5 jul 2015

Reseña: Sentenced to Life, de Clive James

Clive James, Sentenced to Life (Londres: Picador, 2015). 60 páginas.

Parafraseando lo que dice otro personaje respecto a Lady Macbeth, Clive James se morirá uno de estos días. Como a todos, en algún momento, más pronto o más tarde. Nadie se libra de esa condena.

El título de este postrero libro de poemas es, obviamente, un juego de palabras, pero es también algo más que eso: una invitación a pensar en la vida como la inevitable condena a muerte que es. Sentenced to Life podría traducirse en su acepción más literal por ‘Condenado de por vida’, es decir, cadena perpetua. Pero la lectura reflexiva de estos poemas nos podría llevar a leer que el título es una velada referencia a la vida como una condena, una que hay que vivir. Y también morir.

Clive James. Fotografía de RubyGoes de Sydney.
James lleva varios años muriéndose, dicen los periódicos. Tan pronto supo que se le acababa el tiempo, emprendió una frenética carrera productiva para poder completar algunos de sus proyectos inacabados, como una traducción al inglés de la Divina Comedia que apareció en 2013 y que, según las reseñas que he podido leer, es muy buena. Pero también ha estado escribiendo poesía, el género en el que se inició como artista. Sentenced to Life es el resultado literario de estos últimos años.

Uno de los aspectos que más sorprenden de este libro de poemas es la envidiable facilidad que tiene Clive James para escribir poesía rimada. Con frecuencia, la rima puede ser una restricción brutal, que resulta en expresiones forzadas y poco felices. Aunque hay unos cuantos poemas no rimados en este libro, la mayoría de los poemas cuentan con rima. Algunos poemas demuestran un experto dominio de la técnica al tiempo que denotan un entusiasmo por mantenerse en una forma poética que es raro en la poesía contemporánea en lengua inglesa, tan propensa a la narración inane.

James combina con soltura el ingenio con el pathos. No busca despertar nuestra compasión por la muerte que le acecha, pues el tono predominante en la mayoría de estos poemas es el confesional, y es consciente de sus faltas:

“Sentenced to life, I sleep face-up as though/ Ice-bound, lest I should cough the night away,/ And when I walk the mile to town, I show/ The right technique for wading through deep clay./ A sad man, sorrier than he can say.” [Condenado de por vida, duermo boca arriba, como si estuviera atrapado en el hielo, para no pasar la noche tosiendo, y cuando camino hasta la ciudad, demuestro tener la técnica correcta para vadear lodos profundos. Un hombre triste, más arrepentido que lo que pueda expresar.]

Algunos de los poemas llevan al poeta a su Australia natal, a la que no podrá regresar vivo. En ‘Echo Point’ la referencia son las Montañas Azules al oeste de Sydney, pero el eco que oímos es el del espejo al que se enfrenta el poeta que sabe que va a morir:

“I am the echo of the man you knew./ Launched from the look-out to the other side/ Of this blue valley, my voice calls to you/ All on its own, and more direct than that./ My line of sweet talk you could not abide/ Came from the real man. It will all be gone –“ [Soy el eco del hombre que conociste. Arrojado desde el mirador al otro lado de este valle, mi voz te llama en soledad, y aun más directa. Mi verso zalamero que no podías soportar venía del hombre auténtico. Todo ello desaparecerá.]

Del mismo modo que algunos de los poemas de Sentenced to Life dejan huella, otros pueden pasar desapercibidos. La respuesta a la poesía es siempre subjetiva y personal. ‘Japanese Maple’, aparecido en The New Yorker, se convirtió casi de forma instantánea en un éxito. Personalmente, en cambio, es ‘Star System’ (que también apareció en The New Yorker) el que me ha calado muy hondo, y del que traduzco la segunda estrofa:

Hubo un tiempo en el que algunos de nuestros jóvenes
pisaron pesadamente la luna y vieron el amanecer de la Tierra,
tan imponente como el del Sol. Desde entonces los años
los han envejecido. De vez en cuando, alguien se muere.
Es como un reloj, para los que vimos
los cohetes rumbo a Saturno ascendiendo como si
la humanidad tuviera energía que quemar. La ley
es diferente para un hombre. El tiempo es un precipicio
al que llegas en la oscuridad. Puede que caigas
con tanta facilidad como en un colchón de plumas,
pero es una triste despedida. Todo te encantó.
Sueñas que podrías guardarlo todo en la cabeza.
Mas los recuerdos, ¿dónde puedes llevártelos?
Míralos por última vez: Se terminan contigo.



