Pasado ya el
medio siglo de existencia en este maltratado planeta nuestro, la idea de
escribir una autobiografía me ha pasado alguna vez – de forma harto peregrina,
debo añadir – por la cabeza. En realidad, no porque considere que no haya
vivido suficientes experiencias significativas o que pudieran despertar algo de
interés en un posible lector, sino porque, por un lado, no me veo invirtiendo
las numerosas horas necesarias en este cometido, y por otro lado no me fío de
mi memoria.
Quizás es por eso
que, cuando me cruzo con una novela escrita en clave autobiográfica, como es el
caso de Clever Girl, de la inglesa
Tessa Hadley, como el proverbial cartero, la idea vuelve a llamar en mi
subconsciente. ¿Quién es la chica lista de la novela de Hadley? Pues se trata
de Stella, recién cumplidos los 50, nacida en Bristol (ciudad que en la que
pasé una semana deliciosa hace unos veinte años) en el seno de una familia de
clase trabajadora. Stella cuenta la historia de su vida: criada en solitario
por su madre, en el primer capítulo rememora los recuerdos de su infancia,
episodios más o menos inconexos. En uno de ellos, al volver a su casa muy
temprano un sábado por la mañana, tras pasar la noche en la casa de su abuela,
descubre que su madre ha pasado la noche con un hombre (Gerry) quien al poco
tiempo se convertirá en su padrastro.
El puente colgante de Clifton, Bristol (fotografía de Joe D) |
El matrimonio de
su madre supone para Stella no sólo mudarse de domicilio: también habrá un
chamaco que añadir a la familia. En el nuevo barrio residencial conocerá a
Madeleine, vecina de su misma edad con la que entablará una amistad muy
duradera, y también a Valentine, un jovenzuelo atractivo, rebelde y algo
alocado. En su primer encuentro en la parada del autobús escolar, Valentine les
ofrece a ambas un porro. Al poco tiempo Stella y Val son lo que en inglés suele
llamarse item. Cuando la oposición de
sus padres llega a hacerse insoportable Stella se marcha de casa. Se queda
embarazada justo cuando Valentine escapa a los Estados Unidos tras un escabroso
affaire con su profesor de literatura.
La narración en
primera persona sigue pues la vida de Stella, tal como ella escoge contarla:
los difíciles años de su maternidad y la lucha por sobrevivir; el paso por una
comuna en una casa destartalada con personajes variopintos, con uno de los
cuales, Nicky, Stella concibe un segundo hijo. Pero Nicky muere apuñalado en un
absurdo incidente que truncará la comuna y el espíritu que la animaba. La
protagonista-narradora finalmente toma control absoluto de su vida, completa su
educación secundaria y accede a la universidad con treinta años; destacará por
su trabajo pero descarta seguir con una carrera académica para dedicarse a la
terapia ocupacional. Ya en su madurez conoce a un empresario, Mac, con quien
tiene otro breve lío. Unos años después Mac, ya separado de su mujer, vuelve a encontrarse
en su camino, y finalmente se casa con él.
No es ésta una
novela fácil de encasillar: pese a que suceden dos asesinatos, la trama no es
el aspecto más llamativo. Tampoco hay un estudio profundo de personajes: como en
la misma vida nuestra, aparecen y desaparecen personas. Algunas dejan huella en
nosotros – otras pasan tangencialmente por nuestras vidas, con más pena que
gloria. Lo curioso del caso es que la estructura narrativa que adopta Hadley no
parece apuntar a una situación crítica con un reencuentro en el desenlace. No
hay suspense propiamente dicho: es como si la creadora buscase hacernos creer
que se trata en realidad de una autobiografía. Y a veces roza ese límite.
Sin ser
deslumbrante, Clever Girl destaca por
el lenguaje altamente estilizado, descripciones escuetas pero elegantes y
precisas. El tono es exactamente el que cabría esperar de una licenciada en
letras, una mujer curtida en la vida, observadora, leída y sensible. Hay unas
claras dosis de intervención ‘autorial’ por parte de Hadley, cuando por boca de
Stella detiene brevemente la narración para adelantar o justificar sucesos
posteriores a los que está narrando.
Quizás el mejor
punto a favor de Clever Girl sea que no contiene excesivas pretensiones en ningún
sentido. Hadley parece querer enfatizar el hecho, muchas veces olvidado u
obviado, de que son todas esas pequeñas cosas cotidianas las que nos hacen ser
como somos, y que los sucesos más trascendentales, si bien pueden marcarnos y
dejar cicatrices imborrables, no cambian nuestra esencia fundamental, lo que
nos define como individuos.