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26 dic 2013

Reseña: Five Star Billionaire, de Tash Aw

Tash Aw, Five Star Billionaire (Londres: Fourth Estate, 2013). 435 páginas.

Ya nadie cuestiona el hecho de que el siglo XXI es el siglo de Asia. Pese a las tensiones geopolíticas que todavía amenazan esa parte del mundo, es innegable que el poderío económico de China ha cambiado la balanza estratégica mundial. De todas las metrópolis chinas, Shanghái es la más habitada (casi 24 millones en 2013), el centro financiero más importante de China. La ciudad es, en gran parte, la protagonista de esta novela del malasio Tash Aw.

Five Star Billionaire cuenta con cinco protagonistas, emigrantes todos ellos desde Malasia. Phoebe es la chica pobre, inmigrante ilegal, nada sofisticada pero ambiciosa; Gary, de origen muy humilde, ha triunfado en la vida como cantante pop en Asia, pero pasa por una profunda crisis existencial; Yinghui es una mujer madura, sofisticada, educada en Oxford, muy ambiciosa pero en última instancia algo insegura; Justin, primogénito de una rica familia china en Kuala Lumpur, acude a Shanghái escapando de la presión de su familia; y Walter Chao, misterioso personaje dueño aparentemente de numerosos negocios y autor de libros sobre cómo hacerse millonario.

La estructura de la novela es en sí misma interesante: al principio, con cada capítulo, vamos conociendo importantes datos sobre cada uno de los personajes en distintos capítulos con sugestivos títulos bilingües (en cantonés e inglés). Así, por ejemplo, el primero se titula ‘Move to Where the Money is’ [Múdate adonde esté el dinero]. Las vicisitudes de estos personajes son narradas en tercera persona por una voz omnisciente, si bien los ángulos adoptados son diferentes para cada personaje. A medida que avanza(n) la(s) trama(s), las historias personales de cada uno de los protagonistas van entrelazándose; el azar, obviamente, funciona siempre mejor en la ficción que en la realidad. Aw no tiene más remedio que llevar la verosimilitud de su narración más allá de los límites creíbles para que la conjunción de cinco personas en un mismo tiempo y un espacio (Shanghái).

En mitad de este rompecabezas de protagonistas y rebuscadas coincidencias (gracias a una web de contactos, Phoebe se convierte en la acompañante de Walter, mientras mantiene curiosos chats llenos de sinceridad y buen humor con Gary a altas horas de la noche), Aw intercala fragmentos de unas memorias de Walter Chao en primera persona. Este es un recurso particularmente apto en un principio, por lo que aporta como contraste a la historia en sí de Five Star Billionaire.

Sin embargo, en cierto modo lo que esta narración paralela provoca es que Aw saque el conejo de la chistera antes de tiempo. Puede ser, por lo tanto, que Five Star Billionaire sea en realidad una historia de venganza personal, y si así fuera, quizás el autor juega sus bazas con demasiado brío. Lo cual no quiere decir que disminuya el valor de la novela, pero en cierto modo sí alteraría la percepción inicial de su concepción y propósito.

No hay en Five Star Billionaire ningún ganador. Todos pierden de alguna manera. Phoebe fracasa y renuncia a sus ambiciones; Justin fracasa porque no sabe dejar atrás su pasado; Yinghui fracasa porque no aprende de sus errores; Walter fracasa porque no consigue conectar con ningún ser humano. Y por lo que respecta a Gary, el protagonista más apartado de la vorágine que crea Tash Aw, tampoco consigue derrotar los temores que le agobian. En una ciudad de cerca de 24 millones de habitantes, Aw parece querer acentuar la ausencia de humanidad, el continuo recurso a la careta, al disfraz, al ocultamiento de la verdadera identidad o personalidad , y finalmente la incapacidad de comunicarse unos con otros, sea cara a cara o con la máscara de la tecnología de por medio.

