28 dic 2017

Jordi Coca's En caure la tarda: A Review

Jordi Coca, En caure la tarda (Barcelona: Edicions 62, 2011). 222 pages.

Who is Miquel Gironès, and what does he do on Earth? Unless the two foregoing questions raise a modicum of curiosity in you, read no more.

For Gironès, in terms that everyone understands almost immediately, is basically a loser. A sixty-odd-year-old, grossly overweight Catalan businessman, who is bored to death with both himself and the life he leads. Quite possibly, a Fascist, too.

Gironès has arrived home from yet another week of work. Barcelona has been drenched with rain for the last few hours, so his shoes, socks and trousers are soaked and changing into dry clothes has become such a drag for him, it almost makes you feel sorry for him.

Except that it does not. Not then, not ever. And what’s more, a perverse reader might even rejoice when Gironès finds he has left the car lights on and has to yet again walk in the blasted downpour to turn it off. Off you go, sodden sod!

Through over 200 pages Coca provides a detailed account of Mr Gironès’s remarkably mediocre life. The only son of a doctor and his unexceptional wife, Miquel never stood out either as a student or as a sportsman. He’s a man of his times: insecure, uneducated, full of racist and misogynistic prejudices, quickly approaching a likely painful death. As soon as he gets home, he turns on the tele. Rather than cooking himself a healthy dinner he prefers to drink a can of beer and try and deceive his stomach with a tiny tub of yoghurt.

The bulk of the narrative is made up of his interior monologues, his twisted thoughts on the past. And what sort of a past can such a mediocrity have? This is where En caure la tarda certainly gains traction. We learn that Gironès did have a wife, Ester, who kind of adored him at the beginning. However, things soon started changing. Gironès fancied Ester’s sister, Agnès, and she kind of obliged. Somehow his wife found out, they were arguing while driving somewhere and an accident happened. That was 30 years ago. Ester died at the scene. Agnès stayed around for a while until her conscience dictated she had to kick him out of her life.

For over thirty years Gironès has been living a lie, but he feels little remorse over this. If anything characterises him, it’s his laziness, his unwillingness to make any effort at all to change things for himself. Jordi Coca’s skilful depiction of Gironès renders him as a ridiculously pitiful, overindulgent and spineless wimp.
Yes, ‘cause the way I go about my life, everyone’s telling you stories. Nonsense, gossip, most of it in any case spares you the need to read. There's no need to read anything. News flies past so fast. Nowadays everyone’s up to date with everything through everyone else’s comments. Culture, which Agnès liked so very much, has turned into shit. She liked to show off about culture. Let all poets kill themselves! The vast majority of paintings in the most prestigious museums are completely worthless. Straight away Gironès would admit to himself that he enjoyed this kind of verbal terrorism.

"Yes, because I harm nobody, no one starves because of what I think. And here, in the bathroom, in this tiny space, seeing my massive face in the fogged-up mirror, is where I best articulate my brilliant ideas on the world. If I was able to press the little button that would make everything blow up, would I do it? If for a moment I was God and I had the possibility of erasing the whole of creation itself, life and everything that exists, those galaxies that are light years away, what we can see and what we cannot, if I could restore the void, would I? Yes, I think so, boooommm!!!! My image would vanish from the mirror, the street would disappear, to hell with the migrants and all those annoying people, politicians and bankers being blown to pieces, doctors painfully disintegrating, planets and stars exploding just like soap bubbles, a thorough clean-up, leaving just the emptiness, the silence…” (p. 217, my translation) Fotografía: Traquair
The novel alternates between first and third-person narration, which makes the story flow more smoothly than if a first-person only approach had been used. Even so, many ideas and episodes of Gironès’s life are repeated all too often, which slows down the minimum plot there is.

Many questions may nevertheless arise for a conscientious reader. Did Jordi Coca have in mind any actual person known to him when creating Miquel Gironès? How much of a Gironès does each of us have? And since it is out of the question for us readers to feel pity for him, should we really recommend En caure la tarda?

