4 jun 2024

Reseña: Border Hacker, de Levi Vonk con Axel Kirschner

Levi Vonk con Axel Kirschner, Border Hacker (Nueva York: Bold Type Books, 2022). 330 páginas. 

En torno al cruce clandestino de la frontera entre México y Estados Unidos hay todo un universo de libros y películas (me vienen a la cabeza dos: La Bestia y The Three Burials of Melquiades Estrada, ambas muy recomendables). El recién condenado expresidente del país receptor de migrantes prometió construir un muro que extendiese la divisoria que el Río Bravo del Norte marca de forma natural. Como todas sus promesas, tenía mucho de bravuconería y muy poquito de realidad.

Border Hacker cuenta la rocambolesca historia de cómo uno de esos migrantes, Axel, es expulsado del país donde ha crecido (Estados Unidos) y deportado a Guatemala en un proceso tan absurdo (y posiblemente alegal) que resulta fascinante y francamente asombroso. Que alguien criado en las calles de Queens sea deportado a Guatemala donde ni siquiera lo reconocen como ciudadano guatemalteco no es una simple anécdota: es un motivo de vergüenza ajena.

El narrador principal es sin embargo Levi Vonk, periodista, antropólogo y alma caritativa que decide invertir su beca Fullbright en apuntarse al Viacrucis Migrante, una de las caravanas de personas que en la segunda década del siglo cruzaban México desde su frontera sur con la idea de llegar al vecino del norte. En realidad, no han cambiado tanto las cosas diez años después, pues desde el norte de Colombia, y atravesando en condiciones infrahumanas el Tapón del Darién de Panamá, el flujo de personas hacia Norteamérica no cesa en absoluto.

Hay quien le quiere poner puertas al campo (o al desierto en este caso, Arizona), pero nunca podrá ponérselas al hambre. Fotografia de Mobilus In Mobili. 

La historia: Levi conoce a Axel en uno de los refugios para migrantes en México. Axel es ya un veterano de la ruta migratoria y rápidamente se da cuenta de que Levi no durará mucho tiempo si no cuenta con alguien que vele por su salud y su vida y le ayude en un entorno extraño y peligroso. Cuando Levi oye el acento neoyorquino de Axel, comprende que su historia personal debe ser única, singular y audaz.

El relato tiene de todo: sinsabores, peligros, amenazas y algunos (pocos) momentos de cierta alegría que experimentan ambos en la ruta migratoria. Vonk denuncia las malas artes de toda una nebulosa de personajes que rodean y se aprovechan de estas personas desesperadas en una red que les tienden todo tipo de canallas, algunos lo bastante cínicos como para afirmar que están del lado de la justicia y la decencia. Por ejemplo, los propietarios de albergues que coaccionan cuando no esclavizan a quienes buscan trabajo para no morir de hambre mientras esperan su oportunidad de viajar a la frontera; abogados con aspiraciones políticas; siniestros personajes que buscan sexo o dinero a cambio de protección; e incluso la figura del sacerdote, la figura falsa que finge querer, proteger y atender las necesidades de los inmigrantes.

El contraste entre la experiencia de Axel y la ingenuidad de Levi Vonk da mucho juego. Las ‘confesiones’ en primera persona de Axel agregan una perspectiva picante al caldo de cultivo del estudio periodístico que realiza Vonk. Conforme pasan los años, Levi descubre que Axel está ocultando detalles o inventándoselos. Y cuanto mejor lo conoce, más tiende a desconfiar de la veracidad de sus explicaciones.

Un gran reportaje periodístico acompañado de las muy certeras observaciones de un personaje misterioso y semioculto, que sobrevive en la ilegalidad y se gana la vida hackeando por dinero y favores. Border Hacker es asimismo una denuncia del programa conocido como Southern Border, que Obama instauró como remedio a la molesta llegada de emigrantes a un país que se fundó en la inmigración y en la ocupación de las tierras de los primeros pueblos. ¿Por qué será que esos países que, en los siglos XVIII y XIX, se nutrieron de emigrantes europeos a porrillo y ahora, en el XXI, invierten billones en implementar políticas de disuasión de la emigración (cuando no de absoluta violación de derechos humanos). Yo vivo en uno de ellos y tengo algunas respuestas a esa pregunta, pero no es el momento ni el lugar para compartirlas.

Este es un libro trepidante, pero es también un poco desazonador por momentos. No sé si hace falta decir que algunas de las personas que Axel menciona en su relato no llegaron vivas a la orilla norte del Río Bravo.

