John Gray, Seven Types of Atheism (Londres: Penguin: 2018) 170 páginas.
La idea de que no
que no existe un ente supremo que haya creado el mundo no es nueva. Esa es una
de las primeras observaciones en este curioso y sugestivo librito del filósofo
inglés John Gray. El ateísmo, viene a decir Gray, incluye cualquier religión
que carezca de la creencia en un Creador, así, en mayúsculas. Ya en las
antiguas Grecia, Roma, India y China hubo tendencias, llamémoslas religiosas,
que no precisaban de confiar en un ser omnipotente. Por lo tanto, cuando
hablamos de ateísmo, no debemos únicamente considerar los sistemas de
pensamiento materialista más modernos.
Para mí, lo mejor
y más atractivo de este libro es cómo Gray trata de probar que la formación
religiosa que todos hemos recibido influye de manera decisiva en nuestra
concepción del mundo. Dicho de otra manera, el ateísmo secular, lo queramos o
no, contrae una enorme deuda tanto metodológica como epistemológica con la
religión cristiana principalmente, en tanto que se adhiere al concepto de progreso
como objetivo o meta de la humanidad: “Cuando la religión en la Europa del
siglo XVIII comenzó a ser reemplazada por credos seculares, no se abandonó el
mito cristiano de la historia como drama redentor, sino que fue renovado por
medio de uno de progreso mediante los esfuerzos colectivos de la humanidad.
Nada de este calibre pudiera haberse desarrollado a partir de las religiones
politeístas, las cuales dan por hecho que los seres humanos siempre tendrán
metas y valores dispares.” (p. 25, mi traducción )
Ideas y conceptos
binarios como el bien frente al mal, que se esgrimen sin ningún pudor en
sistemas de pensamiento que niegan la existencia de un dios, son claramente
herencia de sistemas religiosos como el cristianismo, que tanta influencia ha
tenido (y tiene) en el mundo actual: “Para quienes creen en el progreso [no me
cuento entre ellos, que conste] cualquier regresión que pueda ocurrir puede ser
únicamente un alto temporal en una marcha de progreso hacia un mundo mejor. Sin
embrago, si se observa el registro histórico sin esos prejuicios modernos, uno
tendrá dificultad en detectar un hilo continuo de mejora. El triunfo del
Cristianismo trajo consigo la casi destrucción de la civilización clásica.
Bibliotecas y museos, templos y estatuas, fueron demolidos o desfigurados a
gran escala en lo que ha sido descrito como ‘la mayor destrucción de arte que
el mundo haya visto’. La vida diaria se vio constreñida con una represión sin
precedentes. Aunque no había en el mundo pagano ni una pizca de la preocupación
liberal por la libertad individual, el pluralismo en los modos de vivir era
algo aceptado con completa naturalidad.” (p. 26-27, mi traducción)
El libro cubre la
historia de las filosofías ateístas en siete capítulos. De ahí los siete tipos.
El itinerario incluye a grandes figuras del pensamiento y de la literatura a lo
largo de la historia. Desde John Stuart Mill a Bertrand Russell o Marx, pasando
por Nietzsche, Schopenhauer, el Marqués de Sade, Ayn Rand, Hitler, Empson,
Santayana, Joseph Conrad y Spinoza, entre muchos otros. Mención aparte merece la inclusión de un
delirante visionario anabaptista del siglo XVI, Jon Bockelson, y su breve
reinado en la ciudad alemana de Münster.
Jan van Leiden, también conocido como John Bockelson. Vivió apenas 25 años, pero llegó a autoproclamarse Rey de la Nueva Jerusalén. |
La idea que me
quedo de este libro es que muchos confundimos el aborrecimiento de la iglesia
cristiana (no solamente la católica) con un sistema filosófico ateísta. Gray
viene a recalcar que no son conceptos perfectamente opuestos, puesto que .
Según él, el ateísmo en estado puro no existe, pues todos hemos sido influidos
y modelados en sistemas educativos que han inculcado la idea de la divinidad o
la providencia (contra la cual nos hemos rebelado, sin duda, pero más contra
sus representantes que las ideas mismas).
Además de judío, ateo. Baruch Spinoza lo habría pasado en grande en la España de 1492, ¿verdad que sí? |
En relación con
la tradición estoica y Spinozista, dice Gray que “las libertades liberales
solamente pueden tener un valor indirecto para el conjunto de la humanidad.
Tampoco pueden tener mucho valor para los pocos que son racionales, quienes
serán tan libres viviendo bajo una tiranía como lo serían dentro de un régimen
liberal. […] La única libertad que importa es la libertad interna, la cual
consiste […] en la aceptación de todo en este mundo es como debe ser.” Abrazar
esa idea de libertad propia, interna, para pensar como uno quiera puede parecer
algo simplista o incluso indulgente, y desde luego no resuelve ninguno de los
muchísimos problemas que enfrontamos en nuestra época. Pero si, como mínimo, esa
brizna de libertad te permite delimitar un espacio propio, de paz interior,
vale la pena buscarla. Pienso que la negación de la existencia de una divinidad
creadora, superior o de la naturaleza que sea es algo tan obvio que ya ni siquiera
hace falta aseverarla.
Seven Types of
Atheism es un libro de erudición,
pero muy ameno. Gray escribe de la manera más clara y comprensible. Está ya
publicado en castellano (Siete tipos de ateísmo) por Sexto Piso, en traducción
de Albino Santos Mosquera.