18 jul 2017

Reseña: Island of a Thousand Mirrors, de Nayomi Munaweera

Nayomi Munaweera, Island of a Thousand Mirrors (Melbourne: Penguin, 2014). 242 páginas.
La cruenta guerra civil entre los cingaleses y los tamiles en la isla de Ceilán, más conocida en la actualidad como Sri Lanka, es el trasfondo de esta novela, la primera de la autora. Island of a Thousand Mirrors oscila entre lo burdamente melodramático y una narración brillante y rica en matices. Es una lástima que en su momento nadie le diese a la autora indicaciones más estrictas sobre el grueso de la novela y su estructura, muy desigual.

La novela narra las historias de dos jóvenes mujeres: por un lado, la de Yasodhara, de origen cingalés, y por otro, la de Saraswathi, de origen tamil. Está dividida en dos partes, y es por eso que existe un fuerte desequilibrio entre las dos. Saraswathi no hace acto de presencia hasta la segunda parte del libro, en el capítulo 8, cuando la narración de Yasodhara ya ha consumido más de 120 páginas.

El pintoresco pueblo pesquero de Hikkaduwa figura varias veces en la novela. Fotografía de Kalaiarasy. 
Cuando los disturbios y conflictos traen como resultado masacres y represalias, la familia de Yasodhara, que había dado cobijo a una familia tamil a la que arrendaba el piso superior de su casa, sale huyendo camino de los Estados Unidos. La familia tamil, a la que pertenece Shiva, el amor de niñez de Yasodhara, también huye, pero al Reino Unido.

Yasodhara crecerá junto con su hermana pequeña Lanka en California, adoptando las costumbres y vicios occidentales sin demasiadas dificultades. Tras completar sus estudios y sufrir un fuerte desengaño amoroso, Yasodhara accede a contraer un matrimonio concertado, según la tradición cultural de sus padres. Mientras, Lanka también sufre igualmente un desengaño amoroso y se refugia en el arte, para el cual tiene innegables dotes.

Pasan los años y ambas están en un punto de inflexión en sus vidas. Yasodhara descubre que su matrimonio es una farsa, y Lanka decide irse a Colombo a poner su granito de arena en la recuperación del país enseñando a leer, escribir y pintar a niños mutilados por las minas antipersonales. Allí se encuentra con Shiva, que también ha vuelto, y el romance es inevitable. Ante el fracaso de su vida en los EE.UU., Yasodhara regresa también a Colombo para visitar a su hermana y al amigo de su niñez. Esta parte de la trama viene a ser una versión bastante light de las muchas novelas sobre el proceso de diáspora que han surgido en las dos últimas décadas, dada la magnitud de los desplazamientos humanos que los conflictos militares han causado en todo el mundo.

Las olas del Océano Índico en Galle Face. Saraswathi se dirige a Galle Face Green en su último viaje en autobús. Fotografía de  jpaul211.
La historia de Saraswathi es mucho menos trivial. En su aldea del norte de la isla, Saraswathi estudia para algún día ser la maestra del pueblo. Sus tres hermanos han muerto como mártires de la causa de los Tigres tamiles. Es sin duda el orgullo de sus padres. Hasta que una noche llegan soldados cingaleses, que la raptan y la violan. Es aquí donde Munaweera mejor se emplea como creadora: las escenas, narradas en primera persona, son brutales, y es poco frecuente la naturalidad con la que se cuentan el horror y el terror más inenarrables.

Desde ese momento, Saraswathi ha quedado marcada a los ojos de sus padres y de la comunidad local. Cuando los reclutadores de los Tigres tamiles llegan al pueblo, el destino de la joven está escrito. Saraswathi se alista y se prepara en un campamento de entrenamiento militar para cometer un atentado suicida en Colombo.

Velupillai Prabhakaran, cuando era el líder de los Tigres tamiles. 'En los oídos me retumban las palabras de Nuestro Líder: “El miedo a la muerte es la causa de todos los miedos del hombre. Aquel que vence al miedo a la muerte se vence a sí mismo. Es él quien gana la libertad desde la prisión de su mente.”' (p. 185, mi traducción). Fuente: Wikicommons Images.

El problema es que, si en los capítulos 8 y 10 Saraswathi, aparece como una narradora elocuente y segura de sí misma, hacia el final de la novela su voz se desvanece y deviene un mero espectro de lo que ha sido. La trama progresa hacia un final trágico y predecible, y la impresión que me quedó es que el texto final tiene muchas deficiencias que podrían haberse subsanado. Es como si Saraswathi hubiera surgido como un personaje añadido posteriormente, y la autora decidiera no rearmar la novela para acomodar una segunda línea argumental que le habría dado mucho mejores dividendos. No obstante, Island of a Thousand Mirrors tiene muchos elementos a su favor: es una crónica sincera y espeluznante de la guerra civil a través de los ojos de una niña, y Munaweera recrea con acierto la magia de Sri Lanka, sus pueblos marineros, sus paisajes, junglas, comidas, flores y olores. El libro, publicado originalmente en Sri Lanka en 2012, fue posteriormente premiado en 2013 con el Commonwealth Book Prize en su sección de Asia.