Five Star Billionaire es una novela muy coherente con nuestros tiempos: una historia de cinco extraños (y extranjeros) que parecen concentrar sus sueños de triunfo en el dinero, aunque el precio que hay que pagar por ello es una profunda y amarga soledad. Tampoco Shanghái sale bien parada; Aw nos la describe en términos nada generosos, como un mundo de avaricia y codicia ilimitadas:

Las multitudes, el tráfico, el dialecto ininteligible, las lluvias de barro que arrastraban los restos de las tormentas de arena del Desierto del Gobi y que te manchaban la ropa cada mes de marzo. La ciudad estaba jugando contigo, poniendo a prueba tus límites, utilizándote. Llegabas pensando que ibas a utilizar tú a Shanghái para conseguir lo que querías, y pasaría bastante tiempo hasta que te dieras cuenta de que te estaba utilizando ella, de que se te había adelantado y que eras tú el que estabas tratando de recuperar el terreno perdido.

Quizás es este el siglo asiático, pero no cabe duda de que Tash Aw no habrá hecho muchos amigos en la Oficina de Promoción Turística de Shanghái.

23 nov 2013

Reseña: Map of the Invisible World, de Tash Aw

Tash Aw, Map of the Invisible World (Londres: Fourth Estate, 2009). 342 páginas.

Las primeras páginas de Map of the Invisible World podrían hacer pensar al lector que se halla ante una Romansbildung con un cierto vuelco de suspense, en un entorno político de represión militar. El lugar es una isla indonesia, y el protagonista es un chico de 16 años, Adam, quien, oculto entre la maleza, observa cómo los soldados se llevan a empellones a su padre. La época en la que se sitúa la historia es 1964, años después de la independencia, cuya proclamación se produjo en 1945, dos días después de la rendición de Japón, el 15 de agosto. La Proklamasi fue seguida no obstante de una cruenta lucha entre los independentistas revolucionarios y las tropas neerlandesas y pro-coloniales. Finalmente, la independencia fue reconocida en 1949.

Adam es el hijo adoptivo del pintor Karl de Willigen, indonesio de origen neerlandés. Cuando los soldados se llevan a su padre en el curso de una redada contra los revolucionarios comunistas, Adam decide acudir a buscarlo a la capital del país, Yakarta, y se presenta en la casa de una americana afincada en Indonesia, Margaret, quien conoce a Karl desde muchos años antes. Profesora universitaria y perfecta conocedora de la lengua y la cultura locales, Margaret vive sola. No tiene hijos, pero al ver a Adam siente una especie de responsabilidad maternal por el chico. Además, quiere encontrar a Karl, de quien posiblemente estuvo alguna vez enamorada.
El típico becak con el que se trasladan los personajes por Yakarta
La Yakarta que nos describe Aw es una ciudad que comienza a convertirse en un gran centro metropolitano, pero los problemas inherentes a una gran ciudad asiática (tráfico, polución, hacinamiento, etc.) no son todavía tan grandes como a finales del siglo XX o en la actualidad.
Yakarta, años 50
Hay no obstante otro hilo argumental: Adam tiene un hermano mayor llamado Johan, a quien adoptó una familia malasia. Adam quisiera también encontrar a su hermano, y cuando conoce a Din, estudiante de posgrado en el departamento de Margaret, un joven algo taciturno y poco transparente en cuanto a sus ideas políticas, acepta su invitación de ayudarle a encontrar a su hermano y también a encontrarse a sí mismo. Pero Din tiene otros designios, y en realidad está reclutando a Adam para llevar a cabo acciones violentas contra el régimen de Sukarno, el héroe de la independencia y primer Presidente de la República.
Presidente Sukarno: "...se había encontrado cara a cara con el gran hombre, vistiendo su inmaculado uniforme, una corbata oscura, sus medallas y el tradicional topi negro. Era más bajo de lo que ella suponía, pero ello no disminuía el ostensible encanto que destilaba. Era contundente sin resultar forzado, convincente en cada uno de sus mínimos gestos, y su lenguaje no verbal era sencillo..." (p. 286)
Map of the Invisible World tendría pues en un principio todos los ingredientes para contar una gran historia que atrapara al lector, despertando su interés para llevarlo, si no en ascuas, al menos conquistado por la calidad de la trama y su escritura hasta el final. Pero lo cierto es que Tash Aw no consigue mantener esa necesaria tensión narrativa a lo largo de toda la novela. Buena parte del desacierto se debe, a mi parecer, al hecho de que el autor intercala largos episodios del pasado de Margaret u otros, algo más breves, de la estancia de Adam y Johan en el orfelinato. Si a eso se añaden los desvíos hacia elementos de intriga política y diplomática (que en nada se asemejan al impasse actual entre Canberra y Yakarta a cuenta del espionaje), los altibajos narrativos son llamativos y alargan los capítulos innecesariamente.
"La caza", de Raden Saleh. 1846
Uno de esas derivas argumentales gira en torno a la propuesta que un extraño operativo de la CIA, Bill Schneider, le hace a Margaret. Le pide que acuda al palacio presidencial y, haciendo uso de sus destrezas lingüísticas, trate de convencer a Sukarno para que acepte dos regalos, dos cuadros del pintor indonesio Raden Saleh, en un momento en que los estadounidenses han caído muy bajo en la estima de los dirigentes del país asiático. Aw parece decirnos que, pese al fracaso de su misión, Margaret consigue su objetivo personal, pues al poco tiempo Karl de Willigen es encontrado, y se produce su reunión con Adam.
Raden Saleh, "Autorretrato". 1845
La prosa elegante de Tash Aw salva en gran medida esta novela. Sin sus excelentes descripciones, Map of the Invisible World habría posiblemente naufragado. Con un final más o menos abierto, algunas de las interrogantes que Aw plantea al inicio no quedan resueltas en modo alguno, y por eso la novela padece algo de indefinición.

