4 feb 2017

Reseña: We Are All Completely Beside Ourselves, de Karen Joy Fowler

Karen Joy Fowler, We Are All Completely Beside Ourselves (Nueva York: Plume, 2014). 310 páginas.
El creacionismo, por difícil que parezca, persiste y sigue ganando adeptos entre los desinformados, algunos fundamentalistas cristianos y los rematadamente tontos. Me dirás que en este mundo ha de haber de todo. Y respondería que no necesariamente. Y, llegados a ese punto, añadiré que existe también, por cierto, la posibilidad de que entre las tres categorías que anteceden no haya tantas diferencias. Si esto te resultase ofensivo, entonces sería mejor dejar de leerme y buscarte otro blog que te sea más aceptable. Y por supuesto, evita a toda costa esta novela de la estadounidense Fowler.

Rosemary estudia en la Universidad de California en Davis. Ella es la divertida narradora de esta historia, que ella decide comenzar en el medio, in medias res. Es 1996 y está almorzando en la cantina de la universidad cuando una joven en la mesa contigua provoca un incidente (la escena es hilarante, de verdad). Como suele ocurrir, Rosemary se halla en el lugar equivocado en el momento equivocado. ¿Consecuencia? La arrestan, junto a la joven revoltosa, y termina compartiendo con ella una celda policial. Harlow, la simpática rebelde, terminará por hacerse amiga suya. A Rosemary, nos cuenta ella misma, le cuesta horrores hacer amistades; viene de una situación familiar harto difícil. En su niñez perdió tanto a su hermana mayor, Fern, como a su hermano, también mayor que ella, Lowell. Mantiene un contacto escueto con sus padres, y comparte piso con Todd, con quien más o menos se lleva medianamente bien.

Sería fácil obviar el hecho de que bien pronto la narración nos revela el dato más importante de la niñez de Rosemary, pero no es posible. Fern no es una hermana “normal”. En realidad, es una chimpancé, de casi su misma edad, y a la que sus padres (el padre de Rosemary es científico) decidieron incluir en la familia a modo de experimento. Las dos crecieron juntas, se volvieron inseparables. También Lowell creció considerando a Fern una hermana, un miembro más de su familia.

Potser escriu millor que jo!

El caso es que cuando Rosemary tenía cinco años, algo sucedió y Fern fue apartada de la unidad familiar. Nunca más volvieron a verla. Rosemary nos da a entender que toda la familia sufrió una experiencia traumática: Lowell huye de casa, y con el paso del tiempo se convierte en luchador anónimo del Frente de Liberación Animal (y objetivo caliente del FBI), su padre cae en el alcoholismo, y su madre cae en una fuerte depresión de la que le llevará años recuperarse.

Puede que este dato no sea muy significativo, pero lo apunto. La lengua inglesa distingue entre lo relativo al ser humano (‘human’) y lo que caracteriza las cualidades de ternura, gentileza o compasión de ese ser humano (‘humane’). Quizás el hecho de que la lengua haya requerido separar los dos sentidos sea sumamente indicativo de algo que dejo en el aire. Que cada uno saque sus propias conclusiones.

Dejando de lado la alocada trama de We Are All Completely Beside Ourselves, los temas que trata el libro son muy actuales e importantes. Por un lado, el inhumano trato que infligimos a los animales no humanos (y no me refiero solamente, por poner un ejemplo palmario y cercano, a esa salvajada que algunos defienden como arte y que jalean desde los tendidos). La deforestación, la sobrepesca, la acidificación de los océanos, la producción a escala industrial de alimentos cárnicos – todos somos, en mayor o menor medida, cómplices y verdugos.

Por otro lado, los sentimientos de pérdida y abandono que supone, para una niña de cinco años, su separación repentina de un ser con la que ha compartido todo. Fowler combina con destreza el tono jocoso e irónico con el que Rosemary narra sus peripecias con Harlow en Davis y el tono reflexivo y meditativo para tratar la herida y el sentimiento de culpa que, muchos años después, siguen sin cicatrizar.

Fowler retrocede en el tiempo y nos lleva hacia el presente a su capricho. La estructura de la novela se resiente a veces por ello, pero los estropicios, si es que los hay, son mínimos, a excepción de la parte final, con un desenlace un tanto deslavazado.

Pese a ello, We Are All Completely Beside Ourselves sorprende y agrada. Uno de sus puntos fuertes es la voz narradora de Rosemary, muy crítica consigo misma, y que no deja títere con cabeza. Sus dardos son certeros, y deberían – ojalá fuera así – hacer impacto: “Tantos problemas, por infinitamente variados que parezcan ser en un principio, resultan ser cuestión de dinero. No puedo ni empezar a explicarte lo ofensivo que eso me parece. El valor del dinero es una estafa perpetrada por los que lo tienen contra los que no lo tienen; es el Traje Nuevo del Emperador en una escala global. Si los chimpancés usasen el dinero y nosotros no, no lo admiraríamos. Lo encontraríamos irracional y primitivo. Ilusorio. ¿Por qué el oro? Los chimpancés emplean la carne para sus trueques. El valor de la carne es evidente por sí mismo.” (p. 228, mi traducción)

25 ene 2017

Reseña: The Past, de Tessa Hadley

Tessa Hadley, The Past (Londres: Jonathan Cape, 2015). 361 páginas.

