Desde
mediados de 2020, todos los días tomo dos pastillas, medicinas recetadas por un
médico. Uno no duda en momento alguno de la bondad de un galeno que te receta un
determinado compuesto químico (en mi caso, la metformina) para resolver algún problema
de salud (en mi caso, diabetes mellitus tipo II). Sin embargo, ¿Cómo puede uno
tener la certeza absoluta de que la caja que te dispensan en la farmacia
contiene únicamente ese medicamento y no otro? Esta es, esencialmente, la duda
que le sirve al salmantino Víctor Sombra para confeccionar un thriller insólito,
utilizando un lenguaje que resulta bastante inusual en la narrativa española
contemporánea.
La trama
no gira únicamente en torno a un misterio, pues la estructura de A doble
ciego aborda la cuestión de la metaficción y la convierte en tema mismo de
la novela. Y no terminan ahí los elementos que se pueden identificar como
temáticos: está la ética de la investigación tanto científica como
periodística, el racismo que la primera narradora, Ben, sufre en sus propias
carnes, los muchos males que el capitalismo tardío continúa creando en la
sociedad contemporánea…
Ben es
una sensacional hacker que desea contribuir con su pericia al esfuerzo de un
grupo de activistas de vida alegre y despreocupada. Por curiosidad, más que
otra cosa, el grupo se decide a presentar una propuesta a un Concurso de
Innovaciones en Noruega. No lo ganan, pero atraen la atención de un extraño
personaje, Dixon, quien les ofrece un suculento pago a cambio de recopilar
datos sobre un medicamento creado en la década de los 80 por una empresa
farmacéutica.
El centro de Oslo es donde se sitúa el cabo del hilo del que hay que tirar... Fotografía de Lars Tiede |
Revelar
si a partir de todos los datos que consiguen mediante sus hackeos desentrañan
una conspiración maléfica o no rozaría el spoiler, y por lo tanto no corresponde
hacerlo. Solamente diré que al final del hilo vuelve a aparecer la inquietante
y opaca Nora Wang, personaje que formaba parte del elenco de otra novela
anterior de Sombra.
Como ya
hizo Sombra en
La quimera del Hombre Tanque, A doble ciego es el
instrumento literario que el autor emplea para ofrecer al lector un debate de
ideas fundamental en esta primera mitad del siglo XXI. Y porque la trama que
teje Sombra te reclama la atención como lector y la construye en una
metanarrativa bien ordenada, resulta ser un instrumento literario de alta
calidad. La novela se articula en torno a una serie de diarios (el autor
prefiere denominarlos «libros») de los personajes. Cada uno de los libros contribuye
a desgranar partes del misterio e introduce otros elementos de intriga, pero se
deja entrever, a medida que avanzas en la lectura, que detrás de todo hay una
fuerza superior que convierte a todos los involucrados en simples juguetes. No
en vano, el subtítulo de la novela es Apuntes para un manual de la
ignorancia.
Si digo
que Víctor Sombra es un escritor político, creo que no debiera considerarse
como una censura. Al contrario, pretendo elogiar una manera de entender la
literatura que cree en el compromiso ideológico, en principios de justicia
social y en la resistencia frente a ambiguas o enmascaradas expresiones del
poder económico, que es el que a fin de cuentas rige nuestros (humildes, sí,
pero nunca insignificantes) destinos.
Arriba he señalado lo que pienso que es el infrecuente lenguaje de A doble ciego. Siendo ante todo una apreciación subjetiva, releyendo pasajes del libro me reafirmo en lo anterior: en ocasiones me hacía sospechar que quizás estaba leyendo una muy buena traducción al castellano de un texto generado en otro idioma (Sombra ha vivido muchos años en Suiza y domina los principales idiomas europeos). Hay otra posibilidad: el hecho de que la suya sea una prosa tan cuidada, tan magníficamente pulida y atenta al detalle sería el resultado de un encomiable trabajo de relectura y rescritura. Sea lo que sea, A doble ciego es un libro muy recomendable, especialmente para quienes no quieran seguir pecando de esa ignorancia a la que inevitablemente nos aboca un double-blind study.