Christina tiene
45 años y vive con su madre, Rosa, en la pequeña granja tasmana donde creció. “Dos
mujeres disecadas que enfrentan un futuro incierto, aferrándose la una a la
otra. La verdad llegó como un acto de Dios. Arrasó sus vidas llevándose consigo
sus posesiones y experiencias, haciendo añicos sus recuerdos, recordándoles que
lo temporal e ilusorio que es el control que se tiene sobre la vida. Tras su
paso, queda la culpa. La culpa ha grabado a Christina como un tatuaje, ha
dejado cicatrices y costras del sarpullido que apareció al saberla por vez
primera, y que nunca la ha dejado. Una especie de llaga en braille marcada en la
piel que narra su historia. La verdad no fija nada. Para empezar, no le ha
devuelto a Bianca.” (p. 1, mi traducción)
Bianca es la hija
de Christina. Faltan 4 semanas para la Navidad. Bianca ha pasado el último año en
el extranjero, como maestra de inglés, o huyendo quizás de esa historia. El
abuelo Massimo murió poco tiempo después de que se supiera la verdad que ha
marcado a estas mujeres de tres generaciones de una misma familia de
inmigrantes italianos en Australia.
Jaffé nos cuenta
esa verdad en capítulos que alternan el pasado con ese presente inmediatamente
anterior al posible regreso de Bianca a Tasmania que tanto desea Christina. ¿Cuál
es esa verdad?
Unos diez años
antes, Christina consigue un suculento contrato para la empresa en la que está
empleada: la renovación de la casa de Jackson Plummer, adinerado hombre de
negocios de Sydney. Cuando él la invita a almorzar y posteriormente se la lleva
a la cama, Christina se cree afortunada. Se divorció del padre de Bianca y siente
que la soledad le estaba corroyendo y vaciando el espíritu.
Se inicia pues una
intensa relación, aunque Jackson nunca menciona la posibilidad de romper con su
esposa. Por eso la sorpresa es mayúscula cuando, tras uno de sus viajes de
lujo, Jackson le propone que busque una casa al oeste de Sydney, cerca de las
Montañas Azules, donde vivirán los tres como una familia.
Dicho y hecho: hay
una enorme casa vacía en mitad de una zona remota al norte de las Montañas
Azules. Un lugar aislado y aparentemente seguro, que en su momento perteneció a
un artista mediocre que cayó en desgracia. Christina pone todo su empeño (y
ahorros) en recuperar la casa y conseguir reconocimiento del lugar como
patrimonio histórico-artístico. ¿Quizás todo ese empeño y atención los haya
estado prestando en exceso o, peor aún, en detrimento de su hija?
En la composición
de esta novela la autora optó por no adoptar la estructura de un thriller: no
hay misterio que resolver, sino un crimen que castigar y una culpa que asumir y
arrastrar. Ya desde el principio se explicita que Plummer no resultó ser trigo
limpio: su crimen es abominable y pagará por ello.
Es Bianca quien
decide revelar al mundo lo que ha estado ocurriendo a espaldas de Christina.
Que la madre no sea cómplice no quita que dejara de velar por la seguridad de
su hija adolescente. Christina será objeto del juicio negativo de todos: de la
doctora que examina a Bianca; de la compañera de cuarto de Bianca en el colegio
donde estudia internada durante la semana; de la inspectora de policía que
llevará el caso.
También Rosa, la
abuela emigrada, le confiesa a Christina la verdadera razón por la que ella y
Massimo salieron de su pueblo y emigraron a Australia. El mal habita en todas
partes y tiene forma de hombre.
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Christina no puede seguir sentada. Recorre las sendas de gravilla de la rosaleda dando tumbos de aquí para allá, en un estado de agitación. El Disparate de Rosa, un tributo floral a todo lo que perdieron. La muerte y la destrucción, reemplazadas por un derroche de colores y olores que impregnan el aire. Pero Christina no puede dejar de preguntarse si el dolor de su madre sigue vivo. Si es posible alguna vez alcanzar un punto en el que el pasado cobre sentido. Rosa y Massimo crearon una distancia física respecto a su pasado y el tiempo había hecho el resto, pero ¿había cicatrizado la herida? Christina reflexiona sobre la contundencia de su madre y el pozo profundo de la bondad de su padre. No tiene ni idea de cómo eran antes de que aquellos sucesos cambiasen sus vidas. Dice el proverbio que lo que no te mata te hace más fuerte. Pero Christina no está tan segura de que sea cierto. (p. 263, mi traducción). Fotografía de kisaragitsuan. |
The Making of
Christina es una
narración muy trabajada: los cabos están bien atados y aporta un desenlace que
uno podría caracterizar como lógico, aunque predeciblemente feliz. Falla un poco
el ritmo narrativo en el nudo de la novela: no me queda claro que la historia
en torno al pintor Rivers y las maldades que pudo o no haber cometido en la
casa debiera haber ocupado tanto espacio en la novela.
En realidad, si la
autora hubiese optado por transformar la trama en un misterio, la obra habría
perdido buena parte de la fuerza que posee. Es un buen relato que muestra hasta
qué punto una persona puede no conocer a fondo a alguien con quien ha vivido
mucho tiempo y a quien ha confiado la seguridad y el cuidado de sus propios
hijos.