1 jun 2012

Reseña: True History of the Kelly Gang, de Peter Carey


Peter Carey, True History of the Kelly Gang (St Lucia: University of Queensland Press, 2000). 401 páginas.


Durante un reciente viaje a la capital de Victoria, Melbourne, hice la necesaria parada para el café de media mañana, casi al azar, en un pueblecito llamado Glenrowan, famoso por ser el lugar donde capturaron a Ned Kelly. A mis hijos mellizos la historia de Ned Kelly les entusiasma, y no fue difícil convencerlos de que era el lugar idóneo.

De hecho, en la maleta de viaje llevaba yo esta novela de Peter Carey, y además recordaba vagamente haber leído algunas cosas sobre la leyenda del forajido, y de cómo había sido en este lugar donde la ley había podido finalmente echarle el guante.

Un breve paseo por las calles de Glenrowan fue suficiente para darme cuenta de que el lugar rezumaba historia por todas partes, y nada más llegar a Melbourne me sumergí en la lectura de True History of the Kelly Gang, una de las dos novelas de Carey que todavía no había leído. (La otra es Illywhacker).

Ned Kelly es uno de los mitos más populares de la iconografía australiana, precedió a la formación del estado moderno australiano (lo que se conoce como Federación) y en la imaginación popular representa perfectamente el papel de luchador perdedor, tan estimado en general por los australianos. Mencionaré solamente dos datos históricos para situar el tema: los hechos del asedio de Glenrowan y la captura de Kelly y su banda tuvieron lugar en 1880, mientras que apenas 25 años después, en 1906, se filmó la primera película australiana, la cual se tituló (y no es una coincidencia) The Story of the Kelly Gang.

La novela de Carey es extremadamente efectiva en tanto que el autor le otorga a Kelly la posibilidad de recobrar su voz, de volver a expresarse: la suya es la voz del currency lad oprimido por el establishment inglés de la colonia. Pero al mismo tiempo el lector no debe olvidar que ésta es una obra de ficción, cimentada en documentos y hechos reales; pero sigue siendo, no obstante, una historia novelada, tanto como lo fueron otras novelas de Carey, como Oscar and Lucinda, Jack Maggs o la más reciente Parrot and Olivier in America.

Como acostumbra a hacer Carey, hay una disolución deliberada de las demarcaciones que separan lo ficcional de lo no ficcional, lo oral de lo escrito, produciendo dos versiones del pasado (el lector puede fácilmente enfrascarse en el texto y olvidar que existe un autor, o bien tomar un poco de distancia y admirar el habilidoso juego de malabares narrativos que el autor está desplegando ante sus ojos). Y lo realmente complaciente, en mi opinión, es que ambas versiones pueden dejar al lector más que satisfecho.

El Kelly que Carey mitifica (si es que fuese posible hacerlo más) es un jovenzuelo que lucha por salir adelante en el seno de una familia pobre y acosada por los estamentos más poderosos de la sociedad colonial. Es un jinete excepcional, conocedor de los caballos y de su temperamento; es también el joven nativo que conoce el terreno de la región como la palma de su mano y puede sobrevivir en el bush donde los demás no sabrían cómo hacerlo y durarían apenas cuarenta y ocho horas (incluido el que esto escribe, por supuesto). Modelando su narrativa en primera persona en la carta que Kelly escribió denunciando el acoso policial a su familia y las injusticias que los ricos hacendados infligían sobre los colonos más pobres, Carey le otorga una exquisita calidad oral al texto que produce su narrador: la voz de Kelly suena en la prosa de Carey, es fácil seguir las cadencias australianas en su sintaxis. Al buscar alejarse de lo más puramente literario, lo que logra Carey es (re)crear gran literatura.

A lo largo de toda la novela es la voz de Kelly la que nos recuerda que todo lo que le ha ocurrido en su vida ha sido resultado y consecuencia de situaciones de injusticia. El tono es a veces amargo, pero Kelly tampoco busca adquirir un estatus de héroe idolatrado. Nos hacen sonreír las anotaciones que hace Mary Hearn (personaje totalmente ficticio introducido por Carey) en el manuscrito, corrigiendo las descripciones tan poco halagadoras que los periódicos de la época hacen de su querido, el padre de la niña que lleva en su vientre, y a quien Kelly se dirige desde la primera página.

La novela se presenta al lector en forma de trece fardos de texto manuscrito (Carey da detalles del estado en que se encuentra cada uno de ellos, amén de el tipo de papel en que fueron escritos). El último, nos explica Carey en el breve prólogo que precede a cada capítulo/fardo, está terminado de forma “abrupta”.

True History of the Kelly Gang es uno de los mejores ejercicios de virtuosismo literario que jamás haya leído. Si para el novelista el reto es crear una ficción creíble, Carey sortea el envite con un retrato completo, mágicamente lleno de vida de un joven australiano que nunca aceptó la miseria como destino y que hizo frente a sus verdugos con dignidad. Es ahí donde la voz de Kelly resuena, y su eco nos llega hasta nuestros días, advirtiéndonos de que las injusticias deben ser subsanadas.


La estación de ferrocarriles de Glenrowan. Al fondo, el lugar donde Ned Kelly fue finalmente capturado.
Hoy en día, el pueblo de Glenrowan explota la figura histórica de Ned Kelly para atraer turistas. Detalle de uno de los carteles que ilustran al visitante, en la calle principal.
Reproducción de la ya famosa armadura de Kelly en el lugar donde fue apresado. Pueden observarse los 'impactos' de bala y la 'sangre' en las 'piernas' de Kelly, elementos con los que han aderezado el montaje.

31 may 2012

Junio: Recordando a John (Red) Kelly, el padre de Ned Kelly


Un paseo por la calle principal de Campbell Town, Tasmania, puede resultar muy instructivo. A lo largo de las dos aceras el visitante puede encontrar una larguísima hilera de ladrillos rojizos incrustados en el asfalto. Cada uno de esos ladrillos recoge el nombre, barco de transporte y año, razón por la que fue transportado y un dato biográfico sobre alguno de los muchísimos convictos que fueron trasladados a la isla en la primera mitad del siglo XIX.

En el paseo, si el visitante se detiene y lee con atención las leyendas grabadas en los ladrillos, puede adivinar terribles historias de pobreza e injusticia. Para empezar, llama la atención la muy corta edad de la mayoría de los convictos, muchos de ellos menores de edad, y que pese a ello fueron separados de sus familias y enviados a la otra punta del mundo por haber hurtado cualquier cosa.

El segundo dato que debiera atraer la atención del visitante es la predominancia de apellidos irlandeses entre los reos. ¿Se escondía una estrategia de carácter étnico tras la política penitenciaria británica?

Uno de tantísimos irlandeses, un tal John (Red) Kelly, llegó a Tasmania en 1840, condenado a siete años por haber robado 3 cerditos. Años después tendría a su primer hijo varón, un tal Ned Kelly.

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