Karen Russell, Swamplandia! (Nueva York: Alfred A. Knopf, 2011). 316 páginas.
Uno de los muchos
eslóganes populistas que tanto agradaron al descerebrado electorado en 2016 que
decidió elegir a un multimillonario narcisista al frente del gobierno de los
EE.UU. era “drain the swamp”. La frase, que cuenta con su propia página en Wikipedia, viene a querer decir “drenar la ciénaga”
con el fin de eliminar los mosquitos y erradicar las enfermedades que
transmiten. Swamplandia! es en cambio el nombre de un ficticio parque de
atracciones situado en mitad de una de las numerosísimas ciénagas que salpican
el suroeste de Florida.
En el parque ha
vivido una familia, los Bigtree, durante dos generaciones. La estrella
principal del espectáculo diario, la lidia en una gran alberca con los caimanes
criados en la ciénaga, es Hilola Bigtree, la madre de la narradora, Ava. A sus
trece años, Ava ha visto morir a su madre – pero no víctima de los temibles
reptiles, sino de un cáncer. Tras su muerte, el parque pierde progresivamente
el favor del público y, naturalmente, su fuente de ingresos.
Y con el paso de
las semanas la familia parece también desintegrarse. El hermano mayor, Kiwi,
decide irse a la ciudad más cercana a probar suerte y encontrar trabajo para
poder pagar las deudas y que la familia no pierda el parque. Ava trata de
convencer a su padre, Chief Sam Bigtree, de que ya es capaz de emular a su
difunta madre en la lucha con los caimanes. El padre decide marcharse también a
buscar un trabajo, y en el parque quedan solas Ava y su hermana Osceola, que
tiene 16 años y está obsesionada con comunicarse con los muertos con su tabla güija.
Todos están
afectados por la pérdida, y cada uno trata de superarlo como puede. Para Ava,
no obstante, la aventura comienza realmente cuando Osceloa desaparece, dejando una
nota en la que dice que se va en una draga con su 'novio', un fantasma llamado Louis
Thanksgiving, al infierno.
Sola, sin tener
ni idea de qué hacer, Ava se alía con un extraño e inquietante personaje al que
llama Bird Man, quien se ofrece a acompañarla al infierno a rescatar a Osceloa.
Puede que las entrañas de la ciénaga que es la mayoría del estado de Florida
sean un lugar terrible, pero, desde luego, no son el infierno. A veces el
infierno lo creamos nosotros mismos, ¿no?
Una draga en las costas de Florida hace un siglo. |
Aunque la voz
narradora es una, la de Ava, Russell alterna la primera persona del progreso de
la trama de la búsqueda de Osceola por los canales y marismas repletos de
manglares y caimanes con la historia de Kiwi, una buena Romansbildung,
narrada por una voz omnisciente (¿Ava de mayor?) que es a ratos muy cómica y a
ratos simplemente entretenida. Habiendo crecido en Swamplandia!, Kiwi naturalmente
carece de experiencia y criterio para juzgar las situaciones, pero no cabe duda
de que aprende rápido.
Prefiero no dar a
conocer el desenlace de los libros que reseño (me partí de risa cuando alguien
anónimo, que evidentemente quería ahorrarse leer la novela, se quejó precisamente de eso respecto a L’illa
de l’última veritat, de Flavia Company). Puede decirse que Swamplandia! tiene un
final feliz, pero hay también un episodio terrible que ensombrece el tono de la
historia.
Parecen dormidos o aletargados, pero en cuestión de segundos pueden convertirte en almuerzo. Fotografía de Gabriel Hurley. |
Dado que se trata de su primera novela, a Karen
Russell se le pueden permitir ciertas deficiencias, como el hecho de que la
novela resulte una pizca larga. Mas los guiños a Mark Twain y, por supuesto, a
la Odisea de Homero bastan para darle el calibre y la robustez de un buen libro,
con una portada, por cierto, deliciosísima. Lo mejor, sin duda alguna, es la creación
de la adolescente Ava, una niña obstinada que no le tiene miedo a nada y es al mismo
tiempo muy vulnerable, quebrada como está por la ausencia de su madre. De
momento, que yo sepa, Swamplandia! no ha sido traducida, lo cual es una
pena.