While I cannot answer the first two, I would not hesitate to mention Jordi Coca’s book to anyone who enjoys serious literature and can keep a safe, sane distance between themselves and the protagonists of fiction.

24 dic 2017

Reseña: Amnesia, de Peter Carey

Peter Carey, Amnesia (Melbourne: Penguin, 2014). 377 páginas.

Olvidar, todos olvidamos algo (o mucho) con el paso de los años. Pero cuando el conjunto de la sociedad borra de su memoria colectiva sucesos y hechos decisivos, difícilmente esa sociedad pueda encontrar las pautas de progreso que puede necesitar. La amnesia a la que Carey hace referencia es la relación de Australia con la superpotencia norteamericana. En 1975, el gobierno de Gough Whitlam fue defenestrado tras una oscura trama palaciega en la que los EE. UU. jugaron un papel determinante.

El protagonista de Amnesia es un periodista de mediana edad ya en el declive de su carrera profesional: Felix Moore (sus compañeros de profesión se burlan de él con la coletilla ‘Moore-or-less correct’) recibe la visita de un empresario, Woody Townes, que le ofrece dinero para que escriba la biografía de la joven hacker (otros la llamarían ciberactivista) Gaby Baillieux, a quien las autoridades estadounidenses atribuyen la creación de un programa informático ("Angel Worm") diseñado para liberar a solicitantes de asilo encarcelados en las instalaciones australianas, pero que debido a las conexiones corporativas existentes infecta también los sistemas de EE. UU.

Habiendo perdido recientemente un caso de difamación y obviamente arruinado, a Felix la oferta le viene de perlas. Lo que no sabe es que se ha embarcado una larga odisea que le va a llevar de Rozelle, un barrio de Sydney, al rascacielos más llamativo del horizonte de Melbourne, luego a una casa en el campo de Victoria, y de allí ser trasladado a un islote en el estuario del río Hawkesbury al norte de Sydney, y finalmente a un motel en Katoomba, en las Montañas Azules. Todo un peregrinaje por la costa oriental de Australia, pero ¿huyendo de qué o quiénes? ¿Están protegiendo a una ciberterrorista a la que quieren extraditar las autoridades?

'Ni Celine ni Woody me habían dicho que tenía que quedarme en la Torre Eureka, y sin embargo, su silencio, mientras accedíamos al edificio más alto de Melbourne, parecía confirmar que ésta sería mi casa. Al pasar el piso número cincuenta, los oídos se me taponaron, Mientras seguíamos ascendiendo, experimenté un placentero murmullo en la nuca, una muy particular excitación que llega, inevitablemente, cuando a uno lo arrojan a una situación decadente sin que sea en modo alguno culpa suya.' (p.40, mi traducción). Fotografía de MelbourneStar, 2017.
Gaby es la hija de Celine Baillieux, a quien Felix conoce desde su juventud. En la primera parte de Amnesia, Felix es el narrador que rememora sus años universitarios y sus escarceos amorosos con Celine. Para enmarcar el relato subversivo de Gaby en un aura de heroína australiana, Felix retrocede en la historia hasta las circunstancias en las que la abuela de Gaby, Doris, salió del Brisbane de la II Guerra Mundial, embarazada tras sufrir una violación a manos de un soldado estadounidense. Carey aprovecha este relato para situar al lector en la llamada Batalla de Brisbane de 1942, cuando soldados australianos y estadounidenses se enfrentaron en las calles de Brisbane en una serie de algaradas y choques violentos.

