lengua del pueblo (tema principal
de otra novela escrita por esas mismas fechas, L’estany de foc, del valenciano Silvestre Vilaplana).
Thomas More, autor de Utopía. También él pagó con su vida el descontento de Enrique VIII. Retrato de Hans Holbein. |
Mantel
parece insinuar a ratos el manido tema de la lujuria de Enrique VIII, pero el
hilo narrativo predominante es el de Cromwell como un hombre renacentista,
valedor de la humanidad, la tolerancia y la educación (muy distinto de la
imagen que los historiadores han transmitido de él).
En Wolf Hall, el sueño de Cromwell es
liberar a Inglaterra del yugo feudal de Roma, que tanta influencia ejerció (y
lamentablemente, sigue ejerciendo) sobre los destinos de otras tierras y
regiones.
Escrita
con pulcritud y elegancia, libre de embellecimientos gratuitos, Wolf Hall puede presumir de una riqueza
de detalles imaginativos, en la caracterización de personajes, en el desarrollo
del argumento con un fondo socioeconómico muy bien dibujado. Mantel no sucumbe
a la tentación de arcaizar el lenguaje, y ciertamente eso se agradece, si bien en
los diálogos se percibe un tenue sabor de época.
Ana Bolena: "una mente fría, hábil y calculadora, muy activa detrás de unos ojos negros y hambrientos". Retrato de Hans Holbein. |
Wolf Hall fue traducida al castellano como En la corte del lobo, y yo simplemente
me pregunto: ¿por qué? ¿Qué sentido tiene pervertir el título de una novela de
esa manera tan burda? Wolf Hall era el nombre del palacio de la familia Seymour,
hoy en día desaparecido. La referencia al lobo es gratuita y absurda, porque
ninguno de los personajes en la novela de Mantel queda caracterizado como un
depredador. Otro ejemplo más, en mi opinión, de la preocupante tendencia a la mercantilización
descarada de la literatura, que busca un sensacionalismo infame con tal de vender. Mantel se merecía algo mejor.