31 jul 2013

Reseña: Last Man in Tower, de Aravind Adiga

Aravind Adiga, Last Man in Tower (Leicester: WF Howes, 2011). 599 páginas.

Una película que más me gustaba compartir con los estudiantes de español avanzado, hace ya años, fue La comunidad de Alex de la Iglesia, y con Carmen Maura en el papel estelar. Se trataba de una comedia negra en la que se esboza un retrato despiadado de una comunidad de vecinos madrileña, en una crítica atroz de la codicia y la envidia que pueden vivir en cuerpo y alma tras las paredes de los apartamentos contiguos al nuestro. En Last Man in Tower, Aravind Adiga nos introduce en otra comunidad de vecinos, pero el escenario no es el centro de Madrid sino uno de los barrios de la populosa ciudad india de Mumbai.

Para ver el tráiler de La Comunidad, haz clic aquí.

Vakola es uno de los polos del imparable desarrollo urbanístico de Mumbai; es terreno abonado para la corrupción de los promotores inmobiliarios. Shah, rico hecho a sí mismo, es el halcón inmobiliario que quiere echarle sus garras a un viejo edificio en el que vive una bien avenida comunidad multirracial con diferentes creencias religiosas. Un total de quince apartamentos, en los que viven unas trece familias y una joven periodista sola, y uno de los pisos está desocupado. Shah proyecta construir un gran complejo de apartamentos de lujo, y para ello debe comprar el edificio de la Vishram Society.
Marina Drive, Mumbai (Fuente: Wikicommons Images)
El edificio ya no tiene el esplendor de sus primeros años: los monzones han dejado huella, y el poder adquisitivo de los propietarios no es tan alto que les permita hacer reparaciones costosas. El olor del dinero o el brillo del oro pueden ser suficientes para convencer a la mayoría de ellos de que vendan. Si bien en un principio no todos estarán dispuestos a marcharse, poco a poco la codicia y la esperanza de mejorar su posición económica hacen mella en su determinación. Solamente un viejo maestro que cuenta con el respeto de todos ellos se mantiene en su oposición a la oferta del promotor, pero con el paso del tiempo los demás lo verán como el obstáculo entre ellos y el dinero.

