7 oct 2022

Reseña: The Coconut Children, de Vivian Pham

Vivian Pham, The Coconut Children (Vintage Australia, 2020). 282 páginas.

La década de los 70 vio la llegada de miles de refugiados vietnamitas, mayoritariamente del sur de Vietnam, a Australia. En Sydney muchos de ellos se establecieron en el barrio del suroeste de la metrópolis que se conoce como Cabramatta. Adaptarse a un nuevo país y una nueva cultura nunca es fácil, algo que esta novela (que representa el debut de esta autora australiana de origen vietnamita) explicita en la narración que hace Sonny Vuong de su adolescencia en la década de los 90.

Ya en los años finales de la secundaria, Sonny vive con sus padres, su abuela y su hermano pequeño en una casa de Cabramatta. Desde muy joven se ha sentido atraída por su vecino Vince Tran, quien al comienzo de la novela está celebrando su salida de un centro de detención para menores. Significativamente, una de sus primeras acciones es la quema de la bandera australiana que ondea en el patio del instituto. A Vincent Tran los jóvenes vietnamitas de Cabramatta lo reciben como a un héroe. Todo lo contrario que su propia familia. Su padre lo desprecia. El sentimiento es recíproco porque el padre de Vince tiende a la violencia cuando bebe en exceso.

El centro comercial de Cabramatta (Sydney). Fotografía de Maksym Kozlenko. 
La imagen que quiere transmitir el título es ciertamente hermosa: las palmeras cocoteras dejan caer sus frutos, que con frecuencia cruzan el mar y llegan a lugares lejanos donde echan raíces y crecen. The Coconut Children es por lo tanto la idea de los jóvenes vietnamitas en Australia como el fruto de una importante y enriquecedora diáspora.

La novela tiene muchos altibajos en términos de fluidez narrativa. La forma en que presenta Pham el proceso del paso a la adultez y el despertar sexual de Sonny es más bien melindrosa. La historia habría ganado mucho más interés y valor si hubiera profundizado en las terribles consecuencias que la distribución de heroína tuvo en la zona en esa época. Pham pasa apenas de puntillas por el tema, blanqueando la realidad de la utilización de menores de origen vietnamita por parte de capos sin escrúpulos.

Go, Coconut, float across the waves and take roots elsewhere!
Fotografía de Sarathkumaran Ranganathan.

Sonny sueña con poder salir de Cabramatta algún día e imagina que será Vince quien lo haga. Pham revela un terrible episodio de niñez de la joven Sonny. Tanto ella como Vince han tenido que superar momentos muy duros en sus cortas vidas. Pero ello se debe a motivos diferentes de los que afectaron a las generaciones que huyeron de Vietnam: la madre de Sonny todavía recuerda la peligrosa travesía en barcos atiborrados de gente, que con frecuencia eran atacados por piratas en medio del océano.

La idea que genera The Coconut Children dista en principio de ser ordinaria. El principal problema que tiene la novela, en mi opinión, es el hecho de que Pham escoge adoptar el punto de vista narrativo de una Sonny adolescente, pero es en realidad una mujer adulta la que está contando su historia. El contraste entre los dos puntos de vista es evidente y estridente.

Pudiera ser una historia universal de migración y adaptación a un nuevo entorno sociocultural, pero el sentimentalismo dominante de la Sonny adolescente empaña bastante el efecto total. Pham podría haber invertido más esfuerzos en intentar acercarnos al laberinto identitario en el que vive la segunda generación emigrante y menos en las sensibleras divagaciones e ingenuidades de la niña que se está haciendo mujer. La novela funciona mucho mejor cuando Pham renuncia a esa voz inmadura y trabaja con sus bazas de buena escritora, que sin duda las tiene.

Te dejo la traducción del prólogo de The Coconut Children.

Prólogo: Le dijo la pequeña ola al tsunami...

La luna llena flota en el firmamento nocturno como una catarata. El cielo ha hecho la vista gorda e ignora a la gente de la patera. Pero vosotros lo veis todo, ¿no? Ahí va, una diminuta barca pesquera que lleva a doscientas almas, un exceso de cuerpos suspendidos por encima de apenas una brizna de agua. Es aquí donde se reúnen el mito y la memoria. Donde la Historia viene a soñar despierta, inmortalizada en tinta, pero con la muerte en las mentes.

Él os está llamando: Ông bà tổ tiên. Los ancestros. Aquí está él, sentado bajo una maraña de piernas, brazos y destinos. Mi padre. Vuestro hijo. Le habéis visto crecer, desde que era un chiquillo que se chupaba el dedo pulgar hasta que se volvió un muchacho retador. Lo conocéis muy bien: No os molesta en tu lugar de descanso sin tener sobradas razones. Ha pronunciado vuestros nombres únicamente en sus oraciones, para ofrendar las primeras frutas de la nueva cosecha, pero ahora os convoca porque anoche murió un bebé, demasiado joven para poder entender a qué sabe la leche materna. Suavemente lo dejaron reposar en el mar desde el lado de la embarcación, mientras todos miraban en un aciago silencio, medio esperando que el océano envolviese al muerto recién nacido como si fuese una manta, o que el chiquillo aprendiese a nadar en el último instante.

El silencio es otra suerte de ahogamiento. También hubo piratas, con taimadas sonrisas que abarcan el horizonte entero y unos machetes oxidados por el agua del mar, que os robaron generaciones de oro y a todas las mujeres bonitas. Mirad a vuestro hijo, el heredero de vuestra piel bañada por el sol. Puede que el resto del mundo olvide vuestra muerte, pero él es la única prueba de que alguna vez vivierais.