No es la primera vez que Carey trata el tema de la equívoca relación de aliados que Australia ha tenido con EE. UU. a través de las décadas: ya lo hizo en The Unusual Life of Tristan Smith (1994). En Amnesia, sin embargo, la denuncia es más explícita:
“En nuestro principio estuvo nuestro fin. Nuestra victoria [esto es, la de Whitlam] desencadenó una operación encubierta cada vez más intensa que finalmente acabaría con el gobierno electo y lo apartaría del poder.Después se diría que había sido la recesión mundial la que había destruido el gobierno de Whitlam. Está claro que no ayudó. Pero Nixon ya había hecho a Marshall Green su embajador antes de que golpease la recesión. Marshall Green era el mismo tipo que había supervisado los golpes de estado en Indonesia en 1965 y en Camboya en 1970.¿Por qué no vimos lo que el nombramiento del experto en golpes representaría para nosotros? ¿Porque el pez piloto cree que nadar al lado del tiburón es algo seguro? ¿Porque nosotros no éramos Chile? ¿Porque pensábamos que era nuestro país y que podíamos hacer lo que quisiéramos en él? Nuestros recién elegidos representantes podían de hecho realizar una incursión en nuestros propios servicios de seguridad y leer toda la desinformación que había en sus archivos secretos. ¿A quiénes pertenecían esos servicios de seguridad? Los norteamericanos pensaban que a ellos. Nosotros sabíamos que eran nuestros. Nos emocionaba ver las bóvedas de ASIO abiertas a la intemperie.Fuimos ingenuos, por supuesto que sí. Seguimos pensando en los norteamericanos como aliados y amigos nuestros. Los criticábamos, claro que sí. ¿Por qué no? ¿Acaso no los queríamos? Cantábamos sus canciones. Nos habían salvado de los japoneses. Sacrificamos las vidas de nuestros amados hijos en Corea, y después en Vietnam. Nunca se nos ocurrió que se cargarían nuestra democracia. De modo que cuando sucedió, a la vista de todos, nos olvidamos de ello inmediatamente.” (p. 136-7, mi traducción)
No obstante, Amnesia se centra en otros temas que ahora en (casi) 2018 siguen, en demasiados casos, aparcados, si no en la inacción, sí en la indiferencia general: La corrupción (que sin llegar a las colosales dimensiones en las que tiene lugar en otras tierras, sigue ocurriendo). El abuso del poder. La humillación y marginación de los pueblos indígenas. El deterioro del medio ambiente y la extinción de especies. La encarcelación y denigración injustificada y falsaria de los ya pocos solicitantes de asilo que llegan a nuestras orillas…

Sobre los aspectos más puramente literarios de Amnesia, puedo decir que es una narración algo caótica, especialmente en la segunda mitad, en la que los puntos de vista narrativos se enmarañan y pueden enredar al lector más atento. Pienso que Carey no quiere ofrecerle misericordia alguna al personaje/narrador Felix Moore, quien va construyendo su relato sobre la base de unas cintas grabadas por Celine y Gaby, escribiéndolo en una Olivetti, tras haber sido abandonado en una casucha en medio de un islote, sin inodoro, sin apenas comida, pero con mucho vino peleón para que le inspire.

Como suele ser habitual en Carey, los personajes sobresalen por encima del armazón de la novela. Woody Townes destaca por encima de todos: un carácter redondo (en todos los sentidos de la palabra), bufón y siniestro a un tiempo, que trata de manipular a Moore con su dinero y su red de influencias de gran calado.

Amnesia es una obra cuya esencia es absolutamente australiana, tanto como True History of the Kelly Gang, y también se inscribe en la larga trayectoria creativa de Carey y su insistencia en jugar con los maleables límites entre ficción y verdad. Por ejemplo, hace coincidir la fecha de nacimiento de Gaby con la destitución de Whitlam (11 de noviembre de 1975), para luego profundizar en los eventos y tendencias que influyen en su formación dentro de una familia de la tradicional izquierda laborista australiana, que no sale bien parada en la historia.

