George Saunders, Tenth of December (Londres: Bloomsbury, 2013). 251 páginas.
Puede que uno de
los secretos peor guardados de los grandes narradores de cuentos sea su
habilidad o su destreza artística para propiciar con sus palabras un mundo
perfectamente plausible, o quizás vagamente familiar, dotado siempre de unos
cuantos matices necesariamente armoniosos. Es un mundo en el que, en un
principio, el lector se siente posiblemente cómodo, para nada desequilibrado, pero
en el cual irrumpe, de repente, algo amenazante o desestabilizador. Por entre
las flores del bosque va paseando tranquilamente Caperucita, cuando de pronto quién
surge desde detrás de un árbol, sino el lobo feroz…
En el primer
cuento de este muy recomendable volumen de relatos de Saunders, ‘Victory Lap’,
una quinceañera abre la puerta de su casa en un acomodado barrio suburbano de
los Estados Unidos y se encuentra cara a cara con la peor de sus pesadillas: un
individuo armado que la rapta con el propósito de violarla. Kyle, su joven
vecino, es testigo del hecho, pero en un principio se queda totalmente
paralizado y decide no intervenir. En su cabeza oye las voces de su padre y de
su madre, quienes a lo largo de los años le han inculcado pautas de
comportamiento correcto que debe seguir en todo momento.
Siguiendo a los
tres protagonistas del relato, Saunders reproduce un ya viejo triángulo
narrativo: dama raptada por un ogro o un monstruo brutal, con un príncipe que
acude al rescate. Pero en ‘Victory Lap’, el príncipe se detiene cada pocos
segundos a analizar qué normas reales dictadas por los monarcas que rigen su
vida (Papá y Mamá) va a transgredir (pisar la alfombra con las zapatillas, por
ejemplo) y cuántos puntos negativos le acarreará cada una de sus
transgresiones. Atenazado por el miedo a infringir el orden establecido, el
héroe está a punto de convertirse en arquetipo del cobarde timorato. Cuando por
fin decide tomar en sus manos la geoda que su padre le ha encargado instalar
en el jardín, la geoda pasa a ser un arma mortal, y el príncipe participa de
la barbarie que encarnaba hasta entonces el monstruo violador.
Los relatos de Tenth of December tienen muchos
elementos en común. Muchos de sus personajes pertenecen a una subclase con una
pobre educación y que lucha por mantenerse a flote en una sociedad
norteamericana cruel y nada caritativa. El altruismo ya no existe, pero
Saunders de alguna manera quiere hacernos creer que todavía es posible. Son
gente como Al Roosten, propietario de una tienda de curiosidades al borde la
ruina, quien tras participar en un evento de recaudación de fondos con fines
sociales se venga de un rico y exitoso vecino dándoles una patada al manojo de
llaves y a la cartera que aquel ha dejado en el vestuario. Camino de su tienda,
fantasea con la posibilidad de volver y ayudarle a encontrar las llaves, y
ganarse la amistad y la admiración del opulento empresario local.
El tono de
Saunders es esencialmente satírico, algo que no se prodiga demasiado entre los
escritores estadounidenses. En ‘The Semplica Girl Diaries’, un relato situado
en un futuro no tan distante como cabría suponer, un abnegado padre de familia
gana un premio en un juego de azar y gasta la mayor parte del dinero en organizar
una fiesta de cumpleaños que no puede realmente permitirse para una de sus
hijas; remodela el jardín y contrata una especie de figuras decorativas humanas
que tienen unidos sus cerebros por un cable, con un considerable coste. Los SG,
como se llaman esos figurines humanos, son emigrantes de países remotos
(Filipinas, Laos, etc.) que solamente buscan ganar algo de dinero para ayudar a
sus familias, y para ello han convenido convertirse virtualmente en esclavos.
Una mañana, la familia se despierta y los SG han desaparecido. Es su otra hija
la que los ha puesto en libertad durante la noche. La familia se enfrenta a una
carísima indemnización que los arruinará de por vida.
Otro estupendo
relato es ‘Escape from Spiderhead’. En un centro experimental, convictos de la
peor calaña se han ofrecido como cobayas humanas. Les someten a experimentos en
los cuales les administran drogas con nombres tales como ‘Verbaluce™’, ‘Vivistif™’
o ‘Veritalk™’ a través de un MobiPak™ que llevan conectado a su cuerpo. Las drogas parecen alterar su estado de ánimo
o incrementar su capacidad para enamorarse o su apetito sexual. Pero cuando les
administran ‘Darkenfloxx™’, las cosas se tuercen, y Jeff, el principal
protagonista, decide no seguirles el juego, con consecuencias nada felices ni
para él ni para los demás internos. Para Saunders, no obstante, las cualidades
de lo humano triunfan, aunque se trate de una victoria meramente simbólica, sobre
las fuerzas humillantes y vejatorias de la deshumanización a la que nos aboca
el capitalismo desbocado de nuestra época.
La suya es una
crítica (muy dura, desde luego) a la cultura del dinero que todo lo invade y
que parece haberse convertido en la cultura dominante, pero deja un regusto final
a bondad. Si es eso lo que va uno buscando como lector, los relatos que
componen Tenth of December (y en
especial el cuento que da nombre al volumen) satisfacen porque dejan abierta
una puerta al bien, a la esperanza.
Del
volumen quiero también destacar otros dos relatos, ‘Puppy’ y ‘Home’: en el
primero, una mujer reniega de la compra de un cachorro para su hija cuando
entra en la casa de la familia que vende el perrito. En ‘Home’, Saunders narra
el regreso a casa de un soldado de una de las guerras estadounidenses en
Oriente Medio, y se encuentra ante el desastre que él mismo ha creado en su
vida, sin posibilidad de rehacerla.
Este libro de Saunders
ya ha aparecido en castellano (Diez de
diciembre, en Alfabia, traducción de Ben Clark) y en catalán (Deu de desembre, en Edicions de 1984,
traducido por Yannick García).