Informe de un consumidor
El producto que he probado se llama Vida.
He rellenado el
formulario que me enviaron
y entiendo que, por
lo tanto, mis respuestas tienen un carácter confidencial.
Me lo dieron de
regalo.
Sentí más bien poca
cosa mientras lo usaba;
de hecho, me hubiese
gustado emocionarme más.
Me pareció suave
al tacto,
pero ha dejado detrás
un indecoroso residuo.
No resultó ser
muy económico,
y eso que lo he
usado más de lo que pensé
(creo que me
queda la mitad,
aunque me resulta difícil saberlo);
aunque viene con instrucciones muy detalladas,
hay tantas, y tan
diferentes,
que no sé muy
bien cuál seguir, sobre todo
porque parecen
contradecirse unas y otras.
No estoy seguro
de que una cosa como esta
deba dejarse al
alcance de los niños:
es difícil
decidir qué finalidad
debiera dársele. Me
dice un amigo mío
que sólo sirve
para que su creador no pierda el trabajo.
Además, el precio
es sin duda desorbitado.
Hay tantas cosas
hoy en día, las hay a montones...
y en todo caso,
el mundo se las apañó
durante miles de
millones de años
sin esto: ¿que
nos hace falta ahora?
(A propósito,
háganme el favor de decirle
a su agente que
deje de llamarme ‘entrevistado’,
porque no me
gusta como suena.)
Parece que hay
muchas etiquetas diferentes,
además de tallas
y colores, que deberían ser uniformes.
Tiene una forma
algo estrambótica, es impermeable,
pero no
resistente al calor; no dura tanto,
pero es difícil
de deshacerse de él.
Cada vez que ustedes
lo fabrican más barato, diríase
que le ponen
menos – y aunque digas que no
lo quieres, te lo
traen de todos modos.
Bien cierto es,
que es un producto muy popular,
hasta se ha
implantado en el idioma; la gente dice
que hay quienes
se quedan en sus márgenes.
Personalmente,
opino que se han excedido:
es una cosilla
por la cual la gente
está dispuesta a comportarse
de mala manera. Pienso
que debiéramos tenerlo, por descontado. Si a los peritos en este asunto
les llaman
filósofos, o expertos
de marketing, o
historiadores, qué más da.
Somos nosotros sus
consumidores, y por ello en última instancia
los que decidimos.
De manera que, a fin de cuentas, lo compraría.
Pero a la
pregunta de si es “el mejor producto disponible”,
preferiría no responder
hasta que reciba
el producto de la
competencia, que ustedes dijeron me iban a enviar.
Peter Porter, poeta australiano (Brisbane 1929-Londres 2010)
El original puede leerse aquí.