15 abr 2015

Wave Rock

La erosión, el paso de los siglos y el capricho propio de la naturaleza se han aliado pata formar esta curiosa muralla de granito que semeja una ola de esas cuyas dimensiones y especial curvatura muchos surfistas bien quisieran poder aprovechar.


Wave Rock, esta curiosa atracción turística, se halla en las afueras de un pequeño pueblo de Australia Occidental llamado Hyden (población 400 habitantes). Forma parte de una cadena de bajas colinas muy desgastadas por la erosión. Se calcula que comenzaron a formarse hace unos 60 millones de años. En los alrededores de Hyden se pueden visitar también lagunas saladas y la característica vegetación de la sabana australiana. Si no fuera por Wave Rock, Hyden ni estaría en los mapas.


Un dato curioso: a fines del siglo XIX, cuando la zona comenzó a ser colonizada y explotada por los europeos, abundaban los árboles de los que se extrae la madera de sándalo. Hoy en día apenas quedan unos pocos ejemplares. Los europeos cortaron la mayoría de ellos sin preocuparse de llevar a cabo una repoblación.

13 abr 2015

Reseña: The Whole Story and other stories, de Ali Smith

Ali Smith, The Whole Story and other stories (Londres: Penguin, 2003). 178 páginas.

Hay libros que te dejan una enorme interrogante después de su lectura. Con unos, puede tratarse del consabido regusto amargo que te causa su patente mediocridad (“¿Quién tomó la decisión de publicar este bodrio?”). Con otros, la pregunta puede girar en torno a si un enfoque alternativo o someter al texto a una revisión severa mejoraría el libro de manera sustancial. Ninguno de los dos casos anteriores puede aplicarse a este volumen de relatos (el tercero de la novelista escocesa y el primero suyo que he leído).

La principal característica de los relatos de The Whole Story… es que no son cuentos en el sentido más tradicional y acostumbrado de la palabra. En todos ellos prima el artificio narrativo por encima del argumento, y el resultado es que su lectura pueda parecer a ratos una pizca cargante. Es decir, una vez establecida la idea generadora del relato, la autora parece preferir concentrarse en lo más abstracto y teórico de la creación ficcional en vez de desarrollar los personajes y crear una línea argumental plausible, que no implica necesariamente verosímil. El planteamiento es por tanto sumamente entretenido, incluso hilarante en ocasiones (por ejemplo, en el caso de ‘May’, una mujer se enamora perdidamente de un árbol, y lo hace hasta las últimas consecuencias, mientras que la reacción de su marido ante este inesperado enamoramiento es llevado también al extremo de lo insólito).

Teniendo en cuenta la fecha de publicación de este volumen (2003), cabría naturalmente apostillar que se trata de un conjunto harto original en las técnicas de construcción experimental del relato, riesgoso y aventurado en el tratamiento del aspecto argumental de una historia como algo si no accesorio, al menos secundario. Dudo que sean muchos los lectores que declaren sentirse plenamente satisfechos con la lectura de estos relatos de Smith. Doce años después, no resultan una lectura fácil, pese a que las ideas que los sostienen son en casi todos los casos originales, insólitas, brillantes.

Tomemos por ejemplo el primer relato, irónicamente titulado ‘The Universal Story’, en el que la intervención (casi me atrevería a denominarla una constante intromisión o intrusión) de la voz narradora es patente desde la primera oración:

Había una vez un hombre que moraba junto a un camposanto.
Bueno, vale, no era siempre un hombre, en este caso particular era una mujer. Había una mujer que moraba junto a un camposanto.
Aunque, a decir verdad, en realidad nadie usa esa palabra hoy en día. Todo el mundo dice cementerio. Y ya nadie dice moraba. En otras palabras:
Había una vez una mujer que vivía junto a un cementerio. Cada mañana al despertarse miraba por la ventana de detrás de la casa y veía…
De hecho, no es así. Había una vez una mujer que vivía junto – no, en – una librería de lance. Vivía en el piso de la primera planta y llevaba la librería que ocupaba todo la planta baja. (p. 1, mi traducción)  
El relato sigue progresando a fuerza de saltos, y pasa de la librera a una mosca que se posa en el lomo de un libro, un ejemplar de El gran Gatsby, para volver a la mosca y su historia vital y retomar luego la historia de ese ejemplar de la novela de Fitzgerald y cómo pasó de mano en mano hasta terminar en la librería, en la que un joven entraría una tarde y compraría no solamente ese ejemplar sino todos los ejemplares de la novela de que disponía la librera, para luego entregárselos a su hermana, artista experimental que construía barcos con materiales extraños que irremediablemente se hundían al poco de botarlos en el agua. El relato, pues, no tiene ni un auténtico principio ni un verdadero final, y diríase que ése es el elemento definitorio del ‘cuento’ (y por extensión, de todo el volumen) que parece querer resaltar Smith.

