13 oct 2023

Reseña: Walk me to the Corner, de Anneli Furmark

Anneli Furmark, Walk me to the Corner (Montreal: Drawn & Quarterly, 2022). 228 páginas. Traducido al inglés por Hanna Strömberg.

'Hey, that's no way to say goodbye'. Leonard Cohen y Julie Felix, diciembre de 1967.

Elise publica un artículo sobre la ansiedad causada por el cambio climático y los problemas de sueño en la sociedad actual y acude a un acto cultural, donde conoce a Dagmar. Elise está casada con Henrik, tiene dos hijos ya adultos; por su parte, también Dagmar está casada (con una mujer llamada Ann Charlotte) y tiene dos hijas. Pero durante el breve tiempo que dura el acto y al despedirse, entre ambas ocurre algo indefinible y surge una atracción que conduce a lo que Furmark titula 'Lo inevitable'.

El comienzo de lo inevitable...
Si para Elise zambullirse en una relación sentimental con Dagmar es algo completamente extraño, novedoso y, en cierto modo, inexplicable, para Dagmar ese magnetismo que ambas han descubierto es tenaz e irrenunciable. Elise se lo confiesa a Henrik, quien, completamente dolido se aleja poco a poco de ella y encuentra refugio o consuelo en una compañera de la universidad. A Dagmar, en cambio, no le entra en la cabeza la idea de renunciar a la estabilidad de su unidad familiar. Sin embargo, sigue pidiéndole citas a Elise.

Utter miserableness... Henrik y Elise con la abogada. 
Walk me to the corner es una historia inusual. Pocos autores escogerán una historia de atracción sensual y romántica entre dos mujeres adultas. Furmark lo hace. Y es a través de una novela gráfica con delicados dibujos sin encuadre. Los diálogos son frecuentemente textos enviados de un teléfono móvil a otro, apenas unos pocos caracteres. Mucho más comunicativos pueden resultar los dibujos que ocupan toda la página o páginas repletas de dibujos sin palabra alguna.

Como si fuera un parque de atracciones, y de pronto, se encienden las luces...

Con una refinada paleta de colores suaves, Furmark transmite lo que es un drama intensamente emocional. El último capítulo, 'Amusement Park', concluye la historia de la mejor manera posible. Un buen libro con una estupenda traducción al inglés a cargo de Hanna Strömberg.

29 sept 2023

Reseña: The Comfort of Strangers, de Ian McEwan

Ian McEwan, The Comfort of Strangers (Londres: Penguin Random House, 2016 [1981]). 166 páginas.

Hace más de 30 años, de regreso a mi València natal tras el habitual viaje estival a Europa, conocí en el tren a una joven pareja alemana (los dos eran estudiantes en la Universidad de Heidelberg, si no recuerdo mal). Siendo ya bastante tarde a la hora en que llegamos a nuestro destino, les ofrecí alojamiento por una noche en el viejo piso familiar, vacío en aquella época. La electricidad estaba desconectada pero sí había agua. No era lujo alguno, pero les permitía ahorrarse un dinerillo. El caso es que aceptaron, a la mañana siguiente se fueron a buscar una pensión barata en el centro y no volví a verlos nunca más. Por suerte para ellos, a principios de la década de los 90 yo no era un asesino psicópata. Ahora, en 2023, ya me he hecho demasiado mayor para ese tipo de hobbies.

No había leído esta novela de McEwan hasta ahora. Era una especie de borrón en mi carrera lectora que me apetecía arreglar. The Comfort of Strangers se publicó en 1981, hace 42 años (ahí es nada) y ciertamente no ha envejecido tan bien como un buen vino tinto. Aunque en sus páginas uno puede detectar al estupendo McEwan de la novedosa, inquietante y refrescante The Cement Garden, la premisa básica de esta novela es, en buena medida, fallida. Desde el mismo comienzo, la trama apunta claramente a un tema siniestro (¿Un crimen pasional? ¿Un asesinato con tintes sexuales?). Pero tan pronto como se explicita la interacción de los únicos cuatro personajes que podrían catalogarse como tales, resulta bastante evidente que el elemento sádico va a jugar un papel importante en la historia.

Un breve resumen de la trama nos lleva a una ciudad italiana con muchos canales y góndolas, a la cual han ido de vacaciones Colin y Mary, una pareja inglesa de mediana edad (ella está divorciada, él no tiene ni interés ni prisa alguna por cambiar su estado civil). A veces parecen hablar en un código propio, según el cual lo que no se dice tiene mucho más significado que lo dicho. Su idea de unas vacaciones no difiere de la de muchos otros: dormir, beber, fumar marihuana y sexo.

La tercera o cuarta noche, en vez de salir del hotel con tiempo para elegir un restaurante antes de que les cierren, salen a las nueve y sin mapa. Por supuesto, se pierden y se quedan sin cenar. Ahora en 2023, McEwan no podría haber usado ese recurso: ¿Quién no tiene acceso a un mapa en su teléfono móvil, o en su defecto, pregunta al primero que encuentra por la calle?

Como para salir de noche sin conocer la ciudad, sin mapa y sin destino. El laberinto veneciano se está hundiendo, por cierto.
Famélicos, cansados y desorientados, encuentran a Robert – aunque la sintaxis es no es la correcta – es Robert el que los encuentra a ellos. No es tan difícil encontrar ‘por casualidad’ a alguien a quien has estado vigilando desde su llegada a la ciudad. Robert ejecuta a la perfección el papel de perfecto anfitrión en su ciudad: los lleva a su bar, los emborracha y los invita a dormir en su casa. ¿Perverso, siniestro y ominoso, me dice usted? Eso es poco.

Y digo que es poco porque apenas unas horas después, y antes de la cena, Robert le propina un fuerte puñetazo en el estómago a Colin sin venir a cuento. Si tan mal te sienta el entrante, ¿Por qué te quedas hasta los postres? Y si Mary descubre que Colin está en alguna de las fotos que Robert tiene en su salón, ¿Por qué no salen corriendo? Cualquiera con dos dedos de frente lo haría, ¿no crees?

Pese a la elegancia, el buen hacer técnico y la creación de una atmósfera tan lóbrega y siniestra como las mismas mazmorras de la Santa Inquisición, no todo vale por amor del suspense. Como apuntaba una de las reseñas del libro que he consultado: «Puede que un autor se salga con la suya haciendo que sus personajes resulten ser ingenuos, pero tan pronto como el lector mismo les grita y les llama idiotas por seguir la trama de la novela, cabe decir que el autor ha perdido el control de su propia narración» (mi traducción).

The Comfort of Strangers tardó bastante tiempo en publicarse en castellano y en catalán. Apareció una década después, en 1991, como El placer del viajero (la traducción del título es un tanto extraña, la verdad) en Anagrama (traducido por Benito Gómez Ibáñez). I en català es va publicar l’any 1997 amb el títol El confort dels estranys, amb traducció de M. Trias, en Destino. Possiblement estiguin ambdues ja descatalogades!

Un pelín decepcionante.

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