Una narración cronológica que comienza un 11 de mayo con la visita de un joven muy bien vestido a la Vishram Society. El joven hace muchas preguntas sobre el edificio y sus residentes y propietarios. La historia avanza hasta la fecha límite que les ha puesto el promotor para que todos firmen el acuerdo con su empresa inmobiliaria. Un par de días después el temido desenlace tiene finalmente lugar (si bien no en la forma que uno pudiera haber esperado). La parte final de la novela se sitúa ya a fines del mismo año, concretamente el 23 de diciembre, cuando algunos de los personajes se reúnen otra vez en la playa de Juhu alrededor de un partido informal de cricket.
La playa de Juhu, Mumbai. Fuente: Wikicommons Images.
La comunidad de Vishram Society constituye un retablo de la ciudad de Mumbai, pero Adiga centra la narración en los dos personajes que definen el conflicto, y que curiosamente nunca llegan a conocerse. El primero es Masterji, viejo maestro viudo, ya retirado pero testarudo y orgulloso, que persiste en vivir en la sola compañía de los recuerdos de su difunta esposa y de su hija, fallecida muchos años antes en un accidente de tren. El otro es el promotor inmobiliario, un empresario sin moral, implacable y emprendedor, rápido y sagaz a la hora de hacer entrega de un soborno a la policía, o de comprar los servicios de unos matones para que le den un buen susto a algún anciano inquilino díscolo.

Adiga indaga en la gradual degeneración moral de los vecinos de Masterji, quienes a medida que se acerca la fecha límite que el promotor les ha dado para formalizar la venta del inmueble se vuelven más impacientes, y su malquerencia hacia Masterji  adquiere tintes grotescos, llegando a embadurnarle la puerta de la casa con la caca de Ramu, el hijo con síndrome de Down de la Sra. Puri, su vecina.

Como en su anterior novela (publicada en 2008) que ya reseñé en 2011, The White Tiger, Adiga no escatima recursos para llevar al lector a considerar los temas de la codicia y la corrupción, y la desintegración moral que, según parece, es tan sencillo causar en personas cuya única esperanza de una vida mejor puede ser la oferta de un promotor inmobiliario. Sin embargo, esta no es una obra que despliegue la imparable fuerza y el ímpetu de la ya reseñada Behind the Beautiful Forevers de Katherine Boo, que trata también de la ciudad de Mumbai. Last Man in Tower vale como obra de ficción: Adiga maneja bien el suspense hasta el final, pero los personajes están un poco desdibujados.

Como en el caso de los personajes de La comunidad, tras haber cruzado un determinado umbral, ya no hay marcha atrás ni freno. El futuro se escribe con la tinta de los billetes del Banco de India. Agárrense fuerte al autorickshaw, porque el viaje puede ser movidito.
Fuente: Wikicommons Images.


19 jun 2013

Reseña: Burnt Shadows, de Kamila Shamsie

Kamila Shamsie, Burnt Shadows (Londres: Bloomsbury, 2009). 363 páginas.

Tras haberla visto por primera vez en algún documental de la 2 cuando era un jovenzuelo imberbe, me quedó firmemente grabada durante muchos años la imagen del primer ataque mediante la explosión de una bomba atómica en la ciudad de Hiroshima. Hubo un segundo ataque tres días después. Creo que es innegable que el empleo de la bomba atómica en un conflicto mundial ha marcado para siempre la imaginación de los que nacimos o crecimos durante la Guerra Fría. La destrucción del planeta fue (y sigue siendo, aunque nos pese) una amenaza real y terrible.