Como yo, James no cree en la eternidad ni en la posibilidad metafísica de un alma trascendental. Asediado por la relativa inminencia de su muerte, extenuado por la enfermedad y el tratamiento, puede que sea un hombre decrecido físicamente (se describe a sí mismo en varios de los poemas como “espectro, ruina, eco, animal herido, ejército derrotado, sombra pálida, cáscara vacía”) pero es un poeta engrandecido por su visión estoica y valerosa de nuestra insignificancia en el universo, y el reconocimiento del valor del ser humano.

26 jun 2015

Reseña: Welcome to Normal, de Nick Earls

Nick Earls, Welcome to Normal (North Sydney: Random House, 2013). 271 páginas.

Esto es Normal:
Normal, Illinois. Fotografía de ParentingPatch
El título de este heterogéneo volumen de relatos del australiano Nick Earls es el del primero de ellos, la curiosa narración de la visita de dos hombres de negocios a la ciudad del interior de los EE.UU. que fue bautizada como Normal. El narrador, Craig, un joven ejecutivo de una empresa minera australiana en una gira comercial por el país, se ve de pronto obligado a acompañar a su jefe, Martin, quien aprovecha el viaje para visitar a su amigo de juventud, Don, en Normal, Illinois. Mientras Don y Martin se emborrachan para recordar pasadas ‘proezas’ y se van a ver un partido de béisbol, le corresponde a Jennifer, la mujer de Don, mostrarle la ciudad al joven australiano. Lo que podría haberse convertido en una velada aburrida y forzada por las circunstancias termina siendo una especie de confesión por parte de Jennifer, quien un tanto descontenta, le revela a Craig su ambición: restaurar el viejo cine local. El diálogo entre estas dos personas revela los aspectos más íntimos de sus vidas, sin que lleguen a una mayor intimidad física.

“Pues tiene columnas de hierro, el puente”, dijo ella mientras doblaba los dedos y agarraba otra vez el volante. “El Puente de la Joroba de Camello. Ahí lo tienes.” La carretera se elevó hasta situarnos por encima de las casas, y parecía algo equivocado hacerlo en una región tan plana, como si fuéramos a aterrizar en el País de Oz. “Son las originales, esas columnas. Fabricadas por una empresa llamada Phoenix, y según parece, eso es algo inusual. Lo llaman Joroba de Camello porque lo construyeron así para que pudieran pasar locomotoras de vapor por debajo. Aunque ya no lo hacen. Ahora lo llaman Paseo de la Constitución. Un sendero para caminar. Lo hago con frecuencia.” (p. 18, mi traducción) Camelback Bridge, Normal, Fotografía de Run4earth
El segundo relato lleva por título ‘Merlo Girls’, y es uno de los que más me han gustado. Contado también en primera persona, en este caso el narrador es un cirujano que se ha visto obligado a dejar la profesión a causa de la artritis. Lleva en su coche a Steve, marido de una buena amiga suya y codicioso promotor inmobiliario, a una de las cafeterías más populares de Brisbane: “Steve está hablando y yo escucho en la medida que tengo que hacerlo. Lleva un tarro vacío de café Merlo entre los brazos, mientras con los dedos de su mano izquierda hace tamborilea sin ritmo en la tapa. Esta es la más asimétrica de mis amistades, y somos amigos únicamente si la definición de amistad se extiende hasta sus límites más remotos.” (p. 31, mi traducción) La visita a la cafetería sirve de fondo para que Earls indague en uno de esos (des)encuentros sociales que a veces nos producen una sensación embarazosa, cuando nos damos cuenta de que estamos en compañía de alguien con quien no compartimos ningún valor.

