El narrador de Driving Short Distances es Sam, un
hombre joven (27) que en estos tiempos tan difíciles se ha visto abocado a un
fracaso empresarial, y quien, como cabría esperar, ha sufrido un fuerte
descalabro psicológico. Ha vuelto a la casa de su madre (el padre es una figura
ausente, o más bien huida, y severamente denostada por algunos). Sam parece
dispuesto a volver a recomenzar desde cero.
That Sam I am, that Sam I am... Am I that Sam? |
Fruto de una
conversación con la madre, un cincuentón llamado Keith Nutt se ofrece a darle a
Sam una oportunidad de trabajar y recuperar de alguna manera su confianza y
autoestima. La paga es exigua, y el trabajo, según vamos descubriendo, consiste
en acompañar a Keith en su deambular automovilístico de una oficina a otra,
recorriendo distancias muy cortas, en un lugar que parece insinuarse como un
indeterminado pueblo sin alma de Inglaterra.
Keith habla y
habla y habla. Le cuenta historias sin un propósito claro a Sam, quien se
conforma con esperarle en el coche (un Audi A4 con el volante a la izquierda,
es decir, europeo) y de vez en cuando charlar los recepcionistas de los lugares
que visitan. Poco a poco Sam parece asentarse en una rutina: de hecho, el
almuerzo es casi siempre lo mismo. Dos empanadas de carne que compran cada mañana
en la panadería del pueblo, donde las empleadas hacen gala de un descaro que
enoja a Keith, pero divierte a Sam.
En la panadería, dos empanadas y... una rosquilleta. |
Con el paso de
las semanas y los meses, Keith le asigna otras tareas al joven. Entre ellas,
sacar a su perrita Cleo a pasear y hacer sus necesidades. Sam está empezando a
conocer a Keith mucho mejor. Sabe, por ejemplo, que, cuando se reúne con sus
amigos en el pub, en vez bebérsela, vacía su pinta de cerveza tras una planta
del jardín. Sabe que vive solo, que se siente tremendamente vulnerable en
compañía de mujeres a las que ya conoce, que es un gruñón y que en realidad
menosprecia a los jóvenes, y asimismo que le cuesta horrores reconocer que
puede estar equivocado. ¿Por qué está entonces sirviéndole de mentor a Sam?
Y qué decir de
Sam: un chico desintonizado con el mundo actual, frágil de carácter, inseguro
de sí mismo, un bicho raro en muchos sentidos. ¿Están hechos el uno para el
otro?
Una verdadera obra de arte, Sam |
El detonante de
la resolución de esta historia se produce cuando Keith le pide a Sam conducir.
Un día, mientras está haciendo marcha atrás para aparcar, Sam golpea el coche y
daña las luces de freno y el parachoques trasero.
Contada así,
quizás la historia no le resulte muy atractiva a muchos lectores, pero el hecho
es que los dibujos de Winterhart Driving
Short Distances son elocuentes, dan a entender mucho más que las palabras
que los acompañan, complementando el texto perfectamente. El autor presta mucha
atención a los pormenores físicos, y la narración de Sam es lo bastante escueta
como para no distraer al lector del componente gráfico, que es el predominante
en la obra.
Incluso para
alguien como un servidor, que hasta hace apenas un par de años no tenía apenas
interés por la novela gráfica, Driving
Short Distances ha resultado ser una deliciosa lectura. Los dos personajes
principales reciben al mismo tiempo un tratamiento humorístico sin perder la
sobriedad, en un relato que detalla lo trivial de sus vidas, que vendrían a ser
las vidas de una infinidad de personas, y aun así Winterhart consigue con ello encender
una chispa de interés.