En Burnt Shadows, la autora paquistaní Kamila Shamsie narra las vidas de varias generaciones de dos familias a quienes las circunstancias históricas unen y separan a lo largo de casi sesenta años. La novela se inicia en la ciudad de Nagasaki el día 9 de agosto de 1945, cuando una joven llamada Hiroko Tanaka se despide de su novio alemán, un gentil y estudioso artista exiliado llamado Konrad, que acaba de pedirle que se case con él. Embelesada, abre el viejo arcón de su difunta madre y saca un hermoso quimono adornado con dibujos de pájaros que surcan el cielo. En ese instante, nos dice la narradora, “el mundo se vuelve blanco”. Shamsie describe conmovedora pero oportunamente la aniquilación total de la ciudad (véase la foto más abajo); pero son las marcas  que quedan grabadas para siempre en la piel de Hiroko – las sombras de los pájaros del quimono que llevaba puesto – las que más impresión nos causan.
Dividida en cuatro partes ordenadas de forma cronológica, Burnt Shadows lleva al lector desde Nagasaki a Delhi en el Indostán anterior a la Partición y momentáneamente a Estambul, desde donde el argumento nos sitúa en Karachi, Islamabad y la frontera de Paquistán con Afganistán, con el trasfondo de la ocupación soviética que fue prólogo de la desintegración de la URSS, en el decenio de 1980. En la última parte, la acción (y hay mucha acción en este tramo final de la novela) alterna entre Nueva York y Afganistán, con un inesperado desenlace en las afueras de la ciudad canadiense de Montreal.

Precediendo a estas cuatro partes hay un brevísimo prólogo en el cual se nos describe la llegada de un prisionero al ya infame Gitmo en la base de Guantánamo. El personaje anónimo, a quien le han obligado a desnudarse una vez encerrado en su celda, se pregunta “¿Cómo pudieron las cosas llegar a este extremo?”.

Burnt Shadows es una sólida narración, a pesar de la enorme amplitud temporal y espacial que busca cubrir la autora con la novela. Puede argumentarse que muchos personajes (por muy secundarios que sean, es necesario que parezcan humanos y resulten creíbles) quedan un poco desdibujados debido a la celeridad con que Shamsie los hace pasar por la historia que cuenta. Y sin embargo, el efecto total de la narración de Shamsie es altamente eficaz, no obstante su complejidad, y la historia cuenta con el suficiente aliciente como para hacer progresar al lector hasta su conclusión.

Interesantes son asimismo los contrastes que Shamsie crea y realza, atando ciertos hilos históricos que en teoría podrían suponerse inconexos. Así, la endeble relación de los Burton en Delhi (símbolo añadido del declive del imperio británico) se contrapone a la de Hiroko y Sajjad, quienes en contra de todas las opiniones y pese a las vastas diferencias culturales, se casan, desafiando la presión colonial y las convenciones culturales imperantes. Los Burton les convencen para que vayan a Estambul en su viaje de luna de miel y eviten así la violencia que la Partición iba a causar en Delhi. Cuando meses después tratan de regresar a la India independiente, a Sajjad, musulmán, se le han cerrado las puertas de la que creía su patria. Karachi se convierte en la nueva morada para ellos, y al cabo de los años nacerá Raza, un muchacho que no podrá pasar desapercibido en Paquistán.

Uno de los principales temas subyacentes en Burnt Shadows es el del sentimiento o la percepción de la identidad propia por parte de las personas. Mientras Hiroko, traumatizada por la explosión nuclear que mata a su padre y a Konrad y casi la mata a ella también, mantiene una personalidad sólida a través de los años y en los múltiples lugares donde el destino la lleva a vivir, su hijo Raza, talentoso políglota, hace del disfraz un hábito. Si bien en un principio ese ávido apetito de vestir un disfraz le reporta una extraordinaria aventura de la que sale indemne, cuando lo adopta en su profesión las consecuencias pueden ser imprevisibles en un escenario bélico como Kandahar, adonde acude de la mano de Harry Burton, el hijo de James y Elizabeth Burton, que había crecido con Sajjad en la vieja Delhi de la época imperial.

La identidad, como muy bien sabe todo emigrante, es algo cambiante y variable: son los entes administrativos los que catalogan y categorizan a las personas; la ignorancia, la mala fe de los políticos y los prejuicios luego hacen el resto.

Una de las preguntas recurrentes en Burnt Shadows gira en torno a la necesidad real de la destrucción de Nagasaki. Habiendo visto las consecuencias de una explosión nuclear en una ciudad, el presidente Truman decidió lanzar un segundo ataque. ¿Por qué? ¿Repetir la barbarie indiscriminada, justificaba el final acelerado de la guerra? Shamsie teje unos lazos sutiles, hábilmente sugeridos pero no explicitados, entre la matanza de Nagasaki y la matanza del 11 de septiembre en Nueva York. Entre esos dos sucesos de crueldad y degradación de la humanidad, el número de guerras indirectas o directas en las que han tomado parte los EE.UU. supera fácilmente el medio centenar. Algo huele mal en todo esto.

