8 jul 2013

Reseña: Mullumbimby, de Melissa Lucashenko

Melissa Lucashenko, Mullumbimby (St Lucia: UQP, 2013). 285 páginas.


Una de las cosas que más me llamó la atención en mis primeras salidas al campo australiano, hace ya muchísimos años, fue la omnipresencia de horrorosas vallas de alambre de espino por todas partes, circundando las propiedades. Desde los primeros momentos de la colonia penal, los invasores ingleses dividieron la tierra según sus foráneos y erróneos criterios, despreciando el saber ancestral de los oriundos. Las consecuencias de su estrategia colonialista siguen sufriéndose hoy en día, entre otras cosas, en términos de irreparables daños medioambientales.

Mullumbimby es el nombre de una pequeña población situada en el extremo nororiental del estado de Nueva Gales del Sur, entre Byron Bay (destino turístico en mi opinión extremadamente sobrevalorado) y las exuberantes sierras de la Gran Cordillera Divisoria, que preside la impresionante mole de Mount Warning y que esconden, entre muchas otras cosas, el pintoresco (por así decirlo) poblado de Nimbin.

Jo Breen, una joven mujer goorie (el pueblo indígena de esa zona de Australia) se ha establecido con su hija adolescente Ellen en una pequeña granja cercana a Mullumbimby, tras un agrio divorcio. Está orgullosa de haber podido adquirir, tras grandes esfuerzos, un pedazo de tierra en la tierra de sus ancestros. Además del duro trabajo que exige la granja, Jo trabaja cuidando del cementerio municipal.

El mayor mérito, a mi parecer, de esta novela de Lucashenko, es que logra transmitir al lector el sentido de unión, de conexión que ha existido durante decenas de miles de años entre los pueblos aborígenes y su tierra, entre los seres humanos y la naturaleza en el seno del continente australiano. El personaje de Jo, en este sentido, es el más pulido de todos. Jo comparte con otros personajes goories la desazón de vivir con la desdichada herencia de los “ladrones de tierras” blancos. Pero no todos los goories se rigen por el mismo código ético que lo hace Jo Breen.

La trama secundaria de Mullumbimby es el romance entre Jo y Twoboy, un atractivo joven aborigen que en nombre de su familia ha interpuesto una demanda reclamando el reconocimiento de título de propiedad nativo del área en la que se halla la granja de Jo. Como trama secundaria, el romance entre Jo y Twoboy no aporta nada que sea extraordinario, pero sin duda alguna le sirve a Lucashenko para apuntalar el desarrollo de la narración principal e intercalar algunos episodios humorísticos y con algunas dosis de acción y misterio.

Uno de los aciertos de Lucashenko es el uso de algunas palabras aborígenes no solamente en los diálogos sino también en la narración en tercera persona. La autora incluye las pocas palabras de la nación Bandjalung que todavía subsisten, además de palabras del inglés aborigen empleado en gran parte de Australia. Dicha inclusión insufla la autenticidad de la lengua que pertenece al lugar, y es algo que el lector agradece. Hay un breve glosario al final de la novela.

Palabras como yarraman, jagan o talga (caballo, tierra, música) poseen una curiosa cadencia propia; pero la mezcolanza de un registro muy bajo (muy realista y genuino sin duda, con abundantes palabrotas) con pasajes de un lirismo pulcro no cuaja. El problema se da porque Lucashenko superpone una voz omnisciente (la voz de la escritora educada, académica, que supuestamente narra la historia desde afuera) a la voz de Jo Breen, hasta el punto de confundir ambas. El resultado es en ocasiones un tanto chirriante, y resta valor al conjunto.


Con todo, Mullumbimby es una novela que muestra las tremendas dificultades a las que se enfrenta una mujer aborigen independiente en la Australia contemporánea. La portada reproduce un poderoso símbolo del que Lucashenko hace uso en la novela: un nido construido por una urraca nativa, utilizando un pequeño fragmento de alambre de espino oxidado. Con un pequeño fragmento de lo que es azote brutal de animales autóctonos (las heridas que sufren los canguros que quedan atrapados en las cercas son horripilantes) otro animal fabrica un hogar para sus crías.

2 jul 2013

Why I am worried - Por qué me preocupo


Anyone who knows me well enough should know by now that I don’t worry too much about my own future. Having (not literally) died once, what lies ahead for me has lost a great deal of its importance.

But I do worry about the two children I have left. I worry about the place where they are growing. I worry about the society they will be part of.

Today the ugliest side of Australian bigotry and intolerance showed its repugnant face. They bared their teeth and stretched their claws. They abused an Australian MP, a Minister of the Government, and displayed their hatred, their bile, their repulsiveness. What an utterly disgusting example they have set for the rest of the world.

I worry because I am well aware that these xenophobes vote; and it is just so easy for them to elect someone who may be prepared to give in to their vile demands, to their disgusting views in exchange for their votes. I am worried, but I am not worried for myself. I am worried because I would rather see my children grow up in a society where the hideous behaviour some moronic bigots have displayed today is not possible.


Cualquiera que me conozca lo suficientemente bien ya sabrá a estas alturas que no me preocupa demasiado mi propio futuro. Al haber muerto (no literalmente) una vez, lo que me depare la fortuna ha perdido buena parte de su importancia.

Pero sí me preocupo por los dos hijos que me quedan. Me preocupa el lugar donde están creciendo. Me preocupa la sociedad de la que serán parte.

Hoy la parte más fea de la intransigencia y la intolerancia en Australia ha mostrado su faz repugnante. Han mostrado los dientes y han sacado las garras. Han insultado a un miembro del Parlamento, a un Ministro del Gobierno, han exhibido su odio, su hiel, lo repulsivos que son. Vaya un ejemplo tan asqueroso que han dado al resto del mundo.


Me preocupa porque soy bien consciente de que estos xenófobos votan; y es tan fácil que elijan a alguien que esté dispuesto a ceder a sus despreciables exigencias, a sus asquerosas opiniones a cambio de sus votos. Me preocupa, pero no por mí mismo. Me preocupa, porque preferiría ver a mis hijos crecer en una sociedad en la que no sea posible la siniestra conducta de la que han hecho gala hoy unos imbéciles intolerantes.

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