14 sept 2012

Reseña: 10 Short Stories You Must Read in 2011


Varios autores. 10 Short Stories You Must Read in 2011 (Sydney: Australia Council for the Arts, 2011). 280 páginas.


La producción de antologías de cuentos o relatos breves suele cumplir varias funciones, entre ellas las de dar a conocer la obra de autores noveles o menos conocidos. En el caso de 10 Short Stories You Must Read in 2011, el encomiable propósito era ante todo el fomento de la lectura, pues el libro se concibió como regalo para todo aquel que adquiriese uno de los 50 libros que formaron parte de la campaña Get Reading! 2011, auspiciada por el gobierno federal australiano.

Los autores cuyos relatos entraron en este volumen son en su mayoría autores ya consagrados en uno u otro género, y cuentan con varios títulos en su haber. Como suele ser habitual en las antologías, los resultados son un poco desiguales: junto a relatos realmente cautivadores por su sencillez o por su calidez humana, como el que abre el volumen de Cate Kennedy, se incluyen otros cuya presencia es difícilmente justificable, y que personalmente no me aportaron nada como lector. También hay narraciones que con una trama bien desarrollada y unas buenas dosis de suspense atrapan al lector, mientras que de otros es bastante fácil predecir el final.

Laminex and Mirrors, de Cate Kennedy, cuenta la amistad que surge entre una joven que trabaja como limpiadora en un hospital y un viejo solitario y enfermo. Narrada en primera persona desde el punto de vista de la chica, es una historia que rebosa humanidad e ironía. Es en definitiva un cuento que roza la perfección, en tanto que en pocas páginas relata una historia que satisface al lector, con un final abierto a la imaginación del lector.

Big Knobs, de Bill Condon, cuenta el primer día de trabajo de dos amigos adolescentes en una fábrica de puertas, y de cómo sus principios éticos les encaminan a tomar partido por el más débil, y perder su primer trabajo.

Larissa Behrendt explora el vacío que la ausencia de una hija va creando paulatinamente entre la esposa y el marido, cuyas respuestas son diametralmente opuestas. The Space Between Us indaga en las reacciones anímicas y en los sentimientos contradictorios del duelo de una madre, cuya hija adolescente es asesinada por dos jóvenes de su misma edad.

En Piñata, Jessica Rudd cuenta el encuentro de dos personas a quienes la vida ha herido. Jude Fox es una artista que se dedica a crear piñatas personalizadas para fiestas, y que perdió a su mujer al cáncer. Cuando Lucy le llama con un inusual encargo, una piñata para celebrar su ruptura matrimonial, Jude crea una obra de arte. Pero al llegar a casa de Lucy para entregársela, Jude tiene un terrible (y torpe) accidente. Por fortuna para él, Lucy es cirujana quirúrgica y tras administrarle los primeros auxilios, lo lleva al hospital. Piñata es una buena historia, pero a mi parecer tiene algunos altibajos en el ritmo narrativo, digresiones posiblemente innecesarias (la escena que describe cómo Jude espía la fiesta de cumpleaños del niño para el que ha creado una Catwoman desorienta al lector respecto a sus motivaciones).

Mientras espera su turno en una oficina de atención al público, Lisa, enfermera, ve la fotografía de una antigua amiga, ahora famosa, en el periódico. Lisa rememora las circunstancias que terminaron por separarlas. Nanoparticles, que firma Charlotte Wood, cuenta dos historias: la de Lisa y su amiga Olivia, y la de una mujer desesperada y amargada que está también esperando su turno en la oficina, y en la que Lisa descubre las señales y síntomas de un tratamiento contra el cáncer.

James Bradley cuenta en The Flats una durísima historia que de forma retrospectiva plantea el conflicto que se produce entre el sentido de la lealtad que exige una amistad verdadera y el sentido de la moral que reclama que denunciemos los actos criminales cuando somos testigos de ellos. Con un final sorprendente (en un excelente giro narrativo que, pese a ser abrupto no incomoda al lector), este relato de James Bradley me sorprendió muy gratamente. Tanto, que ya le he pedido permiso al autor para traducirlo, y en un par de semanas aparecerá en la revista de los campeones, Hermano Cerdo.

John Birmingham, más conocido por He Died with a Felafel in his Hand, propone al lector un cuento de terror y misterio en The Demons of Buttecrack County. Aparte de las dosis de humor con el que trata el tema, la narración de Birmingham no despertará mucho interés en el lector al que la fantasía y el gore no le resulten atractivos. Una pareja gay de neoyorquinos paran a cenar en un recóndito paraje, y entablan conversación con la sheriff del lugar; para llegar a la siguiente ciudad grande tienen que cruzar una marisma, pero el ayuntamiento ha descuidado mucho el mantenimiento de la carretera, les informa la sheriff Robertson.

Passage, de Caroline Overington, adopta, sin resultar demasiado convincente, el formato de una declaración pública ante los medios de comunicación de un parlamentario que decide relatar sus experiencias como joven bisoño arrastrado a un culto fundamentalista cristiano. Tras conocer en Melbourne a un extraño tipo que rebusca entre las sobras de comida arrojadas a la basura, el Hermano Ruhamah, Paul terminó pasando siete años de su vida en una granja donde se alojaba la secta liderada por Ruhamah. A mi parecer, es un cuento sin fuerza narrativa: no engancha al lector porque la narración de los años en la comuna de los “Jesus People” no contribuye a crear un personaje definido. El Paul de la juventud es el mismo Paul electo; la ironía que podría haberse explorado y explotado más en torno al personaje del Hermano Ruhamah (se nos revela que se pasa la mayor parte del tiempo en un ático de lujo en Gold Coast) queda un poco desperdiciada en vista del final que Overington decide darle al relato.

