10 may 2018

Eka Kurniawan's Beauty is a Wound: A Review

Eka Kurniawan, Beauty is a Wound (Melbourne, Text, 2015. 498 pages). Translated into English by Annie Tucker.
Eka Kurniawan’s novel was first published in 2002, and it was only thanks to the tenacious effort by the translator, Anne Tucker, that this epic Indonesian saga about a cursed female dynasty finally became available to English-language readers.

The novel occasionally feels more like a series of tales joined by a common thread, which in this case is Dewi Ayu, the fiercely independent woman whose resurrection after twenty-one (yes, 21!) years of her death is narrated in the first chapter. This is a book that has almost everything: love, sex, violence, rape, torture both physical and psychological, incestuous relationships, politics, folklore, religion, magic, ghosts, myths. The list could go on and on.

Dewi Ayu is born just a few years before the Japanese Imperial Army invades colonial Batavia and subjugates the local population while their Dutch masters flee the island of Java. Her story of survival during imprisonment in a camp and forceful prostitution for the Japanese officers is an amazing one, and Kurniawan spares us no detail. Thanks to her Weltanschauung, her cheery yet fatalistic view of life around her, Dewi Ayu triumphs over the war, the Japanese and the despotic patriarchal men in authority once independence is declared for Indonesia.

She gives birth to three daughters, Alamanda, Maya Dewi and Adinda. They are all beauties and they will be, just like their mother, lusted after by various men. Alamanda’s beauty, legendary, creates the profound antagonism between Shodancho, a military officer with a penchant for breeding fierce dogs, and Kliwon, an idealistic youth who ends up becoming the local Communist leader. Shodancho takes up the task of massacring Communists with gusto, only to have his by then wife Alamanda begging for Kliwon’s life. She will promise her love to Shodancho (who had raped her before and during their marriage) if Kliwon is allowed to live.

And he does indeed remain alive. However, he is exiled, tortured, humiliated and degraded beyond what is tolerable on an island called Buru (the very island where Suharto kept thousands of political prisoners during his regime).

Most of the novel is set in a fictional town called Halimunda, surrounded by jungle and mountains to the north and the ocean to the sea. Dewi Ayu, the grandchild of Dutch plantation owners, is initially raised as a privileged mixed-race girl, but the advent of war will put an end to her wealth and her liberty. Given her legendary beauty and no less fabulous love-making skills, she will manage to remain self-reliant and powerful in her own way. She is by far the most powerfully-depicted character, and her life story, together with her three daughters’ life stories, combine to create a richly imaginative and humorous epic. By contrast, male characters seem rather flat in their unwavering adherence to violence or their indecision.

Author Eka Kurniawan at the 2017 Goteborg Book Fair. Photograph: Peter Norrthon.
Annie Tucker’s translation is a true gift to 21st-century literature. Bearing in mind that Beauty is a Wound was first published in 2002, two years before Bolaño’s 2666, we need ask ourselves if it is just mere coincidence that two works by two writers who had never heard about (let alone read) each other have much in common. The world of Kurniawan’s novel is one where the beauty of women is a burden, almost a curse, to them. The violence men direct at them echoes the brutality Bolaño was denouncing in Mexico.

A great work of literature. Highly recommended.

16 abr 2018

Reseña: Democracy and Its Crisis, de A. C. Grayling

A. C. Grayling, Democracy and Its Crisis (Londres: Oneworld Publications, 2017). 225 páginas.
Democracia. Qué bonito concepto, ¿no? El gobierno del pueblo, la soberanía popular. ¿Está en crisis? Pues, viendo lo que está pasando en muchos de los estados considerados inveteradas democracias, diríase que sí. El filósofo británico Grayling escribió este ensayo en reacción a lo que él considera prácticamente un golpe de estado: el Brexit. Razón no le falta, pero el ensayo que A.C. Grayling proporciona en Democracy and Its Crisis semeja en algunos momentos más una pataleta que un riguroso análisis.

El libro se compone de dos partes bien diferenciadas. En la primera hace un escueto estudio de la historia de la democracia como concepto y su evolución hasta nuestros días. Desde el rechazo de la democracia por parte de Platón (en tanto que éste la veía como el gobierno de la muchedumbre y una más que probable deriva hacia el caos) hasta los pensadores ya archiconocidos: Hobbes, Locke, Rousseau, de Tocqueville, Spinoza, John Stuart Mill et al. Un somero repaso a las ideas y razonamientos que sostienen el concepto de democracia representativa que se ha erigido en forma dominante de la civilización contemporánea sobre el planeta (hecho innegable: tienen lugar elecciones legislativas en una amplia mayoría de países – otra cosa, y bien diferente, es si esas elecciones son verdaderamente democráticas, limpias y transparentes).

