Hace nueve años
que, en respuesta al comentario de una lectora
del blog, dije que tenía
este libro en la estantería y que esperaba que llegase el momento de poder
leerlo. El momento le llegó a Benang. Por fin.
Publicado por vez
primera en 1999, Benang continúa siendo un libro complejo, que supone un
reto para sus lectores. Scott lo escribió cuando todavía era un hombre joven (nació
en 1957) en una época en la que la lucha por el reconocimiento de los derechos
de los pueblos originarios en Australia progresaba pese a las trabas que los conservadores ponían una y otra
vez.
El narrador de Benang
avisa al lector desde la primera oración: “Sé que incomodo a la gente y que hago
pasar vergüenza incluso a quienes vienen a oírme cantar. Eso, lo lamento, pero
no cómo toda la cháchara y las risitas nerviosas se desvanecen cuando me
levanto del suelo y, mientras revoloteo en medio del humo de la hoguera, me
giro lentamente a examinar ese pequeño círculo del que soy el centro.
Entonces lo
sentimos, compartimos el silencio.“ (p. 7, mi traducción)
Al yuxtaponer la
transcripción literal de los textos históricos con la narración que hace
Harley, Scott pone el acento en el racismo institucional de los colonizadores
de Australia Occidental. El contraste es descarnado y brutal. En un cuadro impasible
en el que entra toda clase de crímenes, atrocidades, humillaciones e
indignidades infligidas en los antecesores de Harley, las palabras de los
funcionarios gubernamentales hacen incluso más grande esa herida.
Benang se sitúa en la vasta región entre Albany y Esperance, en Australia Occidental. En la fotografía, East Mount Barren y las blanquísimas arenas de Four Mile Beach, en las afueras de Hopetoun. |
En una narrativa fragmentada,
deliberadamente desorganizada y dispersa, son las experiencias de los ancestros
las que cuentan y se cuentan, hasta cerrar el círculo de la historia de la
familia que se inicia con la llegada de Sandy, náufrago de un buque dedicado a
la caza de focas. Con Fanny tiene tres hijos (Sandy el segundo, Harriette y
Dinah) sobre cuyos destinos e historias vitales se construye esta historia de
oprobio y supresión.
En la novela,
Scott expone la manera en la que el discurso racializado del poder colonial construye
estratos de poder y represión cultural, lingüística y económica. A medida que
avanza en su narración, Harley va dejando detrás la ira, la confusión y la
sensación de pérdida absoluta de identidad para acercarse a un momento de
sanación y el reconocimiento de que puede haber un futuro. Después de todo, nos
dice Scott, “hay una palabra Nyoongar, que a veces se escribe «benang», que
significa mañana. Benang es el mañana.” (p. 464, mi traducción).