8 jul 2011

Reseña: Blanco nocturno, de Ricardo Piglia


Ricardo Piglia. Blanco nocturno (Barcelona: Anagrama, 2010). 299 páginas.

Con frecuencia, conforme avanzo en la lectura de un libro, no es nada extraño que me tope con frases, oraciones, incluso párrafos enteros, que por momentos cautivan y me obligan a releerlos. Hay autores cuya maestría literaria, tanto narrativa como estética, se extiende a lo largo de toda su obra; hay otros, en cambio, que solamente parecen destilar la excelencia en pequeñas dosis, las cuales esparcen en medio de tramas de narraciones más o menos logradas. Pese a la indudable brillantez de esas gotas de talento, a veces no son suficientes para iluminar el resto de la obra.

Blanco nocturno es la primera novela que leo de Ricardo Piglia, y por lo tanto no puedo compararla con obras suyas anteriores. Francamente, la novela cuenta con algunos pasajes en los cuales su prosa desprende cierto esplendor, pero la trama, al menos en la segunda parte, adolece de cierta prolijidad, y por momentos se hace latosa.

(Por cierto, permítaseme un pequeño inciso: ¿quién o quiénes le cambiaron el sentido a la palabra ‘prolijo’, y por qué? ¿Quién les dio venia para hacerlo? ¿Por qué se está empleando ‘prolijo’ – aquí en Australia se oye bastante, especialmente entre peruanos y colombianos – para decir justamente lo contrario de lo que significa la palabra? Para que no quepan dudas: ‘prolijo’, del DRAE: 1. adj. Largo, dilatado con exceso; 2. adj. Cuidadoso o esmerado; 3. adj. Impertinente, pesado, molesto. Yo la empleo aquí en los sentidos impares.)

La novela parte del asesinato de un portorriqueño,  Tony Durán, con pasaporte norteamericano, en un pueblo de La Pampa argentina, un lugar cerrado, donde los rumores vuelan de boca en boca y la mala intención parece crecer como los hongos. El encargado del caso es el ya mayor comisario Croce. A estas alturas, Blanco nocturno tiene todos los visos de ser una novela policiaca. El narrador trata de enlazar los datos que Croce va recogiendo, ofreciendo sus paralelismos, intuiciones y deducciones. En un primer momento, Yoshio Dazai, el conserje japonés del turno de noche del hotel donde se alojaba Durán, es acusado del asesinato: un crimen pasional, dicen. Mas Croce no está convencido y prosigue con sus pesquisas. Algo huele a podrido en mitad de La Pampa, y el fiscal Cueto parece empecinado en que nadie descubra de dónde proceden esos malos olores, al precio que sea. Mientras tanto, al pueblo ha llegado Renzi, profesional del periodismo (‘confidencias personales y noticias falsas, ese era el género’) procedente de la capital, para cubrir la noticia; a Renzi inmediatamente le fascinan el ambiente lóbrego del pueblo y sus trifulcas intestinas.

Traicionado por su ayudante Saldías, Croce toma refugio en un manicomio.  Allí acude Renzi, quien le promete convertirse en sus ojos y oídos en el exterior. Y ahí termina la primera parte (en mi opinión, mucho mejor que la segunda) de Blanco nocturno.

Mientras Piglia centra la trama en proponer un posicionamiento para que el lector reflexione sobre qué es verdad y qué es falso en el caso Durán, la novela puede cautivar. Abundan aquí párrafos de excelente prosa y fina ironía sobre la sociedad argentina de los años 70, sobre su literatura.

Me resultó mucho más aburrida la segunda parte, en ocasiones tediosa, e irrefutablemente repetitiva, como si Piglia no se hubiera tomado el tiempo de revisarla. La narración (el narrador) se obsesiona con un obseso, Luca Belladona, hijo de uno de los terratenientes del lugar, enfrentado a Cueto. Encerrado en su fábrica, Luca es un demente, un soñador, un inventor, un visionario ensimismado que trata por todos los medios de defender su propiedad de los ataques de los buitres especuladores inmobiliarios. La inclusión de extractos de las conversaciones de Renzi con Sofía, una de las dos hermanas gemelas de Luca, no siempre resulta efectiva, del mismo modo que el recurso a las notas a pie de página (que se atribuyen a muy distintas fuentes en una extraña polifonía que no termina de cuajar) llega a resultar un poco cansino.

La edición de Anagrama contiene algún que otro error tipográfico, pero resultan particularmente imperdonables los errores ortográficos de algunos vocablos ingleses que aparecen pésimamente transcritos: ‘clerigman’ (p. 226) o ‘Bleack House’ (p. 270, cita de la novela de Dickens). Es lamentable que el rigor editorial de antaño se esté perdiendo a marchas forzadas. La buena y sana costumbre de saber escribir se está perdiendo, parece que irremediablemente a juzgar por las cosas que uno puede encontrarse en muchos foros literarios y culturales de internet, y este es un mal que no afecta solamente al castellano.

Blanco nocturno ha sido galardonada con dos premios: el de la Crítica (que otorga la Asociación Española de Críticos Literarios) y el Rómulo Gallegos (que otorga el Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela), ambos en 2011. Es evidente que a los miembros de ambos jurados les debió entusiasmar.

5 jul 2011

‘Huellas’ de Jane Goodall, el Premio Calibre de ensayo de 2009, en Hermano Cerdo

Acaba de aparecer mi última colaboración con la revista Hermano Cerdo. Se trata de la traducción de un ensayo, titulado ‘Huellas’, cuya autora es Jane Goodall, de la Universidad de Western Sydney. Goodall explora el tema de la creciente presión del ser humano sobre el planeta, y plantea preguntas que cada uno de nosotros debe hacerse, en tanto que todos somos socios de esa inmensa corporación socio-financiera y altamente consumista llamada humanidad. Las respuestas no son fáciles, y en muchos casos puede que resulten algo penosas. O quizás no: allá cada cual con su sistema de principios éticos (si es que contamos con uno).

Un breve extracto de ‘Huellas’:

“La pregunta crudamente sencilla que subyace en el candente asunto de la sostenibilidad es: ¿podemos parar? No es: ¿podemos hacer que dure esto o aquello en nuestros sistemas de abastecimiento de energía y materias primas? sino ¿podemos parar, nosotros la raza humana, con todas nuestras necesidades y deseos y ansiedades y problemas?”

El dilema está servido: ¿tenemos el deber moral de detener el progreso, tal y como lo conocemos?

En mi opinión, y tras haberlo traducido, ‘Huellas’ es un escrito tremendamente revelador, sin provocaciones gratuitas ni estridentes. Está magistralmente estructurado. Es una de esas piezas que lees y te hace pensar, y además te entran deseos de haberla escrito. ‘Huellas’ es una exposición de ideas muy lúcidas, que alcanza unas conclusiones tan valientes como preocupantes. La versión original del ensayo, en inglés, puedes descargártela en formato PDF desde la web de la revista Australian Book Review.

Aprovecho asimismo este post para celebrar que la nueva web de Hermano Cerdo ya está en marcha: la nueva y ambiciosa etapa de la revista promete mucha buena literatura, muchos análisis y comentarios de interés para el lector. No dejes de visitarla: el enlace está también en la sección de sugerencias, a la derecha de la página.

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