Burnt Shadows ha sido ya publicada en castellano por Salamandra, con el título de Sombras quemadas, y traducida por Victoria Malet Perdigó.

27 sept 2011

Reseña: The White Tiger, de Aravind Adiga


Aravind Adiga, The White Tiger (Londres: Atlantic Books, 2008). 321 páginas.

Lo primero que llama la atención de The White Tiger es el formato que adopta su autor: escrita en forma de larga carta dirigida al Primer Ministro de la República Popular China en la víspera de su visita oficial a India, puede que esta sea un brillante ejemplo del género de la picaresca en el siglo XXI. En un descarnado relato en primera persona, el narrador nos va haciendo un retrato de su inmenso país, examinando con cierto distanciamiento los contrapuntos entre la inmensa pobreza y miseria de los desposeídos frente al poder despiadado de los privilegiados.


La historia del narrador, Balram, nos lleva desde sus orígenes en un villorrio en lo que él denomina “the Darkness” hasta sus oficinas en la ciudad de Bangalore, instalado como exitoso empresario. El suyo es un largo viaje, tanto físico como metafórico, desde Laxmangarh, el pueblo, cercano a uno de los lugares de peregrinación de los hindúes, del cual dice con sorna: ‘Me pregunto si Buda cruzó las calles de Laxmangarh – hay algunos que dicen que lo hizo. Para mí, que lo hizo a la carrera – tan rápido como pudo – y que cuando llegó a la otra punta, ¡nunca se volvió para mirar!’


Su vida, que habría estado destinada a la miseria y encuadrada siempre por el sistema de castas, cambia cuando, tras haber aprendido a conducir, consigue trabajo como chófer del hijo del terrateniente del pueblo, al cual asesinará, según confiesa al principio de su relato.


En su nuevo trabajo se traslada a Delhi, donde es testigo de los arreglos corruptos de la clase política india. Las desigualdades se hacen explícitas en sus descripciones: mientras sus amos viven en el lujo más absoluto y sobornan a políticos, policías y jueces, los que tienen la fortuna de servirles (por unos salarios ínfimos) viven en los sótanos de las torres de apartamentos, infestados de cucarachas y mosquitos, siempre atentos a las llamadas urgentes que requieren sus servicios.


Balram no reclama en ningún momento ninguna autoridad moral. Sabe que es un asesino, es consciente de su inmoralidad y de su cinismo; tal como hiciera el Lazarillo en el siglo XVI, Balram nos dice que ha triunfado porque ha dejado de ser un esclavo: 'I’ve made it! I’ve broken out of the coop!'. Al matar a su amo y robarle la fortuna que iba a entregarle a los políticos corruptos, Balram rompe sus cadenas y sale para siempre de la jaula que es India para los pobres.


Hay en la novela un tono subyacente de protesta, de ira, y también de compasión para quienes nunca podrán salir de esa jaula. Balram es más antihéroe que otra cosa: un rufián sin escrúpulos que elabora en su larga misiva al Presidente chino (escrita a lo largo de siete noches) una perspicaz alegoría sobre la sociedad india de principios del siglo XXI. Una de las escenas más acertadas es la descripción de los ricos haciendo footing, encerrados en el condominio de la torre de apartamentos, dando vuelta tras vuelta por el patio de cemento mientras los criados les sujetan las toallas y las botellas de agua mineral.


A pesar de ese subrepticio sarcasmo, a pesar del humor que desborda el relato, desde la primera página hay un recurso narrativo que no termina de cuajar al cien por cien: Balram nos cuenta su historia en inglés, idioma que, según nos dice, ni siquiera es capaz de hablar. Es una voz mediada por el autor (quien completó sus estudios en las universidades de Columbia y Oxford). Para muchos lectores (en especial para quienes no conozcan India en profundidad, como es mi caso) eso no supondrá ninguna mella, ni la disfrutarán menos.


