16 feb 2015

Reseña: Let's Explore Diabetes with Owls, de David Sedaris

David Sedaris, Let's Explore Diabetes with Owls (Londres: Abacus, 2014). 275 páginas.

David Sedaris es colaborador habitual de The New Yorker, y de hecho hasta diez de las piezas que integran esta colección aparecieron anteriormente en la revista. A Sedaris se le suele catalogar como humorista o cómico, aunque trabaja en muchos medios y ha escrito libros para todos los gustos (que no he leído, me apresuro a añadir).

Let’s Explore Diabetes with Owls es una colección heterogénea, una mezcla de viñetas satíricas, fragmentos autobiográficos en clave humorística y monólogos dramáticos cuyos esperpénticos narradores se ridiculizan a través de sus propias palabras. Sedaris, por tanto, no busca la risa fácil, pero si a veces la consigue, no es porque sus escritos desplieguen el humor de manera evidente. Lo que se percibe (y con mayor frecuencia se agradece) es una airada ironía, la crítica velada de un observador paciente, o la hipérbole del cronista de una realidad absurda.

No es difícil identificar algunos de los temas que son fijaciones para el autor: los animales muertos (la taxidermia, el coleccionismo de ejemplares, la crueldad que los niños son capaces de infligir a inocentes animales), la inevitable discrepancia entre padres e hijos, los malos hábitos extendidos en nuestra sociedad actual, o incluso temas puramente escatológicos (‘#2 to Go’ cuenta las experiencias de un viaje a China, en donde “Una vez vi montones de flemas, relucientes como ostras recién desbulladas, en escalones y escaleras mecánicas. Las vi congeladas, tal si fueran manchas de aceite en las aceras, o supurando, pared abajo.” (p. 191, mi traducción)

Para mi gusto, lo mejor de este volumen son los autodestructivos monólogos. ‘I Brake for Traditional Marriage’ lo narra un hombre que, furioso porque el vecino estado de Nueva York ha aprobado el matrimonio entre personas del mismo sexo mata a su esposa, a su hija y a su suegra. “Puede que esto parezca injustificable, pero si la homosexualidad ya no es pecado, ¿quién puede entonces decir que matar también lo es? Si te sienta bien, hazlo; eso es lo que los legisladores del estado parecen decir. ¿A quién le importa lo que pueda pensar toda la gente decente?” (p. 168, mi traducción) El breve relato lo cuenta desde la celda de la comisaría a la que le han llevado tras atropellar a un chico (“casi seguro que era gay”) a la puerta de una escuela. Y explica que “si fuera gay, probablemente me soltarían” (p. 173), y acto seguido le planta un beso en la boca a su compañero de celda, Diego Rodriguez, inmigrante ilegal.

Jesus Shaves

Let’s Explore Diabetes with Owls es una lectura entretenida, pero me quedo con la certeza de que los relatos funcionarían mucho mejor en vivo, en el formato de standup comedy. Pienso que se pierde mucho en materia de entonación, pausas, esos guiños extratextuales que permite la lectura ante el público, la re-presentación de un texto en interacción con el público.

Por cierto, el poema que cierra el volumen bien podrían habérselo ahorrado, pues deja muy mal gusto de boca.

11 feb 2015

Reseña: Your Fathers, Where Are They? And the Prophets, Do They Live Forever?, de Dave Eggers

Dave Eggers, Your Fathers, Where Are They? And the Prophets, Do They Live Forever? (San Francisco: McSweeny's, 2014). 212 páginas.


El mercado editorial estadounidense tiene por costumbre añadir al título de los libros la etiqueta que identifica para el lector potencial el género al que pertenece. Véanse las palabras “A Novel” que siguen al largo y algo rebuscado título (procedente de Zacarías 1:5) de la última entrega de Dave Eggers, prolífico autor donde los haya. Pero el mero hecho de añadir una etiqueta a un título no convierte necesariamente a dicho producto en representante del género que identifica la etiqueta.

Me explico. Your Fathers, Where Are They? And the Prophets, Do They Live Forever? apenas llega a las 200 páginas, si es que alcanza dicha cifra. Dado que el libro consiste en una serie de diálogos (no hay ningún narrador ni ‘acotaciones escénicas’), por su longitud se halla más cerca de una nouvelle que de una novela propiamente dicha. De hecho, recuerda más a la parte dialogada de un guión de cine que a una obra de teatro; si fuera necesario catalogarlo, se podría decir que es un drama de rehenes, el consabido marco de diálogo entre secuestrador y su rehén. Pero en este caso, se trata de hasta seis rehenes, encadenados todos en un lugar diferente.

