21 oct 2016

Reseña: Sweet Tooth, de Ian McEwan

Ian McEwan, Sweet Tooth (Londres: Jonathan Cape, 2012). 320 páginas.
Felizmente, McEwan nunca dejará de sorprendernos. Desde que leí su primer libro, First Love, Last Rites, allá en la década de los 80, cuando estaba yo estudiando Filología Inglesa y McEwan ya se había labrado una reputación, hasta su novela más reciente, Nutshell, han pasado más de tres décadas. Como lector he disfrutado mucho con la mayoría de sus libros – no con todos. Saturday me enojó lo indecible, y he de admitir que le perdí la pista durante unos cuantos años. No creo exagerar cuando digo que McEwan sigue siendo uno de los mejores en su oficio.

En Sweet Tooth el autor inglés nos lleva a la década de los 70, al mundo de las agencias de inteligencia de aquella época; hoy en día las mismas agencias operan en otros ámbitos, pero no creo que el nivel de intromisión de los gobiernos en la producción cultural haya disminuido. Al fin y al cabo, la concesión de ayudas gubernamentales a escritores, artistas y creadores culturales no deja de representar una distorsión del mercado.

Así pues: década de los 70, Serena Frome nos cuenta que hace unos pocos años se graduó por la Universidad de Cambridge, donde cursó Matemáticas, aunque lo que verdaderamente le llamaba era la literatura. Tras una relación con un joven que todavía no ha salido del armario, Serena conoció a un viejo profesor, Tony Canning. Con él pasará muchos ratos inolvidables, escondidos de la mujer de Canning y del mundo; aprenderá mucho y llegará a adorar al maduro profesor.

Un día las cosas se tuercen, y Canning decide terminar la relación muy bruscamente. A pesar de ello, Serena decide presentarse a la entrevista de trabajo que le ha procurado su examante. Y consigue el puesto, dentro de la conocida agencia MI5. Comienza en un puesto meramente administrativo, pero a las pocas semanas le encomiendan su primera misión seria. Se trata de captar a un joven novelista afincado en Brighton para un proyecto de propaganda ideológica que contrarreste la amenaza soviética; el proyecto lo financiará el MI5 a través de una fundación fantasma cuyo principal estandarte es, por supuesto, la libertad.

Brighton Railway Station - a good place to shatter someone's fictional romance? Fotografía de Simon Carey
¿Quién es el objetivo al que deberá dirigirse la joven y atractiva Serena? Tom Haley. Una joven promesa de la escena literaria (McEwan le hace compartir el ficticio escenario de una velada literaria con un tal Martin Amis), los cuentos que escribe Haley (que muy bien podrían haber sido creaciones del McEwan de aquella época) le encantan a Serena. Tras conocerse en persona, la atracción mutua que sienten es irresistible.

Claro que para una agente secreta enamorarse de la persona a la que estás engañando no es la mejor idea, ¿verdad? Serena se mete en camisa de once varas: no puede revelarle a Tom la verdad sobre el origen del dinero con el que él la está invitando a cenar y beber a lo grande los fines de semana en Brighton, pero tampoco quiere desaprovechar el partido que la vida le ha puesto por delante, una vez que Tony Canning ha muerto en una remota isla del Báltico. ¿Ser o no ser?

No te cuento más, para evitarte un spoiler. Sweet Tooth tiene un sinnúmero de giros inesperados y guiños divertidísimos al tradicional thriller de espías, y todo ello ejecutado con la maestría que caracteriza la obra de McEwan. Solamente añado que el último capítulo es un gran colofón, el remate experto de un gran autor, quien hace como Juan Palomo, “yo me lo guiso, yo me lo como”.

La caracterización de Serena Frome es ciertamente exquisita, aunque habrá quien le encuentre defectos. La misoginia que se palpa en MI5 es escandalosa – eran al fin y al cabo los años 70.

Bajo la engañosa apariencia de una novela de espionaje y agentes secretos, McEwan crea un preciosista diálogo en torno a, e ingeniosa burla de, todo lo que se ha esgrimido como convenciones inevitables en la construcción de la novela. ¿Es el autor el que escribe o el que es escrito?

Sweet Tooth se publicó ya en España en 2013: en castellano, Operación Dulce (en Anagrama, traducción de Jaime Zulaika); i en català, Operació Caramel (Empúries, traduït per Albert Torrescasana).

