18 oct 2014

Turquía: algunas impresiones (2)

La antigua ciudad de Pergamon preside lo que hoy es la moderna Bergama.
Antes de visitar Turquía me pasó por la cabeza la idea de que quizás la famosa hospitalidad turca se tratara de un tópico tan ampliamente extendido que había terminado por convertirse en leyenda turística, en una especie de mito. Pero después de haber pasado cerca de cuatro semanas en el país, visitando una buena parte de su territorio como turista, puedo decir que lo mejor de Turquía es su gente. Y no creo que se trate de una aseveración gratuita.

El puerto de Babakale
Es una perogrullada decir que el sector turco del turismo vive de los ingresos que los visitantes aportan a la economía. No puede ser de otro modo, pero la sensación que me ha quedado es intensamente positiva. Allá donde vayas en Turquía vas a encontrar a personas que harán lo indecible por hacerte que te sientas cómodo, y eso es algo que (al menos en mi experiencia, y he viajado un poco) uno no experimenta en todos los rincones del planeta. Puede que esta impresión no sea absolutamente cierta en el caso de Estambul; al fin y al cabo, es una gran metrópolis y como gran ciudad que es, es posible que se apliquen reglas menos generosas en lo que concierne el servicio al cliente.

Testi kebap: ¡ábrete, sésamo!
En ese sentido, de Turquía me he venido y me he quedado con un excelente sabor de boca (y no lo digo solamente por la excelente y sabrosísima comida que te ofrecen en todas partes). A esa impresión ha contribuido el hecho de que en casi todos los sitios donde paramos la gente, tras observar mi aspecto físico, me tomaba por turco y se sorprendía de que no lo fuera. Las cuatro frases del idioma que logré memorizar ciertamente sirvieron para mucho en algunos lugares apartados del beaten track.

Cocido al horno en ánfora de barro. Delicious!
Y si bien no soy partidario ni acostumbro a hacer recomendaciones en sitios como TripAdvisor (por no hablar de otras redes sociales a las que nunca me he acercado, ni pienso hacerlo), voy a hacer uso del blog para mencionar a personas y establecimientos, que dejaron una estupenda huella en mi memoria.

Can't remember his name, but he cooked us the best, freshest fish platter ever! Teşekkür ederim!
Comenzaré por un pequeño restaurante-hostal en un pueblecito costero de pescadores, un lugar llamado Babakale (‘el castillo del padre’), donde el joven Nasim y su baba nos prepararon en un abrir y cerrar de ojos un sencillísimo pero exquisito almuerzo, y pese a las insalvables dificultades idiomáticas nos explicaron cómo llegar a la playa más cercana. A Babakale llegamos más o menos por casualidad, y después de visitar el castillo (el último que construyera el Imperio Otomano, según informan las guías) nos marchamos, cuando en realidad debiéramos habernos quedado un par de días. Inolvidable.

Sunday lunch at Babakale...Thanks, Nasim!
La maravillosa hospitalidad de los turcos ha quedado también grabada merced a personas como Asif, quien regenta el Hotel Anil en Bergama, o la de Hassan y su familia en Pamukkale, o la de Harry y sus ‘gatitos’ en la ANZ Guesthouse en Selçuk. Será también imborrable el buen humor de Isa (Suso) en Olüdeniz, quien a las dos horas de que hubiéramos llegado al pueblo ya me había hecho sentirme uno más, con solo un pequeño empujoncito.

Anything but...
Incluso en una gran ciudad como Estambul hay personas que, como Efes, se esfuerzan por ganarse unos cuantos clientes en un mercado muy competitivo con su gran sentido del humor, anunciando que en su establecimiento ofrece “cerveza caliente, comida atroz y pésimo servicio”.

Pamukkale (El castell de Pamuk)
Es pues cierto que la acogida al foráneo en Turquía es excelente. La sensación de bienvenida se acrecienta con unas comidas sabrosísimas, sanas y sencillas. A quien vaya a Bergama, le recomiendo acudir a un humilde restaurante llamado Meydan, sito en el número 17ª de M. Yazici Caddesi, donde preparan el mejor arroz con leche del mundo, y donde probé un exquisito postre llamado Kemal Pasha (en honor a Atatürk) que no volví a encontrar en ninguna otra parte de Turquía.