The White Tiger fue premiada con el Man Booker de 2008. Es un relato que cautiva desde el primer párrafo. Te dejo aquí mi traducción de las dos primeras páginas.
Para el despacho de:
Su Excelencia Wen Jiabao,
Oficina del Primer Ministro,
Beijing,
Capital de China, nación amante de la libertad

Del despacho de:
‘El tigre blanco’
Un hombre que piensa, un emprendedor
Residente en el centro mundial de la tecnología y de la subcontrata
Ciudad de la Electrónica, Fase 1 (en las inmediaciones de Hosur Main Road),
Bangalore, India

Señor Primer Ministro:
Excelencia,
Ni usted ni yo hablamos inglés, pero es que hay algunas cosas que solamente pueden decirse en inglés.
Pinky Madam, la exmujer de mi antiguo empleador, el Sr. Ashok, me enseñó una de esas cosas; y hoy, a las 23:32 horas, que fue hace ahora unos diez minutos, cuando la señorita de Radio Nacional India anunció que ‘el Primer Ministro Jiabao visitará Bangalore la próxima semana’, enseguida dije eso mismo.
De hecho, cada vez que hombres ilustres como usted visitan nuestro país, lo digo. No es que yo tenga nada en contra de los hombres ilustres. En cierto modo, Excelencia, yo me considero uno de ellos. Pero cada vez que veo a nuestro Primer Ministro y a sus distinguidos compinches de camino al aeropuerto en sus coches negros, y cómo se bajan de ellos y hacen sus namastes ante ustedes, frente a las cámaras de TV, y cómo les hablan de lo recta y venerable que es la India, pues me sale decir esa cosa en inglés.
Su Excelencia nos visita esta semana, ¿no es verdad? La Radio Nacional India es normalmente de fiar para estas cosas.
Era una broma, Excelencia.
¡Ja!
Por eso quiero preguntarle a usted directamente si de verdad va a venir a Bangalore. Porque, si es cierto, tengo algo importante que decirle. Fíjese, la locutora de la radio dijo: ‘El Sr. Jiabao tiene una misión: quiere conocer la verdad sobre Bangalore.’
Se me heló la sangre. Si hay alguien que sabe la verdad sobre Bangalore, soy yo.
Luego, la locutora anunció: ‘El Sr. Jiabao quiere conocer a algunos empresarios indios y escuchar el relato de sus éxitos de sus propios labios.’
La locutora explicó un poquito.
Parece ser, Excelencia, que ustedes los chinos están por delante de nosotros en todos los aspectos, excepto que ustedes no tienen empresarios.
Y nuestra nación, aunque no tenga agua potable, ni electricidad, ni un sistema de alcantarillado, ni transporte público, ni sentido de la higiene, ni de la disciplina, ni de la cortesía, ni de la puntualidad, sí cuenta con empresarios. Miles y miles de ellos.
Especialmente en el campo de la tecnología. Y esos empresarios — nosotros los empresarios — hemos montado todas estas empresas de subcontratas que virtualmente dirigen América en la actualidad.
Usted espera aprender cómo crear algunos empresarios chinos, por eso está aquí de visita. Eso me ha hecho sentirme bien. Pero entonces me di cuenta de que, de conformidad con el protocolo internacional, el Primer Ministro y el Ministro de Asuntos Exteriores le recibirán en el aeropuerto, con guirnaldas de flores, pequeñas estatuillas de sándalo para llevarse a casa, y un librito repleto de información sobre el pasado, el presente y el futuro de la India.
Y fue entonces cuando me salió decir esa cosa en inglés, excelencia. En voz bien alta.
Eso fue a las 23:37. Hace cinco minutos.
Yo no suelo soltar tacos ni maldigo. Soy un hombre de acción y de cambio. Fue ahí, y en ese instante, que decidí comenzar a dictar una carta dirigida a usted.

