26 dic 2021

Reseña: Benang, de Kim Scott

Kim Scott, Benang: from the Heart (North Fremantle: Fremantle Arts Centre Press, 2009 [1999]. 500 páginas.

Hace nueve años que, en respuesta al comentario de una lectora del blog, dije que tenía este libro en la estantería y que esperaba que llegase el momento de poder leerlo. El momento le llegó a Benang. Por fin.

Publicado por vez primera en 1999, Benang continúa siendo un libro complejo, que supone un reto para sus lectores. Scott lo escribió cuando todavía era un hombre joven (nació en 1957) en una época en la que la lucha por el reconocimiento de los derechos de los pueblos originarios en Australia progresaba pese a las trabas que los conservadores ponían una y otra vez.

El narrador de Benang avisa al lector desde la primera oración: “Sé que incomodo a la gente y que hago pasar vergüenza incluso a quienes vienen a oírme cantar. Eso, lo lamento, pero no cómo toda la cháchara y las risitas nerviosas se desvanecen cuando me levanto del suelo y, mientras revoloteo en medio del humo de la hoguera, me giro lentamente a examinar ese pequeño círculo del que soy el centro.

Entonces lo sentimos, compartimos el silencio.“ (p. 7, mi traducción)

Es la historia que cuenta Harley, el joven al que trataron de criar como hombre de raza blanca. Con suma destreza, Scott introduce en la narración las narrativas familiares que contradicen el intento de borrado o eliminación de un pasado indígena, de sus orígenes Nyoongar. La novela incluye múltiples fragmentos y extractos de documentos auténticos extraídos de los archivos oficiales, entre ellos los escritos por llamado (la cruel ironía no debe escaparnos a ninguno) el Protector Principal de los Aborígenes, Auber Octavius Neville, arquitecto de la histórica política de asimilación (rayana en la destrucción) cultural, cuya significación palmaria hizo patente Kenneth Branagh en la película Rabbit Proof Fence.

Al yuxtaponer la transcripción literal de los textos históricos con la narración que hace Harley, Scott pone el acento en el racismo institucional de los colonizadores de Australia Occidental. El contraste es descarnado y brutal. En un cuadro impasible en el que entra toda clase de crímenes, atrocidades, humillaciones e indignidades infligidas en los antecesores de Harley, las palabras de los funcionarios gubernamentales hacen incluso más grande esa herida.

Benang se sitúa en la vasta región entre Albany y Esperance, en Australia Occidental. En la fotografía, East Mount Barren y las blanquísimas arenas de Four Mile Beach, en las afueras de Hopetoun.

En una narrativa fragmentada, deliberadamente desorganizada y dispersa, son las experiencias de los ancestros las que cuentan y se cuentan, hasta cerrar el círculo de la historia de la familia que se inicia con la llegada de Sandy, náufrago de un buque dedicado a la caza de focas. Con Fanny tiene tres hijos (Sandy el segundo, Harriette y Dinah) sobre cuyos destinos e historias vitales se construye esta historia de oprobio y supresión.

En la novela, Scott expone la manera en la que el discurso racializado del poder colonial construye estratos de poder y represión cultural, lingüística y económica. A medida que avanza en su narración, Harley va dejando detrás la ira, la confusión y la sensación de pérdida absoluta de identidad para acercarse a un momento de sanación y el reconocimiento de que puede haber un futuro. Después de todo, nos dice Scott, “hay una palabra Nyoongar, que a veces se escribe «benang», que significa mañana. Benang es el mañana.” (p. 464, mi traducción).

Una excelente novela que en su día recibió el Premio Miles Franklin. Muy merecidamente.

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