Estatua de ministro franquista, demócrata de toda la vida. La calle es mía, la foto no. Fotografía de Iago Pillado..
En la segunda parte Grayling aborda los males que la aquejan y las posibles soluciones. Por ejemplo: “Hay otras razones más que las ya obvias por las que importa la defensa de los principios subyacentes de la democracia representativa, […] Una es que una importante parte del problema de la política es la política misma, y que debe reconfigurarse el lugar de lo político en la vida de un estado o de una comunidad nacional. La otra es la necesidad de que haya en las escuelas una educación cívica de carácter obligatorio, y que exista el voto obligatorio, con una matización respecto a que el voto comience a los dieciséis años de edad.” (p. 7, mi traducción) Si los más jóvenes pudiesen votar, otro gallo cantaría. Como arguye en muchas ocasiones mi esposa T., no tiene sentido que voten ancianos cuyo uso de la razón roza el cero absoluto mientras chicos y chicas de 16 y 17 años se ven privados del derecho a escoger a quienes van a regir sus vidas por unos cuantos años.

¿Qué problemas identifica Grayling? Pues no debiera costarnos muchos identificarlos: órganos legislativos que no exigen cuentas a sus ejecutivos (el caso del Reino Unido con el referéndum del Brexit es evidente); segundo, la carencia de la más elemental educación cívica y política del electorado (éste es un mal que aqueja al mundo entero, pese al riesgo de generalizar en demasía); y tercero, la manipulación y tergiversación de la información mediante poderosas herramientas tecnológicas (sí, señor Zuckerberg – eso es exactamente lo que ha pasado delante de sus narices, ¿y usted sin enterarse?)

 True, hard-working democrats getting ready for brekky. Como dice mi amigo Gustavo: ¡y que revienten los pobres! Fotografía: Pepe Madrid.
Así pues, ¿qué es lo que un orden verdaderamente democrático precisa? Dice Grayling: “… esencial para algo que merezca dicho nombre es la posibilidad de debate, la libertad de expresión y de reunión, y el debido proceso de ley que proteja al pueblo del arresto y el castigo arbitrarios, muy especialmente en relación con temas de opinión.” (p. 32, mi traducción) Tomen nota, MPuntoRajoy y cía.

Que no todas las estructuras e instituciones de los estados democráticos están cumpliendo su función cabalmente es algo que cae por su propio peso: de lo contrario, no habría desempleados, ni gente desamparada, ni pensionistas que malviven ni marginados de toda clase y condición. Es decir, no habría tanta desigualdad como innegablemente existe (y sigue creciendo): “Cuando crece la desigualdad, cuando la brecha entre las capas superior e inferior de la sociedad se vuelve palmariamente considerable, surgen los problemas. Esa es una enfática lección de la historia. Los demagogos capaces de atribuir la desigualdad a la inmigración o a las egoístas élites insensibles que controlan el gobierno, o ambas cosas, pueden así promover una oleada populista de la cual pueden sacar tajada. Pueden tratar de remodelar el orden político y económico según su patrón preferido, el cual con frecuencia no será, por supuesto, probablemente una mejora para el pueblo cuyo apoyo han explotado para conseguirlo.” (p. 116-7, mi traducción)

Con frecuencia se mira a los EE. UU. como gran modelo a seguir en la implantación de los ideales democráticos. Y, sin embargo, el reciente fenómeno de la elección del narcisista más inepto que haya visto el mundo en los últimos tiempos como presidente es motivo de inquietud para Grayling: “La disposición estadounidense a revisar el orden constitucional está tan limitada como lo está el fundamentalismo religioso en su planteamiento para revisar su visión de un texto sagrado.” (p. 112, mi traducción) Como en otros lugares, el texto constitucional se ha convertido en credo inviolable, y el sistema que se sustenta en él defiende su legitimidad con uñas y dientes, y no cede un ápice ante las demandas de reforma. Ay, cuán largo me lo fiais.

Grayling sugiere que el voto debiese ser obligatorio, y cita Australia como ejemplo. Aun con la obligatoriedad de presentarse en los colegios electorales el día de los comicios (que no es lo mismo que votar), el sistema australiano es manifiestamente imperfecto. Cuando se creó la Federación, los ‘padres’ de la Commonwealth australiana se aseguraron de que una minoría rica de terratenientes anglosajones tuviesen mayor peso del que les corresponde en las decisiones de gobierno. Las pruebas son evidentes: en 2016, el partido de los Nacionales (en coalición con la derecha Liberal desde siempre) obtuvo 10 escaños con el 4,6% de los votos, mientras que Los Verdes, que consiguen regularmente más de un 10%, solo consiguieron 1 escaño.

Como escribía ayer, el ciudadano o la ciudadana contemporánea se enfrenta a un inquietante dilema. ¿Qué es preferible: exigir el respeto de los gobiernos a su derecho a las libertades civiles, aunque el sistema político te deje en la ruina y poco a poco te mate de hambre, frío/calor o con la contaminación (o las cuatro cosas a la vez), o renunciar a ellas a cambio de un modelo de producción que te garantiza un crecimiento económico cercano al 10% anual?

Pero bueno, no hagas preguntas tan difíciles, haz el favor, que estamos a lunes.

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