Que el viento le hinche las velas...

Otros relatos se configuran en torno al diálogo entre dos personajes (marido y mujer, preferentemente), que aportan sus puntos de vista en torno a un mismo argumento que no termina de desarrollarse ni alcanza un desenlace propiamente dicho. Es el caso del ya mencionado ‘May’; también ‘Being quick’, en el que una mujer cree tener un encuentro fortuito con la Muerte en una estación de trenes, y tras la parada forzosa del tren en el que regresaba a casa a causa de un accidente mortal en otra estación, decide regresar a casa siguiendo las vías del tren hasta que unos trabajadores la obligan a salir de la vía férrea. Y en 'Believe Me', este diálogo plantea la infidelidad confesada por un yo al que el interlocutor responde con una rocambolesca inversión de los términos que la primera confesión había establecido, explorando los límites de la confianza y la veracidad que se ponen a prueba en toda relación sentimental y forzando al lector a un posicionamiento frente a estos bosquejos de personaje: ¿es el yo hombre o mujer? ¿Y su interlocutor? ¿Qué tipo de relación percibe usted, lector, en esto que le propongo?

Otros relatos cuentan con tres voces (o personajes, si se prefiere) y sus correspondientes puntos de vista. ‘Paradise’ lo componen tres relatos de un mismo día contados por tres hermanas huérfanas en un pueblo cercano a Loch Ness. Kimberley McKinley es la gerente del turno de noche de la hamburguesería local cuando unos ingenuos chicos locales tapados con pasamontañas tratan de llevar a cabo un atraco. Gemma trabaja a bordo del barco que lleva a los turistas (“fuckers”, según la tripulación) por el loch, vendiendo paquetes de papas, refrescos y bebidas espirituosas cuando el bar está abierto. La más pequeña, Jasmine, se emborracha entre las tumbas del cementerio local. En un hogar sin padres, Kimberley es imperturbable y madura, Gemma esconde un carácter avinagrado detrás de una fachada servicial, mientras que Jasmine…es Jasmine. Es ciertamente un relato memorable.

Del resto de relatos de The Whole Story and other stories cabría destacar dos: ‘The Start of Things’, en el que Smith vuelve a adoptar el juego de las dos voces para contarnos una pelea conyugal que (aparentemente) termina en reconciliación cuando ambos se dan cuenta de que se han quedado fuera de la casa en medio de una fuerte nevada. Y 'The Heat of the Story', un curioso cuento de Navidad, en el que tres mujeres de distintas edades entran ebrias a la misa del gallo, arman un considerable escándalo y terminan en la calle contándose historias, expulsadas de la iglesia por el sacerdote.

Los demás relatos se titulan ‘Gothic’, ‘Erosive’, ‘The Book Club’, ‘Scottish Love Songs’ y ‘The Shortlist Season’, del que incluyo aquí un párrafo traducido.

Semilla de sicómoro Fotografía: Lofaesofa (Laurence Livermore)


Llevaba unas hojas enganchadas en la capucha del suéter. Se cayó algo. Cuando llegó al piso rebotó bastante alto e hizo un ruido sorprendentemente seco para ser algo tan pequeño, y lo recogí. Era una semilla de sicómoro, su única aleta estaba nervada como una especie de piel y le daba a la semilla un aspecto surrealista: una pequeña avellana voladora, un ala a la que le hubieran acoplado una cabeza encogida, un pez que era casi todo él aleta. Pero el dependiente de la galería detrás del mostrador de venta de postales me estaba observando con algo de interés, de modo que volví a poner la semilla en el interior del suéter junto con las hojas, lo doblé y me lo puse encima del brazo y escuché cortésmente cómo me decía que la entrada era gratuita, que los folletos sobre la exposición eran también gratuitos y que los catálogos ilustrados costaban £16,30. (p. 144-5)

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