Estoy seguro de
que alguna vez habrás leído ese descargo de responsabilidad que aparece en
muchas obras de ficción y en películas, que dice algo así: “Todos los
personajes y situaciones que figuran en este libro (filme) son ficticios y cualquier
similitud con personas reales vivas o muertas es una mera coincidencia”. En el
caso de Modern Times, este pequeño volumen de los cuentos de Cathy
Sweeney, lo anterior es prácticamente innecesario. No habrá quien se
identifique con sus personajes, tenlo por seguro.
Podría comenzar
diciendo que Sweeney, en cierta medida, se pasa casi todas las convenciones
literarias por el forro de sus caprichos. Es decir, que le dan completamente
igual. Son cuentos de la vida moderna, sí, pero la autora posee una visión muy personal,
extraña, grotesca y excéntrica, de lo que es la vida moderna y de los males que
nos aquejan.
De hecho, son
cuentos de muy fácil lectura: la mayoría son muy cortos (solo uno de ellos
supera las diez páginas), Sweeney escribe con un estilo cincelado, cortante, va
muy al grano. Son bosquejos brutales en su simplicidad de personajes abandonados
a su suerte, personas que han conseguido la habilidad de enfrentarse a defectos,
carencias y fracasos, y que en muchos casos recurren a la imaginación y la
originalidad para reinventarse y redefinirse.
Es por ejemplo el
caso de ‘A Theory of Forms’, en el que una maestra cuenta cómo fue expulsada de
la escuela en la que trabajaba: “Probablemente me habría quedado para siempre en
esa escuela si no hubiera tenido sexo con uno de los estudiantes con problemas
de aprendizaje.” (p. 88, mi traducción) Al ver una postal en el tablón de
anuncios del trabajo (una postal de Roma que muestra una escultura de mármol) la
mujer rememora el episodio que le valió la expulsión: “Cuando mi marido está
fuera de la ciudad, a veces saco la postal del bolso y me quedo mirándola largo
rato. A veces me estiro en la cama y me masturbo. Luego me tapo con el edredón,
veo la tele y como papas fritas de un cuenco. No soy infeliz. Algunos días estoy
hasta lo contrario de infeliz.” (p. 90-91, mi traducción)
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¿Terapia conyugal voluntaria? |
Un tema
recurrente en la colección es la desintegración de la vida matrimonial. En ‘The
Chair’, una mujer confiesa que ella y su marido han adoptado la costumbre de someterse
mutuamente a sesiones de tortura en una silla eléctrica para poder tolerarse,
dejar ir la ira que los atenaza y mantener el vínculo conyugal en marcha: “Cada
vez que las cosas alcanzan su punto más bajo (quizás se le haya olvidado a mi
marido que tenía que fregar los platos, o a mí me haya dado por fantasear con
tener sexo con un colega del trabajo), pienso en una ocasión, hace ya unos
cuantos años, cuando estaba mi marido en la silla. Acababa de administrarle la última
descarga y estaba a punto de desatar las correas, cuando me di cuenta de que del
oído le salía un hilillo de sangre. Cosas así, está claro, no se supone que
deban pasar, pero nada hay que sea perfecto, ni siquiera la silla. Recorrí con
el dedo el fino hilo de sangre desde su oreja hasta la mandíbula, y entonces, distraídamente,
me llevé el dedo a la boca y saboreé toda la belleza y el dolor del mundo que jamás
hayan existido, en un estallido de cerezas metálicas. No es algo que pueda
olvidarse, eso.” (p. 95, mi traducción)
Si bien no todos los relatos alcanzan el mismo impacto,
es innegable que, en general, Sweeney podría escandalizar a mucha gente. En ‘The Birthday Present’, un hombre recibe
como regalo de cumpleaños una muñeca sexual completamente personalizada hasta el
más mínimo detalle. Tras la muerte del marido, la mujer empieza a pasar horas y
más horas en el cuarto que él había creado para su entretenimiento con la muñeca.
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Y para almorzar hoy tenemos...
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Modern Times es una
bocanada de aire fresco en la narrativa actual. Lacerante, inconcebible y
original, como las primeras líneas del cuento que abre el volumen, ‘A Love
Story’: “Había una vez una mujer a la que gustaba tantísimo el nabo de su
marido que le dio por llevárselo al trabajo en la fiambrera del almuerzo. Era
al comienzo de su matrimonio y le marido todavía no había decidido qué podía
llevarse ella y qué no (todavía estaban enamorados), de manera que le consintió
ese pequeño pecadillo.” (p. 1, mi traducción) Si eso te ha parecido excepcional,
el cuento termina así en la página siguiente: “Lo curioso fue que, años más
tarde, cuando el marido, de uvas a peras, se llevaba la mano a la entrepierna y
encontraba que el nabo seguía allí, bien colocado, experimentaba una intensa, aunque
fugaz, nostalgia por los viejos tiempos.” 🤣🤣🤣.