16 dic 2017

Reseña: La hora difícil, de Ricardo Steiner

Ricardo Steiner, La hora difícil (Lobos: Cien kilómetros, 2011). 82 páginas.
Esta brevísima colección de cuentos del argentino Steiner parece quedarse en bien poco. Son tan solo seis relatos, muy cortos todos ellos, pero se tratan de relatos intensos, impregnados de una inquietante visión del mundo. En el que abre el librito y que le da el título, Martín rememora las circunstancias vitales que rodearon su relación con su amigo Orlando y el fatal resultado final de esa relación. Dice Martín en el día en que entierran a Orlando: “Todas las horas son la misma hora, menos hoy. Hoy es la hora difícil.” El relato termina con una entrada en el diario de Martín (o una nota mental que se hace a sí mismo) en la que se apremia a comprar una droga en la farmacia que disolverá en la comida de sus hijos y esposa antes de abrir la manija del gas al máximo.

‘El patíbulo’ es un brevísimo relato (tres páginas) en el que un condenado a muerte confiesa sus terrores. No es el miedo a la muerte (simbolizado en el Muro frente al cual los guardias del pelotón de fusilamiento realizan el Pase de los penados) sino el terror a la condena, a la ausencia de posibilidades de evitar el paso inexorable de un tiempo sin esperanza.

"El campo se extendía frente a nosotros sin miedo a perderse, la llanura desigual parecía cubrirlo todo.", de 'Las manos de un hombre' (p. 44-5). Fotografía de Mushii (2007)
A este le sigue ‘Las manos de un hombre’, que cuenta la historia de Tenorio, cuyas “manos acusaban el doble de los años que el hombre llevaba encima” como consecuencia de “una vida difícil”. La historia la narra el compañero de faenas de Tenorio tras la muerte de éste: ambos habían partido a caballo cruzando el campo abierto, el inmenso vacío de La Pampa, rumbo a una estancia donde debían trabajar. Pero por alguna razón desconocida, al llegar al lugar donde debía estar la estancia, el lugar se ha desvanecido. Desorientados y desesperados por la caída de la noche, Tenorio y el narrador se separarán, con terribles resultados.

El cuarto relato lleva por título ‘Donde el azar la olvidó’. Con un planteamiento estructural bastante similar al anterior, el narrador nos avisa de que cuando sube al auto con su amigo Cécil, tiene el presentimiento de que se van a matar. Esa idea queda pronto contradicha por la noción de que su amigo sabe maniobrar con pericia. “La idea de que nos matábamos se fue muriendo con los kilómetros; el día se iba muriendo con los kilómetros; nosotros nos íbamos muriendo con lo [sic] kilómetros…” (p. 56). La predestinación es evidente: tras detenerse en una suerte de venta en mitad de ninguna parte para comer algo, al salir del comedor se encuentran que el auto ha desaparecido. Sorprendidos, deciden esperar al tren para regresar a la ciudad. La narración regresa entonces a un punto anterior, al momento del presentimiento y las dos ideas contradictorias que vuelven a coexistir.

Los dos últimos cuentos de este volumen no ligan con los anteriores. ‘Ecuaciones’, el último del libro, es una detallista disquisición en torno a las probabilidades y las coincidencias. El que le precede, ‘Mi nombre, mi lugar’, sitúa a una mujer en septiembre de 1939 en el puerto de Vigo, a bordo de un buque camino de Buenos Aires, camino de una nueva vida, rumbo a la posibilidad de reconstruirse.

Steiner no esconde su inspiración ni sus espejos literarios: La hora difícil contiene en sus epígrafes citas de Rulfo, Cortázar, Borges y Asturias, entre otros. La veleidad de la muerte, el misterio del azar y los misterios cotidianos que con frecuencia nos laceran la vida irreparablemente son los temas que preocupan a Steiner.

Mi agradecimiento al ‘turco’ Anad por prestarme este librito.

1 dic 2017

Reseña: The Butt, de Will Self

Will Self, The Butt (Londres: Bloomsbury, 2008). 355 páginas.

