Michelle de Kretser, Questions of Travel (Crows Nest: Allen & Unwin, 2012). 515 páginas.
Nunca como ahora
se ha viajado tanto; nunca como ahora han sido tantos los que viajan. La
masificación del acto del viaje que comporta el turismo contemporáneo es una de
las dos caras de este fenómeno: la otra es el fenómeno, también cada vez más
extendido, que conocemos como emigración. Aunque ambos fenómenos sociales no
están directamente relacionados, tienen muchos más aspectos en común de lo que
pudiera pensarse en un primer momento.
Questions of Travel es la cuarta novela de Michelle de Kretser,
autora australiana nacida en Sri Lanka en 1957, y que emigró en 1972 con su
familia de un país convulso. De Kretser toma prestado el título de un poema homónimo de Elizabeth Bishop. Se trata de un libro inusual: se compone
de dos líneas argumentales paralelas, que avanzan cronológicamente hacia un
punto final común, y lo hacen a fuerza de breves retazos de narración, relatos
cortos que forman parte de un conjunto más grande, en diversos escenarios
geográficos distintos, desde la década de los 70 hasta el día 26 de diciembre
de 2004.
Por una parte
tenemos la historia de la australiana Laura Fraser, nacida en la década de los
60, cuya madre muere joven y cuyo padre lamenta el hecho de que haya heredado
sus rasgos faciales: la describe como fea. Laura estudia arte, pero no se
reconoce como artista y decide bien pronto, como muchos australianos jóvenes,
dedicarse a viajar. Por un tiempo se radica en Londres, donde conoce a Theo Newman, hijo de una
refugiada alemana. Laura es una mujer poco agraciada y muy solitaria, lo que la
categoriza como figura viajera nada inusual, pero nada recatada a la hora de
entablar relaciones con hombres desconocidos.
El segundo
personaje principal es Ravi, quien de niño vive “en una callejuela rebosante de
vida y comida” (p. 9). En el aula donde toma clases de primaria, Ravi puede
observar un mapamundi que despliega el Hermano Ignatius, quien les predica que
“La Historia no es más que una consecuencia de la geografía” (p. 20) o que “La
Geografía es destino” (p. 21). Pasados los años, en medio de la violencia que
afectó a Sri Lanka (la cual no remite) la mujer de Ravi, Malini, y su joven
hijo, Hiran, son secuestrados. A Malini se la devuelven descuartizada, con los
restos de su cuerpo montados en forma de vasija. A Hiran lo encuentran arrojado
en un callejón no lejos de su casa.
Traumatizado y
temeroso de ser el siguiente, Ravi logra escapar a Australia, donde solicita
asilo político. Es allí donde su historia comienza a converger con la de Laura
Fraser.
Es a través de
esta desarraigada joven australiana que la novela nos lleva a distintos lugares
del planeta: India, Londres, Lisboa, Nápoles, Francia. En cambio, Australia –
en concreto la ciudad de Sydney – nos es mostrada a través de la mirada de
Ravi, el refugiado esrilanqués alrededor de cuya vida se conforma el segundo
eje argumental de Questions of Travel.
Con más de quinientas páginas, podría argüirse que es una narración propensa a
la parsimonia; pero tanto la alternancia entre ambas vidas como la observación
sutil y aguda presente en la rica (a ratos muy poética) prosa de De Kretser no lastran
la lectura de forma excesiva.
Los efectos en la
persona que acarrea todo viaje (en términos de desplazamiento no solamente de
nuestro entorno familiar sino también de nuestro ser cotidiano) son el objeto
de estudio para De Kretser, quien describía en una reciente entrevista concedida
a la vertiente australiana del diario The Guardian una característica de su propia personalidad que
reproduce en muchos de sus personajes: “Soy una coleccionista empedernida de… objetos
[que se han] despegado de sus orígenes de consumo masivo y [a los que se les] ha
otorgado el poder de un talismán para evocar momentos históricos o del pasado propio.”
Pero Questions of Travel también indaga en
otro tipo de desplazamiento, el de la huida del terror y del trauma, el del
desarraigo. Este es un tema muy actual y candente en la actualidad australiana,
donde a los que llegan en barcos pesqueros cochambrosos (cuando consiguen llegar
o son interceptados – muchos naufragan en mitad del océano) se les encierra en
campos de internamiento localizados en el exterior de Australia (Papúa Nueva
Guinea, Nauru). Una política adoptada por el ultraconservador John Howard,
quien no sale muy bien parado en la novela: “Mirando algunas imágenes de los
Juegos Olímpicos de Sydney, Laura vio a australianos que, reunidos en torno a
una pantalla gigante, abucheaban de forma espontánea a su primer ministro,
quien con su sonrisa de rata amenazaba a un nadador victorioso” (p. 234).
Una novela que
abarca cuatro décadas tiene por fuerza que incluir observaciones sobre la transformación
que la tecnología ha tenido en nuestras vidas. He aquí una cita curiosa, muy
perspicaz, sobre el proceso de la escritura en ordenador a principios de los 90:
“En Londres la noche se hacía más profunda, y Laura trabajaba en su historia
para Meera Bryden. Todavía sentía entusiasmo ante la facilidad de escribir en
una pantalla – los patinadores debían estar familiarizados con ese veloz
descender y deslizarse. Pero a medida que su trabajo cobraba forma, su
entusiasmo menguaba. El borrado de errores, de las primeras ideas, de
alternativas, sin que quedara huella de ellas, enmascaraba ese trabajo falible
que el papel preservaba. Para cuando terminó de escribir, ya no se fiaba de sus
palabras procesadas. Inmaculadas pero sin frescura, le hicieron pensar en
manzanas de supermercado” (p. 144-5).
Questions of Travel es una novela ambiciosa tanto por su estructura
de narración fragmentaria (como parecen dictar ciertos cánones muy actuales)
como por la temática de identidades rotas en un mundo globalizado e
interconectado por el transporte y la tecnología. La semana pasada fue
galardonada con el Premio Miles Franklin de 2013, el más prestigioso premio de
narrativa de la literatura australiana. Es un libro absolutamente recomendable,
pero me quedan muchas dudas de que vea la luz traducido al castellano en los
próximos meses.
Lo leí el año pasado y me encantó. Para mí, Laura, y la relación que tiene con su padre, tiene ecos de Catherine de Washington Square (1880).
ResponderEliminarIgual que tú, me encanta como escribe de Kretser, y las ideas que expresa (por ejemplo, «Her birthplace as always seemed singular: solitary and distinctive. Now Laura saw it hooked into histories that ran back and forth across the globe, so that it hung in its watery corner with the stretched, starfish look of a map produced by radical projection.», o «Incidents, scenes, reflections such as these were the et cetera of travel: intractable matter, material that couldn’t be moulded into the shapely narratives Laura produced.»
¡Qué bueno que haya ganado el Miles Franklin!
Sin duda un libro importante. Me encanta cómo escribe. A.S. Byatt ha dicho que es muy fácil perderse los innumerables detalles que vierte en la narración. Es muy engañoso, pienso, su modo de 'contar' una historia. Parece por momentos que no cuente nada, pero cuando relees te das cuenta de que ha sugerido tantísimas cosas... Ojalá siga escribiendo libros como éste.
Eliminar¡Un saludo hacia Melbourne!