10 oct 2010

Reseña: Echoes of Silence, una novela de Malasia


Chuah Guat Eng, Echoes of Silence (Kuala Lumpur: Holograms, 1994). (2ª impresión, 2009)

En la primera novela de Chuah Guat Eng, Echoes of Silence, el lector pudiera fácilmente asumir que se está sumergiendo en un thriller, si no fuera porque desde el primer párrafo de la novela la autora nos plantea una serie de premisas muy diferentes de las habituales en el género detectivesco. En una plantación de caucho propiedad de un caballero inglés se comete un asesinato que parece ser copia casi exacta de otro asesinato cometido unos veinte años atrás. Y a medida que progresa la trama que nos cuenta en primera persona la narradora, Ai Lian, se van desvelando pistas de otro calibre, de una índole mucho más compleja.

La novela avanza pues por dos caminos paralelos y complementarios. Por una parte, la búsqueda de las pruebas que puedan determinar de manera fehaciente quién fue el culpable de los dos asesinatos cometidos en la plantación del magnate Templeton, mientras en un plano paralelo de descubrimientos empiezan a resonar con fuerza ecos y reverberaciones de una odisea personal e íntima, la de la narradora en su busca de una identidad como ser humano en la maraña social multirracial y extremadamente compleja de la Malasia inmediatamente después de la independencia, con el trasfondo de los disturbios raciales de 1969.

Guat Eng se nos revela como una avezada narradora, al crear en la novela un sugestivo mundo imaginario (el del distrito de Ulu Banir). En ese mundo el lector percibe la profundidad de las ideas, el dolor y la madurez intelectual que resultan del ineludible paso del tiempo, la sensación de vivir, de crecer, el bosquejo de una sociedad que aprende a verse a sí misma y a expresar esa experiencia.

Hay en Echoes of Silence pasajes llenos de expresividad, de significados muy poderosos, de una humanidad amplia y rica en matices:

“You know”, he said one evening when the sunset was particularly beautiful, “sometimes I see myself as a tiny drop of water tossed this way and that in an endless shoreless sea. Through the sheer force of the sea’s movements, other droplets become attached to me. For a while we become bonded by the tide over which we have no control. We travel together. Then the tide forces us apart. New droplets take the place of the droplets washed away. We form new attachments, create new patterns. But we’re still running along willy-nilly, and the sea is always an anonymous, indifferent sea.

“It’s a sort of parable of life. Lives, dreams, ambitions, achievements, history itself, are not made. They just happen. The way they happen depends purely on the way this cosmic sea moves at any given moment. On the resulting conjunction of souls that accidentally bump into one another during this aimless drift.”(p. 266)

“Sabes”, me dijo un anochecer en el que la puesta de sol fue especialmente hermosa, “a veces me veo a mí mismo como una diminuta gota de agua arrojada de aquí para allá en un mar infinito, sin orillas. Debido a la magnitud de la fuerza de los movimientos del mar otras gotitas se acoplan a mí. Durante un tiempo quedamos unidos por culpa de la marea, sobre la cual no tenemos control alguno. Viajamos juntos. Entonces, la marea nos separa a la fuerza. Otras gotitas toman el lugar de las gotitas que se llevó la marea. Formamos nuevas conexiones, creamos nuevos paradigmas. Pero continuamos avanzado, lo queramos o no, y el mar es siempre un mar anónimo, indiferente.

Es una especie de parábola de la vida. Las vidas, los sueños, las ambiciones, los logros, la historia misma, no son cosas que se hagan. Simplemente, ocurren. El modo en que suceden depende sencillamente de cómo se mueva este mar cósmico en un momento dado. De la confluencia resultante de almas que fortuitamente tropiezan entre sí, en el transcurso de esta deriva sin sentido.”

Puede que la literatura sea una de las pocas cosas que nos ayude a darle un poco de sentido a esta deriva que aparentemente no tiene objeto alguno. Y si no nos lo da, al menos ayuda a sobrellevar el paso del tiempo. Echoes of Silence, con su estudiada estructura de novela detectivesca que abarca más de cuarenta años de historia familiar, ciertamente no defrauda.

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