13 oct 2016

Reseña: Make Something Up, de Chuck Palahniuk

Chuck Palahniuk. Make Somnething Up (Londres: Jonathan Cape, 201X). 317 páginas.
Dice el subtítulo de esta colección de cuentos de Palahniuk – el primer libro suyo que leo – que son ‘stories you can’t unread’, que vendría a ser algo así como ‘cuentos que no puedes desleer’. Pues bien, es ciertamente difícil desleer algo, pero por fortuna los lectores tenemos la posibilidad de olvidar lo que hemos leído y consignarlo a la papelera, llegado el caso.

Vaya por delante que a mi edad no me considero especialmente impresionable ni recatado. Creo que soy capaz de poner cierta distancia entre el material que leo y la interpretación personal que hago de lo leído. ¿Dónde quiero ir a parar con esto? Vayamos al grano: digamos que de las 23 historias que integran Make Something Up, más de la mitad no dan la talla. Lo cual no quiere decir que Palahniuk no logre sus propósitos de sorprender o molestar al lector. Puede que lo logre con otros, pero no conmigo.

Me explico. En las respuestas a una entrevista del 2 de noviembre de 2014 que apareció en The Observer, Palahniuk explicaba que con su literatura trata de “lograr los efectos de una alta cultura mediante los métodos de una baja. Me fascina la baja ficción que genera una respuesta física: lo que asquea al lector, lo que le da hambre o le excita sexualmente.”

A Palahniuk no le falta voluntad de ser transgresor en sus temas. Incluso hay alguna historia en la que la transgresión se produce en el lenguaje – es el caso de ‘Eleanor’, la segunda del libro, que exige una lectura muy intensa para poder sacarle todo el sentido a los juegos de palabras y malapropismos. Pero la mayor parte de sus transgresiones tienen que ver con las buenas costumbres y lo que mucha gente de bien llama ‘lo moralmente aceptable”.

En ese sentido, Palahniuk podría ser el heredero de Charles Bukowski, con la diferencia de que algunas historias de Bukowski realmente (me) hacían gracia. No es el caso con Palahniuk. Make Something Up comienza bien, en buena forma. ‘Knock-Knock’ cuenta la historia de un maltrato infantil a través de una retahíla de chistes basados en la consabida fórmula del “Toc-toc; ¿Quién es?”. Los chistes son a cada cual más vejatorio. Desde el punto de vista de la traducción este, como ‘Eleanor’, supondrá un enorme desafío para quien se atreva a intentarlo, si es que alguien se atreve.

Otras historias exploran el mundo del marketing y la promoción de productos a través de personajes sin muchos distintivos. En todos los cuentos hay algún elemento inverosímil y transgresor. Y ese es, en mi opinión, el punto débil de un libro como éste. El esquema de creación, en el que una situación dada o un atributo extraño o peculiar de un personaje es llevado a extremos, si no absurdos, sí increíbles, es tan repetitivo que cansa y termina por aburrir.

Conforme uno avanza en la lectura de estas narraciones, más y más frecuentes son las carencias. Así, por ejemplo, ‘Torcher’, en el que un ajado cincuentón se enfrenta al reto de descubrir quién puede ser un asesino – potencialmente en serie – en el transcurso de un gran festival al que acuden hippies, ninjas y otras numerosas tribus alternativas. No le encontré mucho sentido a situar una disputa familiar en ese entorno y hacer que la resolución de la trama pasara a ser la resolución de un conflicto doméstico.

En otro de los cuentos, ‘The Toad Prince’, un muchacho que caprichosamente ha contraído todas las enfermedades venéreas a su alcance ha desarrollado tal cantidad de verrugas en su miembro viril que éste ha alcanzado unas dimensiones absurdas. En mi opinión, no es cuestión de que sea mal gusto, sino de poca originalidad.

Ni siquiera el más largo de todos los cuentos, ‘Inclinations’ – que sobrepasa las 50 páginas – tiene una trama coherente. La historia se desarrolla en una institución que busca “corregir” la orientación sexual de muchachos adolescentes; al protagonista, Kevin, se le une un grupo de chicos que han ingresado, como él, únicamente con la intención de obtener una recompensa económica de sus padres cuando salgan de allí. Pero el lugar resulta ser una prisión de la que parece imposible escapar. Es una historia enrevesada, que abunda en momentos rayanos en el histrionismo, y que el autor soluciona con un crimen, un acto de ajusticiamiento sangriento, pero para nada inesperado.

Hay un candidato a la Presidencia de los Estados Unidos en el que muy bien se pudiera inspirar Chuck Palahniuk para seguir escribiendo historias de este calibre y naturaleza. Según parece, sus andanzas y comportamientos dan mucho juego o, mejor dicho, muchos jugos, pues al fin y al cabo parece ser éste un elemento esencial en la mayoría de los cuentos que escribe Palahniuk en Make Something Up.

I'll have a beer, thanks.

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