El estadounidense Tom Brodzinski está a punto de terminar sus vacaciones en un país innombrado cuando decide salir al balcón del apartamento y disfrutar de su último cigarrillo. Ha tomado la sabia decisión de dejar el tabaco para siempre, en un lugar donde las leyes han marginado al fumador a zonas muy claramente demarcadas (y que recuerda mucho a la realidad australiana). Terminado el cigarrillo, Tom inadvertidamente lanza la colilla todavía encendida, y por mala suerte cae en la cabeza pelada de un hombre ya mayor que estaba en el patio con su joven esposa. La colilla le provoca una quemadura aparentemente sin importancia.

Aparentemente solo. Ese será el comienzo de una pesadilla para Tom. Las leyes se aplican de manera inexorable en este extraño país sin nombre, y a la mañana siguiente Tom ya ha sido identificado, y una posible orden de arresto es solo cuestión de minutos. La colilla ha atravesado el espacio público y Tom no estaba respetando las distancias marcadas para los fumadores. Para empeorar todavía más las cosas, la joven esposa de la víctima pertenece a una de las tribus del país, y por ello las leyes autóctonas relativas a castigos y compensaciones serán de aplicación.

Tom organiza el regreso de su familia a los EE. UU., pero debe permanecer en el país a la espera del juicio. Lo que debiera ser un simple trámite administrativo se convierte en un intricado litigio, cuya resolución implicará a Tom en un viaje al interior del país, envuelto en conflictos domésticos que bien pudieran reflejar el Iraq posterior a esa intervención ‘salvadora’ de las potencias democráticas (y otros países adláteres venidos a menos cuyos líderes se cursaron invitación a las Azores). Uno trata de escribir en modo ironía, eh; por si acaso, que quede claro.

En su viaje Tom habrá de ir acompañado de un tipejo al que supone un despreciable pederasta, un ¿inglés? llamado Brian Prentice. Las extraordinarias distancias que han de recorrer son ciertamente tediosas – la hipérbole no funciona en este caso: quien haya cruzado Australia sabe que los números que menciona Self, aunque estén próximos, no se ajustan a la realidad. Pero, además, la meticulosidad que despliega el autor para la descripción de chocantes sistemas legales y sutilezas procedimentales de muy dudosa credibilidad puede que importune más que entretenga al lector.

La cuestión, a fin de cuentas, es saber qué narices de misión ha de acometer Brodzinski en el interior de ese país de paisaje inhóspito y pobladores que solo parecen buscar aprovecharse de él y exprimirle la tarjeta de crédito al máximo. ¿Es su cometido eliminar a Prentice – y de paso llevarse los jugosos beneficios de la tontina que han suscrito antes del viaje? ¿O es en realidad el juguete de otros que mueven los hilos, cabeza de turco y víctima propiciatoria, y todo como consecuencia del lanzamiento de su última colilla?
¿Y si se hubiesen escrito tantas novelas como colillas hayan sido lanzadas al aire por esas personas cegadas por el humo? Fotografía de Stefan-Xp.
Self vuelve a demostrar su gran capacidad inventiva para escribir ficción de alto calibre. The Butt reúne elementos de la novela distópica y de gesta de carretera: son los ecos de El corazón de las tinieblas de Conrad. Pero como en sus libros anteriores, es la sátira lo que predomina. El colonialismo, tanto el decimonónico como el actual (no menos brutal por menos obvio que sea), esa industria legal tan en boga de la compensación jurídica que ha devenido en explotación de cualquier subterfugio por parte de letrados sin escrúpulos, la industria de la ayuda humanitaria… todos estos temas quedan retratados en la novela, y ninguno sale bien parado.

Con personajes tan sutilmente retratados a través de sus palabras como el cónsul honorario, Winnie, o el abogado Jethro Swai-Phillips, un letrado local de pelo ensortijado, que viste camisas hawaianas y hace gala de una portentosa ambigüedad moral y profesional, The Butt tiene todos los elementos para hacer disfrutar a los fans de Self. La única pega, como ya he mencionado, es la posiblemente innecesaria longitud de la narración del viaje.

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