15 may 2011

4 Sonnets - 4 sonetos

4 Sonnets


Este mes de mayo, la revista electrónica Transnational Literature, editada por Gillian Dooley de la Universidad de Flinders en Adelaida (Australia Meridional), acaba de publicar 4 sonetos que escribí a fines de 2010. Puedes descargar el documento en PDF con los 4 sonetos haciendo clic aquí.

Son cuatro sonetos que hablan por sí solos. Pienso que no hace falta explicarlos ni justificarlos, si es que en verdad es necesario justificar la poesía.

A finales del año pasado, posiblemente una noche a principios del mes de octubre (francamente, me falla la memoria) tuve un sueño muy vívido, muy real. Soñé con mi hija Clea, con mi niña. Volvía a estar con ella. Es difícil explicar las sensaciones durante el sueño, y las que sentí al despertar.

Me vino a la cabeza el estribillo de la canción de Antonio Carlos Jobim, A felicidade, que escucho con frecuencia, interpretada por el gran Vinicius de Moraes con Toquinho y Maria Creuza. Dice así:

Tristeza não tem fim
Felicidade sim

Un video de la canción en Youtube…



 Quisiera muchas veces no despertar para poder ser como era antes, para tener al menos la posibilidad de aspirar a la alegría. Tiene mucha razón Jobim: la tristeza no tiene fin. De los cuatro sonetos, este es algo muy, muy especial, y por ello quiero compartirlo en este blog.


Let me forever sleep this peaceful sleep.
Let me forever see her hazel eyes,
hear her giggle, her shrill girly voice keep
with me, relish this memory, the prize

of a lifetime that has become too long.
Let me forever dream this pleasant dream,
and sense her presence, feel that I belong
with her, let myself go down this strange stream

that one day seems to take us all somewhere.
Death took her away from me far too soon.
Where to from here, I honestly don’t care.

Just let me stay with her under this moon,
hold her in my arms, spin her in the air,
with my dear daughter in some timeless swoon.


Transnational Literature, an e-journal edited by Gillian Dooley at Adelaide’s Flinders University has just published 4 sonnets I wrote in late 2010. You can download the PDF with the four sonnets by clicking here.

These four sonnets speak for themselves. I don’t think it necessary to explain or justify them, if indeed it is necessary to justify poetry.

Late last year, possibly on an early October night (to be honest, my memory fails) I had a very vivid dream, a very real dream. I dreamt of my daughter, Clea, my little girl. I was with her again. I cannot explain the sensations I had during my dream, or those I felt upon waking up.

A few hours later I thought of the chorus in a song by Antonio Carlos Jobim’s song, A felicidade, one that I listen to frequently, sung by the great Vinicius de Moraes with Toquinho and Maria Creuza. The chorus line says:


Tristeza não tem fim
Felicidade sim


There are many mornings I’d rather not wake up, so I could be who I was before, so I could at least have the chance of hoping for gladness. Jobim was quite right: sadness never ends. Out of these four sonnets, this one is something very, very special to me, and that’s why I wish to share it here.

14 may 2011

Footy y poesía (parte 1)

Templo de apostasía, catedral bidimensional (Manuka Oval, 7 de mayo de 2011)

Footy y poesía

Si hay algo que aglutine firmemente a la sociedad australiana, es sin duda el deporte, y de entre los muchos deportes que se practican en estas tierras, especialmente el fútbol australiano, más conocido en inglés como footy.

En esencia, a modo de somera explicación para los que no lo conocen, el objetivo del fútbol australiano es mover un balón ovalado de cuero mediante chuts y pases con las manos de un extremo del campo de juego al otro, y marcar un gol (siempre mediante un chut) entre los dos postes centrales; el gol se contabiliza como seis puntos.