Fíjate en la portada de este libro. Una puerta que se abre para revelar otra puerta que se abre para revelar otra puerta entreabierta. El pasado como una puerta abierta por la cual pueden salir recuerdos que nadie puede detener y que pueden conducirte, entre muchos otros lugares, al caos o a la locura.

Unas vacaciones de tres semanas en la casa de sus abuelos en un lugar indeterminado de la campiña del sudoeste inglés reúnen a los cuatro hermanos de una familia. Tres mujeres (Harriet, Alice y Fran) y un hombre, Roland, quien viene acompañado de su hija, la adolescente Molly, y su tercera esposa, la argentina Pilar. Alice ha decidido traerse a Kasim, el hijo universitario de su expareja, y Fran acude con sus dos hijos, Ivy y Arthur. De las anteriores generaciones no queda nadie: los abuelos murieron hace años, y la madre de los cuatro, Jill, falleció víctima de un cáncer cuando ellos eran todavía muy jóvenes. El padre de los cuatro, Tom, huyó a Francia tras la muerte de Jill.

Es posible que los años hayan cerrado algunas heridas, pero las tensiones familiares siguen circulando medio ocultas. La reunión familiar debe servir para decidir qué hacer con la vieja casa familiar, en la que vivieron los abuelos, el vicario del pueblo innombrado y su esposa Sophy.

The Past está estructurada en tres partes, con una segunda parte situada en el año 1968, en la que Jill regresa a la casa familiar con tres niños después de dejar a Tom, periodista totalmente involucrado en las revueltas del mayo del 68 francés. Cuando ella le llama al trabajo, él evade sus preguntas y le contesta con fervor revolucionario (“los niños están derribando todos los muros”, le dice). Por cierto, uno se pregunta, ¿cuántos de esos jóvenes revolucionarios del 68 son ahora votantes del Front National de Le Pen?

Decidida a buscarse la vida en el entorno rural, Jill recurre al agente inmobiliario del pueblo, a quien conoce desde los días de la escuela. En su afán por encontrar un lugar barato para vivir, lo convence para que le enseñe una vieja cabaña ya deshabitada en mitad del bosque, no muy lejos de la casa de sus padres. Y la tentación puede con ella. ¿Es Fran, la hermanita pequeña, hija de Tom o del agente inmobiliario? Podría parecer que Hadley insinúa que la segunda opción es posible, aunque no haya ninguna señal medianamente creíble de que así sea.

Pero el grueso de la novela se centra en el presente, en las relaciones intrafamiliares, en los conflictos intra- e intergeneracionales en torno a actitudes respecto a clase, sexo o cultura. La inclusión de Pilar, heredera de una opulenta familia pampeña sobre la que pesan sombras de apoyo a la dictadura militar, aporta una trama secundaria importante, la cual se enreda más todavía cuando Harriet no puede resistir la atracción que siente por ella. Y el segundo hilo argumental gira en torno a la cabaña abandonada, en la que los más pequeños celebran extrañas ceremonias tras descubrir los huesos y el pellejo de Mitzi, la perrita perdida de la vecina. ¿Será en esa cabaña, convenientemente aseada y acondicionada, en donde Kasim seducirá a Molly?

Sin necesidad de recurrir a Moby Dick, por citar un caso evidente, he aquí un buen ejemplo del tipo de texto que debiera servirle a un profesor de inglés para explicar en qué consiste el ritmo, en qué radica la cadencia de una buena prosa en el siglo XXI. (p. 171, The Past)

Como en el caso de la otra novela suya que he leído hasta la fecha, Clever Girl, Hadley se luce con una prosa límpida, por momentos llena de musicalidad (he elegido arriba un ejemplo, procedente de la página 171), y es siempre una escritura de calidad, sin apenas altibajos. La ironía que practica funciona perfectamente, más eficazmente por medio de la sugestión que de la revelación abierta.

La vieja rectoría (a la que llaman Kington) es el escenario de la nostalgia por el pasado, pero este pasado les ha dejado a los cuatro hermanos sin una base sólida. La vieja casa no es pues más que un símbolo, y como todo símbolo, tan pronto queda desprovisto de significado, queda reducido a gesto vacío, a una mera representación. Como cualquier lugar donde una vez estuvimos, con el paso inexorable del tiempo ese pasado vivido ya no es nada, es solo recuerdo, y el espacio donde se produjeron nuestras vivencias ya no contiene resto alguno de quienes fuimos.

31/01/2024. Recientemente publicado en castellano por Sexto Piso como El pasado, traducido por Magdalena Palmer.

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