18 abr 2024

Bridle Gap Trail

 
Bridle Gap Trail (la senda del Puerto de la Brida) se encuentra en Akira-Wilpena Pound, en el interior del Parque Nacional de Flinders Ranges, aproximadamente a unos 500 kilómetros al norte de Adelaida, en Australia Meridional. Una antiquísima acepción de la palabra pound es corral, una especie de aprisco natural. La foto aérea que sigue explica por qué los colonos que en el siglo XIX se adueñaron del paraje lo vieron como un lugar perfecto para guardar el ganado.
Parece el cráter de un volcán extinto o el lugar del impacto de un meteorito, pero no lo es. Wilpena Pound es producto de la erosión. La fotografia procede de Wikicommons y es de Cathcartw. 
El sendero parte del Visitors Centre del Parque Nacional, es de ida y vuelta y tiene una longitud total de unos 18 km. Forma parte, en realidad, de un sendero de gran recorrido, Heysen Trailque excede los 1200 km y conecta Parachilna, al norte de Wilpena, y Cape Jervis, el puerto desde el que zarpa el barco que lleva a la Isla de los Canguros.

En el inicio, la pista discurre junto al lecho del arroyo que abrió hace muchísimo tiempo una brecha entre las colinas. Junto al arroyo (que cuando llueve con cierta intensidad se convierte en un impetuoso torrente) están los árboles más grandes de la zona. En el interior de Wilpena y en las faldas de las colinas que lo forman, la vegetación es mucho menos alta y frondosa.
En la base, este 'viejales' tiene unos cinco metros de diámetro.
Es un sendero fácil en la mayor parte del trayecto: muy plano y libre de obstáculos y rocas. Únicamente en el ascenso a Bridle Gap es necesario levantar la vista y buscar las señales al tiempo que prestas atención al terreno, una mezcla de arena rojiza y rocas sueltas en las que dar un traspiés no es algo impensable.
La pista cruza el arroyo, por el que en esta ocasión todavía circulaba un poquito de agua. 
Uno de los brazos del arroyo, totalmente seco en abril de 2024.
Si los casi 19 km del paseo hasta Bridle Gap y regreso a tu alojamiento no te parecen suficientes o son demasiado fáciles, puedes añadir Wangara Lookout, un mirador al que se sube desde la vieja casa de la familia Hill, que intentó a principios del siglo XIX (sin éxito) establecerse en Wilpena. Es una subida corta y exigente, pero las vistas desde allí merecen el esfuerzo. Con ese desvío, la distancia total de la caminata supera los 20 km.
La casa de la familia Hill fue restaurada y sirve de almacén para los guardas del Parque. Hay incluso baños. 
Esta escultura la colocaron en el exterior de la casa. Refiere el origen de pueblo indígena de la zona. 
Desde el mirador de Wangara, Bridle Gap en primer término. Al fondo, las montañas de Flinders Ranges. 


Cerca de la casa de la familia Hill hay una serie de paneles explicativos que proporcionan dos puntos de vista sobre la vida en Wilpena a principios del siglo XIX. Son dos mujeres, Jessie Hill (por los colonos) y Eileen Coulthard (por los indígenas). En este, Eileen nos cuenta lo siguiente: «Recuerdo a nuestros mayores hablar de cómo habían cambiado las cosas cuando llegaron los blancos. En aquel entonces, el gobierno consideraba a los aborígenes como ganado en lugar de personas, y no se les permitía viajar o ni siquiera casarse sin obtener un permiso.
Pero si “renunciaban” a su estilo de vida tradicional, podían recibir una placa identificativa, que era como una licencia para poder vivir en el mundo del hombre blanco. Le permitía a una persona aborigen contar con algunos de los derechos básicos que los blancos daban por hecho. Para muchos, esa era la única oportunidad que tenían para superar la pobreza y conseguir trabajo, educación y las ventajas de las prestaciones sociales.
Ello impactó en muchas familias, e incluso con la “placa identificativa” estábamos sometidos a muchas restricciones y nos enajenaron de nuestras tierras».
Aviso para caminantes: Heysen Trail no es sendero de un día...
Cerca de la casa todavía pueden apreciarse los lugares donde la familia Hill trató de cultivar trigo. Las brutales y persistentes sequías en una zona semidesértica pusieron punto final a la aventura.
La subida a Bridle Gap.
La fina arena rojiza de Bridle Gap.
La vista de Flinders Ranges desde el punto final del sendero.

Otra vista desde Bridle Gap. En la distancia, la superficie blanca de la sal de Lake Torrens.
El límite del parque y la continuación del Heysen Trail.
La fauna es abundante en Ikara-Wilpena. Debajo, algunas especies que pueden verse entre los árboles y cerca del alojamiento. 


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