Asklepion, Bergama
A todo esto se añaden pequeños (pero importantes) detalles que refuerzan una impresión general de excelencia en lo relativo a la hospitalidad turca. Es el caso de un desconocido, que condujo varios kilómetros por las calles de Aksaray hasta indicarnos la salida a la carretera rumbo a Nevşehir. A los pocos kilómetros llegamos a una joya histórica, un majestuoso caravasar en la antigua Ruta de la Seda, magníficamente conservado y poco conocido, libre de las muchedumbres que todo lo invaden y ensucian (y no es que los propios turcos se preocupen por no dejar basura - por desgracia, en la mayoría de los sitios no es así). Una verdadera gozada y un privilegio.

El caravasar en las afueras de Aksaray

14 oct 2014

Turquía: algunas impresiones (1)

En direcció nord, l'Àsia a la dreta i l'Europa queda a l'esquerra. El pont Fatih Sultan Mehmet sobre el Bòsfor (la Gola).
Conducir por las carreteras turcas conlleva extrañas situaciones, algunas cuanto menos curiosas, otras sencillamente espeluznantes. Uno puede encontrarse con tractores y camiones que circulan en dirección contraria, ocupando el carril izquierdo (el de adelantamiento) de la autovía, o bien toparse de pronto con un camión que está adelantando, a más o menos 50 km/h., en una cuesta, a un tractor, que a su vez adelanta a un carro tirado por un burro que ocupa el arcén, y tener que apretar los frenos a fondo mientras asciendes un puerto de montaña… Son momentos emocionantes, sin duda, pero en mi opinión sigue siendo preferible evitárselos. Ya se sabe: el viajar es un placer…
Bergama: A newly-wed couple get some help when moving into their new home..
Al alzar la mirada, mientras uno recorre Turquía, ciertas formas y objetos se repiten y se prodigan, aparecen, desaparecen y reaparecen cuales ojos del Guadiana, quedando fijos en la memoria visual del viajero. La bandera turca está omnipresente en todo el país: un estado relativamente joven pero de una firme tendencia nacionalista eleva al aire su símbolo patrio en cualquier parte. La bandera y las astas que la sostienen parecieran en ocasiones competir con otro importante símbolo omnipresente en Turquía: el minarete, esa torre religiosa, homólogo musulmán del campanario católico, desde la cual la voz del muecín, hoy en día pregrabada, recuerda cinco veces al día a los creyentes la obligación insoslayable del rezo al Ser Omnipotente e Invisible. Gracias a los megáfonos y altavoces, la llamada del muecín alcanza ahora tan alto volumen que ni en las mejores discotecas de la Ruta del Bakalao, mire usted. En algunos lugares, la confluencia de muecines traía como resultado una insoportable cacofonía, un guirigay un tanto grotesco e innecesario cuyo último fin sospecho aunque no me quede clara su ventaja.
Minaretes en Edirne.
También se alzan hacia el cielo los orgullosos cipreses, tan abundantes en los paisajes turcos como chopos o plátanos, las higueras y los olivos. Pero hoy en día la presencia de esos enhiestos surtidores de sombra y sueño que jalonan los cementerios musulmanes en Turquía no puede competir en modo alguno con la de las torres de transmisión eléctrica, que testimonian el brioso desarrollo económico de este país, que a principios de este año aspiraba a organizar los Juegos Olímpicos en Estambul, ciudad que posiblemente diste mucho de estar preparada para poder organizar un acontecimiento de tan enorme calado. Sin duda lo estará algún día, pero no ahora.
Atatürk
Los árboles tampoco pueden rivalizar por hacerse notar frente a los gigantescos paneles publicitarios que han sido erigidos a la entrada de todas las ciudades. Son prueba tan fea como fehaciente de que Turquía opta por el capitalismo para acercarse a la Unión Europea, cuya moneda única actúa como moneda oficial en las transacciones de muchas pequeñas y medianas empresas turísticas. Sin duda algo medianamente próximo a lo que ambicionaba Mustafá Kemal Atatürk, cuyo retrato es otro elemento omnipresente en la iconografía que queda grabada en la retina del visitante.

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