John Burnside, Something Like Happy (Londres: Jonathan Cape, 2013). 244 páginas.
La felicidad, o
algo que se le aproxima sin llegar a serlo nunca: el final de un túnel que quizás
resulta ser circular. Casi la totalidad de los protagonistas principales de
estos cuentos del escocés John Burnside hace mención de ese concepto tan elusivo
como inalcanzable, y que se resume de un modo casi perfecto en el título del
relato que abre el volumen y que le da título. ‘Something Like Happy’. Algo
similar, pero nunca la cosa misma.
Fiona, la
protagonista de este primer relato, termina la historia contando se come las
tostadas que había preparado para su hermana, “porque todavía tenía hambre, y
porque de verdad me sentía feliz, sentada allí [en la cocina] en silencio,
observando la nieve” (p. 28-29, mi traducción). En su relato narra cómo se va
forjando el enfrentamiento de dos hermanos, Arthur y Stan, el segundo novio de
la hermana de Fiona, y que deviene en prisión para Stan y huida definitiva de
Arthur.
En ‘Slut’s Hair’
(que debe tratarse de una derivación de la expresión slut’s wool, referida a esos montoncitos de polvo, pelusa e
hilillos que se acumulan en los rincones o debajo de las camas – la palabra slut antiguamente se usaba para referirse
a una criada que no limpiaba la casa como debía) una mujer sufre en silencio la
violencia doméstica de un marido alcoholizado y sádico. Un dolor de muelas
lleva a un acto brutal: el ciclo habitual en estas situaciones se interrumpe simbólicamente
cuando Janice descubre un pequeño ratoncito en la cocina, al cual decide salvar
de la barbarie de Rob. Salvarle la vida al ratoncito – si es que esa masa
amorfa que se esconde tras el frigorífico es un diminuto roedor – sería una
modesta victoria para ella.
La nieve es el telón
de fondo paisajístico de muchos de estos cuentos. De hecho, en el relato que
cierra el volumen, ‘The Future of Snow’, la nieve es protagonista directa de la
historia, en la que pocos días antes de Navidad un policía recoge a Frank, un
viudo del pueblo cuya mujer murió congelada un año antes, y que se pasea sin
destino aparente bajo una fuerte nevada en mangas de camisa y babuchas. El policía
desvela un secreto que, de saberlo Frank, mucho habría cambiado su estado
mental actual. En ‘The Bell-Ringer’, una mujer que se estaba haciendo ilusiones
de entablar amistad con un estadounidense de visita en la ciudad asiste bajo
una intensa nevada a una escena que la deja sin habla y que rompe en mil
pedazos esas ilusiones que se había hecho.
Pero en mi opinión
es ‘Peach Melba’ el cuento que destaca entre todos de este impresionante y
envidiable conjunto de relatos de Burnside. El narrador de ‘Peach Melba’ nos
dice al principio de su relato: “He olvidado la mayor parte de mi vida hasta
este momento. Eso me sorprende, a veces, pues la he disfrutado tanto” (p. 51,
mi traducción). Una búsqueda del pasado, una evocación del enorme poder que puede
albergar un momento definitorio de nuestras vidas. El protagonista de “Peach
Melba” (un postre que homenajea a una gran soprano australiana) es un hombre
adulto que trata de rememorar el sabor de este postre helado y que asocia con un
episodio dramático (y traumático) de su niñez, y que concluye diciendo: “Me
gustaría decir que la Copa Melba – el sabor del helado, o el modo en que la
frambuesa se desangra en el helado y lo tiñe de un oscuro carmesí – me gustaría
decir que hay algo que me lo devuelve todo, pero no puedo. Lo que saboreo es helado
y melocotones, lo que veo es el color carmesí, lo que oigo es el gorjeo de las
golondrinas por encima y, después de todos estos años, todavía no sé dónde termina
mi ser y comienza el mundo, mientras todo – ser y mundo, alma y materia – se
deshace en la nada, con hermosura, con elegancia, y tal como debe ser, me deja atónito
y despojado, y solo en mi casa, perdido, o quizás simplemente suspendido, en la
persistente y ligeramente exagerada perfección de la Copa Melba” (p. 70-71, mi
traducción).
Otro de los
aspectos a destacar en estos cuentos de Burnside es una violencia latente, que
solamente aflora en ellos con una placidez sorprendente, como en el caso de ‘Roccolo’,
‘Godwit’ o ‘The Cold Outside’.
He dicho antes
que ésta es una envidiable colección de cuentos. Lo es porque cualquiera que,
como es mi caso, haya tratado de escribir cuentos sin haber logrado despertar
el interés de nadie más allá de un puñado de amiguetes, sentirá una sana
envidia de un autor cuya obra inspira admiración y ganas de seguir leyéndole. Something Like Happy, de momento, no se
ha publicado en castellano ni en catalán. Quizás sea hora de hacerlo.