James Phelan contribuye un relato titulado Trust, en el que personajes acartonados, sin dimensión alguna, toman parte en una trama de mucha acción y palabrotas, agentes de la CIA, contactos de Wikileaks y delincuentes de la Costa Azul. Por cierto, sin que se le nombre explícitamente, hace su aparición Julian Assange. A modo de observación personal, debo confesar que no logró en ningún momento despertar mi interés.
El relato que cierra este volumen gratuito, The Existence of Women, de Miranda Darling, lleva a una joven agente de seguridad de una empresa privada a Rio de Janeiro, donde le han asignado la protección de Tatiana, una belleza que aspira a convertirse en Miss Universo. En Rio conoce al padrone de las chicas, Lazlo, quien comparte un pasado oscuro con la madre de Tatiana. Una de las chicas del grupo de Lazlo, Carmen, ha desaparecido. Stevie, la agente llegada desde Londres, tendrá que descubrir qué ha ocurrido y demostrarle a la madre de Tatiana que puede realizar su trabajo de manera competente.

Como se han encargado de repetirme mis hijos en numerosas ocasiones, he leído 10 Short Stories You Must Read in 2011 en 2012. Yo siempre les he contestado que las fechas no importan: lo importante es leer, y disfrutar de la lectura.

12 sept 2012

Reseña: Ejército enemigo, de Alberto Olmos


Alberto Olmos, Ejército enemigo (Barcelona: Mondadori, 2011). 279 páginas.

Me acerqué a esta novela de Alberto Olmos con una mezcla de curiosidad y aprensión. Había leído muchísimos comentarios sobre la novela, y había seguido de bastante lejos los numerosísimos dimes y diretes acerca del autor, que ciertamente habían alimentado mis expectativas y mis suspicacias.

Vayamos por partes. De Olmos, a quien no conozco de nada, me separan dos cosas fundamentales: el país de residencia (España él, Australia yo) y el año de nacimiento (le llevo once años de ‘ventaja’ en este valle de lágrimas). No he leído ninguna de sus novelas anteriores.

La lectura de Ejército enemigo me ha dejado un poco indiferente: ni es tan mala como algunas críticas apuntaban con evidente saña, ni creo que reúna mérito alguno para pasar a la historia de la literatura española. No tiene brillantez, ni le sobra originalidad. Salvo algunos pasajes bien trabajados, el conjunto de Ejército enemigo me ha parecido un tanto pedestre.

La novela adopta algunas de los principios del relato detectivesco, incluso desarrolla bien la intriga en torno a la muerte de Daniel y las pesquisas que realiza Santiago. Pero Olmos parece haber optado por preparar un extraño cóctel, un batiburrillo de registros y temas, en ocasiones un poco alocado, en lugar de centrarse en un tema o en un único motivo.

Así, mezcla en esa trama de misterio otros elementos que, personalmente, pienso que sobraban: afirmaciones categóricas, más que reflexiones, sobre la inmigración en España (o en Madrid, para ser específicos), el marketing, la privacidad o la pornografía en internet. Hay un exceso de imágenes pornográficas que, ciertamente, no vendrían a cuento si la novela fuera solamente un whodunnit; es un tema que no me interesa para nada, pero puede que a los adolescentes españoles exiguamente educados de principios del siglo XXI sí les atraiga; la pornografía es algo, créame usted que me lee, que vende, y mucho. Y para rematar la faena, muchos, muchísimos, extractos del diario del protagonista (un recurso sobreactuado: se repite más que el ajo). ¿Quieres leer una novela de misterio e intriga reciente, mucho mejor que Ejército enemigo? Te sugiero La mala espera, del argentino Marcelo Luján.

Si Olmos buscaba realizar una crítica de la más que triste realidad social en la que se ha hundido España, Ejército enemigo es un fracaso tan sonoro como la industria de solidaridad que desprestigia el protagonista hasta la saciedad. O cabe la posibilidad de que en realidad Ejército enemigo tratase de ser un reflejo medianamente certero de ciertos atributos que pueden adjudicarse a esa España rancia y desprestigiada, la que no gana campeonatos de fútbol, la heredada de los cuarenta años de Franco y que tan vigorosamente revitalizó el gobierno de un señor de Valladolid con bigotito de sargento de la Benemérita, bajo un disfraz de democracia participativa. Zafiedad, envidia, estulticia, revanchismo, corrupción, avaricia, grosería, el insulto como gesto vital.

El protagonista, Santiago, se revela por momentos como un patético fascista. Un treintañero madrileño, soltero y sin compromiso, un auténtico wanker, con un carácter agrio. Es un personaje que resulta del todo repelente: no desprende simpatía alguna (ni en el lector ni en los otros personajes), desborda cinismo y rencor. No tiene prácticamente amigos, y al único con el que mantiene una conexión esporádica, Daniel, un jovencito pequeño burgués que cree que se puede cambiar el mundo con causas solidarias, va y lo matan en un descampado.

Santiago recibe un sobre que Daniel dejó a su nombre. En él está la contraseña del email de Daniel. Santiago entra en el correo electrónico de Daniel y comienza sus pesquisas. ¿Quién era Daniel en realidad, y a qué se dedicaba? ¿Quién lo mató, y por qué? Santiago llega hasta el final, pero en su huida hacia adelante se llevará una enorme y humillante sorpresa: resulta que lo han utilizado. No era tan listo como se pensaba.

Por lo demás, cabe hacer mención de algunos errores de bulto en esta segunda edición de Mondadori. Alguien debiera explicarles (¿o al autor?) que “12:00 am” es la medianoche, no el mediodía.

Ah, y pobre Cristina Valbuena. No se merecía ese final.

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