Peter Carey, Bliss (Londres: Faber and Faber, 2009
[1981]). 354 páginas.
Últimamente he
venido ampliando mi repertorio de novelas de Carey con un doble objetivo. Por
un lado, con cada nueva lectura de sus obras (re)descubro un narrador
portentoso y una fecunda imaginación – hace poco leí sus primeros dos libros, The Fat Man in History y War Crimes, dos colecciones de cuentos exquisitos
en su mayor parte.
Por otra parte,
estoy cada vez más convencido de que a Carey le llegará en algún momento (pronto)
el reconocimiento que, en mi opinión, merece a todas luces. La suya es una
carrera literaria envidiable, no tanto por los muchos galardones que ha
recibido sino por la variedad y la calidad de su creación. Y cuando llegue ese
momento… digamos que quiero estar preparado.
Y es por eso que
decidí acercarme a su primera novela, Bliss,
publicada en 1981 cuando todavía andaba por los treinta tacos. Lo hice buscando
raíces o semillas de lo que se convirtió en el Carey de Oscar and Lucinda, y que posteriormente iluminó la escena literaria
contemporánea con novelas que rozan la maestría como Theft,
True
History of the Kelly Gang, Jack
Maggs o The Unusual Life of Tristan
Smith.
Este acercamiento
a la obra inicial de Carey me ha permitido entender mejor cómo trabaja el autor
con los elementos narrativos en las más recientes: Parrot
and Olivier in America, o la última, The
Chemistry of Tears.
Bliss comienza con una sutil artimaña pero muy efectiva: la muerte momentánea del
protagonista, el publicista Harry Joy, tras un infarto. Clínicamente muerte
durante unos cuantos minutos, lo reaniman para al cabo de unos días someterlo a
una operación de alto riesgo. Sobrevive, pero Harry está convencido de que en
realidad ha muerto y ha terminado por ir al infierno: el mundo el que habitaba
antes de su ‘muerte’ resulta ser el Infierno, y los pobladores de éste son
seres inmorales, crueles, inicuos: su esposa Bettina, sus dos hijos David y
Lucy, y el socio, Joel, que además es quien le pone los cuernos con Bettina.
Decidido a ser
bueno, Harry emprende cambios radicales en su vida y en la empresa; pero en el
Infierno mandan los malos, y pronto consiguen sacarlo de la suite en el Hilton donde
se ha refugiado y meterlo en una institución para enfermos mentales. De allí
conseguirá salir gracias a Honey Barbara, la hippy prostituta vegetariana y traficante
de marihuana de quien se enamora, pero todo tiene un precio: tendrá que ayudar
a Bettina a triunfar en el mundo de la publicidad, y volver a vivir en su casa.
Tras tres meses de cocinar comida sana, Honey Barbara se larga para siempre.
El mundo que Carey
fabula en Bliss tiene algo de
surrealista, y esto algo que ya había explorado el autor en los cuentos que
precedieron a esta novela, pero los temas no han dejado de tener cierta
relevancia actual: la falta de escrúpulos en la ‘comunidad’ (hago un uso
irónico de la palabra) empresarial y financiera, la ambición desmedida, el consumismo
rampante, la avaricia sin límites del capitalismo, actitudes de corte fascista y/o
sádico en funcionarios públicos. Resulta curioso que siga teniendo tanta validez
en 2012, treinta y un años después de su publicación.
Como suele ser
habitual en el Carey posterior, el componente satírico es fundamental, y marca
los tiempos narrativos; hay escenas inolvidables por su comicidad y mordacidad,
como cuando Harry finge tomar un vuelo para poder espiar a su familia. La
novela mezcla tramas secundarias no siempre justificadas, y hay algunos
elementos melodramáticos que posiblemente no gozarían ahora en 2012 del favor
del público lector.
Pese a su
aparente simplicidad de lenguaje, Bliss
apela al intelecto del lector mediante el recurso al más antiguo de los géneros
narrativos: el cuento. Son numerosos los relatos breves que surgen en la narración,
y hacia el final de la novela Carey incluye una hermosa reflexión sobre el génesis
del relato y la enorme importancia que tiene para el ser humano.
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