Todos los relatos de Welcome to Normal están narrados en primera persona. En algunos de ellos supone un acierto pleno, como en ‘Range’, en el que un empleado del Ejército estadounidense estacionado en Arizona recuerda, mientras conduce camino del campo de futbol donde estrena su hijo, lo que ha estado haciendo durante su turno (seleccionando objetivos para que los drones lancen sus ataques de misiles en Afganistán). La imagen del balón en las manos de su hijo se conecta con otra brevísima imagen que ha visto vía satélite décimas de segundo antes del impacto del misil. De manera muy sutil, Earls manda un aviso sobre la posible brutalidad del desarrollo tecnológico y el enorme peligro que supone el mal uso de ésta.

En otros relatos, en cambio, la narración en primera persona me pareció que menoscababa el potencial. ‘The Heart of Robert the Bruce’ sitúa a una pareja gay australiana en la malagueña Ronda. Los australianos comparten tour con una pareja paquistaní de Glasgow. El relato zigzaguea por los callejones de Ronda y algunos pueblos de su vecindad, y entre los dimes y diretes en una gresca un tanto mezquina entre el narrador y su compañero, para terminar sin un claro propósito en los recovecos de la Judería de Córdoba. Las continuas provocaciones de Duncan a la sensibilidad de los paquistaníes parecen una pizca forzadas. Por otro lado, Earls habría hecho bien en buscar la ayuda de un lector hispano para corregir las erratas y errores del español que incluye en el texto (ningún camarero español diría “Buen apetito” tras servir la comida).

Ronda. Fotografía de Parpadeo
En sus relatos, Earls trabaja con individuos comunes, esas personas desconocidas que uno quizás puede ver por las calles sin saber absolutamente nada de ellos. En ‘Breaking Up’, el narrador es un niño que, junto con su hermana más pequeña, va a pasar el fin de semana en un hotel con su padre a poca distancia de su vivienda habitual. La madre los deposita en recepción y se marcha. Una vez en la habitación, padre e hijo se enfrascan en uno de sus habituales juegos hasta que una frase del muchacho (la que da título al relato) de algún modo hace recapacitar al padre sobre la situación marital en la que estaba abocándose.

No son relatos con desenlaces sorprendentes o demoledores. No es eso lo que busca el autor. Los cuentos de Welcome to Normal recrean el proceso, o una concatenación de sucesos, por el cual un individuo toma una decisión que va a cambiar su vida. Es el caso de ‘Breaking Up’, y puede que también se pueda intuir un cambio de gran calibre en ‘Range’; es en cambio el aspecto definitorio del último relato de esta colección, ‘The Magnificent Amberson’. Una pareja de vinicultores de Queensland realizan un viaje a Taiwán con la intención de colocar sus vinos en el cada vez mayor mercado asiático. Acuciados por las deudas, y con muy diversas opciones para intentar expandir su negocio, un encuentro con un empresario taiwanés, antiguo estudiante de la Universidad de Queensland, resultará decisivo para que tomen una decisión muy importante.

El emblemático edificio Taipei 101. Fotografía de Meow.
En ‘Grass Valley’ el narrador es nuevamente un niño australiano, Adam, que acompaña a su padre en un viaje a Berkeley, California. El padre regresa en un viaje nostálgico adonde estudió durante un año, cuando el abuelo, un científico de renombre, formó parte de un importante grupo de investigadores. Pero el padre aprovecha el viaje para visitar a un antiguo amor, Laura, ahora divorciada y con un hijo de más edad que el narrador, y con ciertas tendencias violentas y sádicas. Tras la extraña visita a Laura, padre e hijo regresan al motel. Ya acostado, escucha la voz de su padre mientras habla por teléfono con su madre, quien también ha ido de vacaciones acompañada de la hermana de Adam, pero a visitar a familiares en Gales.

Son relatos bien escritos, pero para nada ambiciosos. Nick Earls permite que como lectores intuyamos más de lo que dicen las palabras en la página, un esfuerzo que debería ser siempre algo bienvenido.

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