Ancestros, he oído historias sobre vosotros. Vosotros y yo somos dos clases de espíritus. Mi padre ni siquiera ha imaginado mi llegada. Aún estoy a dos décadas de distancia. Soy una bruma por nacer, una concentración de gotitas de rocío, mil efectos ópticos que todavía no ha punzado la sangre. El vuestro es un cuerpo ligado a la tierra que desobedece a las lápidas. Vuestros desordenados huesos tienen sus propias ideas. Extrañáis los brazos y piernas que os faltan. Vuestra mano os escribe cartas de amor. Vuestro espíritu está impregnado de sufrimiento, bastante como para que os dure hasta la eternidad. Conocéis suficiente a la muerte como para ponerla a hacer otros recados.

¿Le daréis pues una bendición? Lo justo para hacer que la barca se mueva un poco más deprisa. Y quizás un poco de sobra, para que se lo guarde en el bolsillo para su próximo viaje.

Mi padre piensa en las bombas y en las florecillas que están cayendo en todo el mundo. Aquel viejo poema le viene a la cabeza. El que escribió un desgraciado leproso que quería amar a alguien, pero no soportaba que nadie lo mirase.

¿Quién quiere comprar la luna? Yo os la venderé.

Oh, quién fuera joven y muy pobre, y pensar que el mundo te pertenece. Y eso resulta ser casi verdad. 

27 sept 2022

Ressenya: Dropbear, d'Evelyn Araluen

Evelyn Araluen, Dropbear (St. Lucia: University of Queensland Press, 2022 [2021]). 104 pàgines.

No és gens habitual que un llibre de poesia guanyi premis literaris. En el cas de Dropbear, el llibre va guanyar un premi prou especial: el Stella Prize, un guardó que des de l’any 2013 condecora tots els anys un llibre escrit per una dona australiana. Un aspecte diferent d’aquest premi és el fet que no fa cap distinció entre gèneres: tots tenen el seu espai.

El mateix títol del llibre ens insinua una visió irònica, fins i tot satírica. Es tracta d’una criatura imaginària, una enganyifa que seria una mena de coala sanguinari i agressiu que es deixa caure dels arbres sobre turistes desprevinguts i els ataca amb ullals afilats.

The dropbear! Ai quina por! Fotografia de Yamavu.
Dropbear és un llibre eclèctic: combina poemes amb peces curtes de prosa i fins i tot microcontes. El seu to general és subversiu, mordaç i divertit, però també tallant com un vent glacial. Araluen posa la seva mira en l’herència colonial que continua essent part no només del cànon literari australià sinó del seu sistema polític que es reflecteixen tan escandalosament en les desigualtats entre l’establishment de l’Austràlia anglosaxona i els seus pobladors originaris.

No li fan falta metàfores per a fer-se entendre. Les seves composicions prenen les preocupacions més actuals de la nostra societat en la segona dècada del segle: els drets de la població indígena australiana, el desastre mediambiental i el canvi climàtic, la manca d’igualtat social, el sistemàtic emblanquiment de la realitat històrica colonial. Són potser qüestions incòmodes, però hi ha en Dropbear molt d’ humor en la juganera reconstrucció intertextual que fa de referències ben conegudes.

Per posar un exemple, en ‘Playing in the Pastoral’ l’autora fa servir eines tipogràfiques per a fer una deconstrucció del discurs clàssic pel que fa a la interpretació de les terres australianes després de la colonització:

“The evocation entanglement entrapment of convictions complexes consequences which have, since invasion, haunted structured hallowed settler responses to, and representations restraints of Aboriginal land home and its custodians, ruptures at its most revolting readable in Australian poetics. / L’evocació embolic parany de conviccions complexos conseqüències els quals han, d’ençà la invasió, perseguit estructurat les respostes sagrades dels colons a, i representacions controls de la llar terra aborigen i els seus custodis, es trenca en el seu punt més repugnant llegible en la poètica australiana.” (p. 19; la traducció és meva)

En Dropbear hi ha denuncia i ironia. En una peça dedicada als poetes australians clàssics i contemporanis (‘To the Poets’) escriu Araluen:

“Potser el que us han fet a vosaltres, també m’ho han fet a mi?

Al principi, esporuguits, només coneixíeu aquesta terra com un lloc hostil, amb mancances. Aquí no trobàveu cap marca vostra. L’horror relliscava sublim mentre construíeu cases i cerques i esglésies. La primera destral que va abatre un eucaliptus. [...] Els nostres ossos han cimentat els vostres edificis, els vostres poemes, però durant tot aquest temps hem estat marginats, a la perifèria i en les reserves. [...] Agafeu la llengua de les nostres boques sagnants i poseu-la dins de les vostres cançons.” (p. 36, la traducció és meva)

Araluen declara una lluita sense donar quarter al cànon literari colonial. En el poema ‘The Trope Speaks’ [Ens parla la metàfora] escriu:

[...] The trope offers an aesthetic hybridisation of Eurocentric and Aboriginal culture wherein all that is fundamentally alienating to the white settler gaze is translated into jargon and misappropriated cryptomythology. / La metàfora ofereix una hibridació estètica de la cultura euro-cèntrica i la cultura aborigen, dins la qual tot el que és fonamentalment alienant a la mirada del colon blanc es tradueix al seu argot i una cripto-mitologia esbutxacada.” (p. 32; la traducció es meva).

Dropbear és una col·lecció d’escrits que col·loquen a una jove indígena australiana al front d’una lluita justa i necessària, la qual és encara molt més urgent ara, quan un nou rei britànic s’asseu al tro que el fa sobirà australià i al Parlament es debat atorgar veu pròpia als pobles i nacions indígenes. Tot i la ràbia que sens dubte fa acte de presència en moltes de les peces que componen el llibre, n’hi ha també tendresa i estimació per aquesta terra, la seva fauna i flora i molta esperança pel seu futur.

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