Los dos equipos se componen de dieciocho jugadores, distribuidos básicamente en cuatro líneas, dos defensivas y dos atacantes, de cuatro jugadores cada una, con dos volantes cuya misión es conectar el juego entre las diferentes líneas.
El fútbol australiano, en tanto que obsesión, en tanto que una especie de devoción alternativa, representa una forma de ver y vivir la vida, y por tanto no debe sorprender que sea una temática incorporada a la literatura del país. De hecho, existe ya un modesto pero significativo corpus poético en torno al fútbol australiano, el cual ha ido creciendo desde la década de los 70, y que sin duda seguirá incrementando su volumen a lo largo del tiempo, a menos que, en su afán de extraerle el mayor beneficio económico posible, los directivos que actualmente dirigen la liga profesional de fútbol australiano terminen por ahuyentar a los aficionados.
En el poema que sigue, Philip Hodgins (1959-1995) describe una escena que se repite sábado tras sábado en numerosos pueblos y ciudades de Victoria y otros estados australianos durante la temporada futbolística, de marzo a septiembre.

Sábado tarde: fútbol australiano


La elipse, símbolo hindú de fertilidad,
queda ceñida por coches repletos de gente,
todos en batería frente a la barrera.
Los amamanta igual que una cerda.

Dentro de los coches unas voces nos informan
desde lugares importantes, donde nunca hemos estado:
Kardinia, Moorabin, Windy Hill.

Reflejadas desde sus cúspides
se alzan dos catedrales bidimensionales.
Hoy, aquí y ahora, van a ser templos de apostasía por partida doble;
unos seres clonados guardan sus entradas,
y portan unas antorchas llameantes de un blanco puro.

Del purgatorio de calamina
salen muchos hombres en hileras de paracaidistas;
llevan las piernas barnizadas con el rastro tóxico
del aceite de eucalipto.

Aterrizarán cerca de los lemas de la inspiración,
para luego dispersarse en pares
de crípticas combinaciones numéricas.

Pero hay uno sin número,
tan decididamente blanco como una bola de billar,
omnipotente en su pose clásica,
y que mantiene en alto una elipse roja;

tras el pitido,
un estruendo formidable de bocinas
celebra la contienda decisiva de esta tarde.

Traducción de ‘Country football’, poema de Philip Hodgins, publicado en 1986. © de la traducción: Jorge Salavert, 2011.



Shane Mumford (Sydney Swans) y Ben Hudson (Western Bulldogs), los dos ruckmen a la disputa del decisivo primer toque (hit-out) tras una interrupción del juego; los árbitros ya no visten de blanco, como era la norma en la época en que Hodgins escribió su poema (Manuka Oval, 7 de mayo de 2011).
Una posición fundamental para el éxito del equipo es la de ruckman. Cada vez que se produce una parada del juego, el árbitro efectúa el bote reglamentario o un lanzamiento del balón en alto para reanudarlo. Entonces, el jugador que juega en la posición de ruckman debe intentar conseguir el primer contacto (hit-out) y lograr conseguir la posesión del balón y así favorecer la estrategia de su equipo. Se trata por tanto normalmente de jugadores de elevada estatura y una extraordinaria resistencia física: tienen que batallar por conseguir la posesión a lo largo de casi tres horas de juego, y corriendo detrás del balón para intervenir cada vez que el árbitro decreta un bote neutral.

El partido se juega en cuatro cuartos de veinte minutos a reloj parado. Las dimensiones del campo son las del óvalo omnipresente en las poblaciones australianas, y dedicado básicamente a jugar a críquet en verano, y a fútbol australiano en invierno.
El juego es asombrosamente rápido y también extremadamente exigente desde el punto de vista físico. Es un deporte de contacto, si bien las reglas estipulan la legalidad de ciertos contactos y la ilegalidad de otros. Una de las reglas que más extrañeza causa entre los que no conocen el juego es la que prescribe que el jugador debe siempre intentar jugar de manera que podríamos denominar constructiva: echar el balón fuera intencionadamente está penalizado con un tiro libre para el equipo contrario. Cierto entrenador portugués cuya notoriedad llega a todas partes, que cuenta con una filosofía bastante destructiva del fútbol, no habría logrado, por supuesto, ningún título en el fútbol australiano.

Posts més visitats/Lo más visto en los últimos 30 días/Most-visited posts in last 30 days

¿Quién escribe? Who writes? Qui escriu?

Mi foto
Ngunnawal land, Australia