La obra se inicia en el Edificio 52, donde el treintañero Thomas ha encadenado a Kev Paciorek, astronauta de la NASA, a un poste. El edificio parece ser un hangar de una vasta base militar en la costa oeste estadounidense. Thomas somete al astronauta a un severo interrogatorio. Desde un principio es evidente que Thomas está muy enojado con el sistema: no puede comprender que su país haya abandonado el programa de la lanzadera espacial mientras “acabamos de gastarnos cinco billones [utilizo la acepción oficial de billón] de dólares en guerras inútiles. Eso se podría haber gastado para ir a la Luna. O a Marte. O en la lanzadera. O en algo que nos inspire de alguna manera, carajo. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que hicimos alguna cosa que inspirara a alguien, coño?” (p.25, mi traducción)

A medida que Thomas va desgranando la naturaleza y las causas de sus diversos y profundos resentimientos (progresivamente secuestra con ayuda de cloroformo a un congresista tullido retirado y veterano de la Guerra de Vietnam, a un antiguo maestro de su escuela primaria, a su propia madre y a un policía de su ciudad) el núcleo de la historia se mueve más hacia la muerte (asesinato más bien) de su “mejor” amigo Don Banh a manos de la policía de Marview, en un acto de violencia gratuita e injustificada, en una época en la que Don estaba pasando por una crisis existencial.

Pasados unos cuantos días Thomas añade a los cinco rehenes a Sara, una joven veterinaria a la que Thomas ha conocido por casualidad en la playa y de la que se ha enamorado a primera vista. Naturalmente, voy a abstenerme de dar más detalles que pudieran crear la impresión de un desenlace revelado antes de tiempo, en lo que se suele llamar destripe.

Thanks so much, Ms Kakutani! Fotografía: KristiEpperson
La principal crítica de The New York Times, Michiko  Kakutani, le pegó con una vara muy tiesa a Eggers por esta obra: “resulta ser una obra de ficción prolija, predecible y fatigosa, a la que le falta la sabiduría emocional y la prosa deslumbrante que han distinguido gran parte de la obra anterior de este autor” (mi traducción). A mí, que no soy nadie, me produce una cierta fruición saber que no estoy en absoluto de acuerdo con ella. Así como me maravilló What is the What (2006), me decepcionó y mucho The Circle, y me dejó bastante irritado A Hologram for the King (regalaré mi ejemplar al primero que me lo pida, por cierto – gastos de correo a cuenta del destinatario, claro está). En cambio, con Your Fathers, Where Are They? And the Prophets, Do They Live Forever? Eggers sí sabe capturar la atención del lector. Un personaje desequilibrado emocionalmente pero no violento como Thomas busca respuestas a preguntas muy pertinentes. En un dificultoso trabajo de dotación de voz propia a un personaje solamente mediante sus palabras en diálogo con otros personajes, Eggers lo utiliza como filtro a través del cual observar la realidad actual estadounidense, perdida en la búsqueda de un sueño que se ha desvanecido. No puede ser fácil construir un argumento complejo solamente con diálogos, pero Eggers lo hace.

En parte Eggers logra su objetivo porque los sorpresivos cambios de tono en Thomas son la mayoría de las veces muy convincentes, en especial cuando interroga con sobrado sarcasmo a su madre (a la cual acusa de haberle arruinado su vida) y al maestro de la escuela primaria. Menos creíbles son sus declaraciones de principios (“Soy un hombre con moral y con principios”, repite una y otra vez), y el secuestro de la veterinaria riza el rizo de la credulidad del lector, pero no deja de ser pasable.

Puede que el medio formal utilizado por Eggers no sea el más indicado, puede que sea algo ambicioso o simplemente peque de abusar de ciertas tendencias posmodernistas. No es, desde luego, el más flexible para una obra de ficción. Sin embargo, a través del perturbado Thomas el autor hurga en cuestiones muy relevantes y actuales: ¿estamos preparando/educando a los jóvenes para una vida que no va a hacerse realidad? ¿Por qué seguimos, como colectivo humano, sin un plan compartido para asegurar la dignidad y el bienestar de todos los habitantes del planeta? ¿Sirve de algo la vida que llevamos?

Aunque las preguntas que anteceden te interesen (personalmente sí creo que sean relevantes), no creo que secuestrar a media docena de personas y someterlas a un riguroso interrogatorio te vaya a dar respuesta alguna. Por si se te pasa por la cabeza.

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