16 jul 2017

Territorio del Norte: Notas de un viaje (1)

El puerto de Darwin. El municipio ha organizado buena parte de su oferta turística en torno a la implicación de la ciudad en la 2ª Guerra Mundial.
Darwin

Camino del hotel, el taxista me comenta que es una ciudad muy multicultural, que los tiempos de bonanza económica han terminado, pero que por muy poco dinero es posible irse un fin de semana a Bali. En el informativo local en la TV la sección de finanzas proporciona la cotización de la rupia indonesia. Darwin es una ciudad relativamente pequeña y muy joven. Sorprendentemente, está también llena de mucha gente joven.

Voy a un supermercado, y al salir veo atónito cómo un guardia de seguridad saca a golpes de periódico enrollado a un joven indígena, mal vestido y algo sucio, es verdad, que ha entrado a pedir limosna o a buscarse la vida, sea lo que sea. Cuando ya están fuera y el guardia continúa imprecándole y dándole con el periódico, me detengo y le digo que ya está bien, que deje de darle, que ya es suficiente, que su mensaje parece haber calado. El guardia entonces la emprende conmigo, y amenaza con hacer lo mismo conmigo. Le hago ver que soy un cliente, y si se atreve a ponerme un dedo encima, tendrá que responder de sus acciones. Finalmente me alejo asqueado de ver el trato que reciben algunas personas solamente por su color de piel o falta de ingresos en esta Australia de la segunda década del siglo XXI.

Berry Springs. Aguas termales en el trópico.
A pocos kilómetros de Darwin vale la pena desviarse un poco de la ruta para darse un chapuzón en Berry Springs, una piscina natural de aguas templadas y relativamente seguras, pese a su proximidad al mar. No olvidemos que aquí los cocodrilos peligrosos son los de agua salada.

Litchfield

El Parque Nacional de Litchfield es el que se encuentra más cercano a Darwin, y es por lo tanto muy popular. Desde Darwin uno puede dirigirse directamente a Kakadu, y luego regresar por la misma carretera para visitar Litchfield. Si el destino final es el centro de Australia, la parte más meridional del Territorio del Norte, la mejor opción es quizás ir antes a Litchfield, retroceder unos cuantos kilómetros en la ruta y dirigirse entonces hacia el este al Parque Nacional de Kakadu, de donde se puede salir por otra carretera más al sur para retomar la Stuart Highway en Katherine.

Esta casa no tiene ni hipoteca ni cláusula suelo que valga. Termitero a la entrada del Parque Nacional de Litchfield. A este tipo de termitas las llaman 'catedral'.
Al cabo de unos minutos de circular por el interior de Litchfield, está muy claro que el elemento más llamativo y frecuente del paisaje son los termiteros. Los hay de dos tipos: unos son rojizos y alcanzan dimensiones muy respetables, mientras que los otros son de un color un poco más oscuro y grisáceo y solamente aparecen en los llanos.

Termiteros de termitas magnéticas en Litchfield. Más pequeños, pero muy abundantes.
Dentro del parque hay varios lugares para bañarse, lo cual, con el calor habitual en el norte tropical australiano, es sin duda una buena idea. En Florence Falls hay un gran gentío, y muchachos que se creen invulnerables se lanzan al agua desde la cornisa superior, pese a los carteles que lo prohíben.

Florence Falls en Litchfield NP.
En la otra cascada con piscina natural, Wangi Falls, hay mucha menos gente, aunque es mucho más grande y espectacular. El agua está limpia y fresca. Me acerco a la cascada con precaución: el estruendo es mayúsculo, y los chorros salpican en el agua y taponan la nariz. Es casi imposible respirar y mantenerse a flote sin agarrarse de las rocas.

Wangi Falls ofrece el baño ideal para terminar el día.
Kakadu

Yellow Waters de Kakadu. Un lugar en serio riesgo por causa del cambio climático.
Maravilla de la naturaleza y patrimonio natural de la humanidad, Kakadu ocupa una superficie similar a la de Suiza. La diversidad de paisajes y atracciones es contundente. Desde los llanos y marismas a las pequeñas colinas y mesetas, el escenario es espectacular. Uno de los tours más recomendables es un recorrido en vehículo todoterreno por distintas partes del parque. Nuestro guía es un poeta indígena, Trevor Wie, y antes de comenzar a negociar con sobrada destreza los caminos de tierra y los peliagudos cruces de arroyos y corrientes nos explica los orígenes del Parque y de los pueblos indígenas que lo han habitado y cuidado durante decenas de milenios, y añade pormenores acerca de las amenazas que se ciernen sobre su existencia actual y futura. A la entrada del Parque hay carteles de la Universidad Charles Darwin que avisan sobre las potenciales consecuencias devastadoras que una subida del nivel de los océanos tendrá para este lugar tan maravilloso y singular.

Maguk Creek es accesible únicamente durante la estación seca.
Tras aparcar el camión y servirnos un prodigioso café matutino, con su gran sentido del humor Trevor conduce al grupo hasta el lugar de nuestra primera parada larga, la cascada de Maguk. Es la estación seca, y por lo tanto la posibilidad de que en el río haya algún cocodrilo de agua salada es remota, pero no 100% descartable. Avisa a todo el mundo de que entramos en el agua conscientes del riesgo. Algo en sus ojos me dice que hoy no vamos a encontrar ningún reptil en las inmediaciones…

Maguk Falls
No se debe ignorar los avisos, especialmente al final de la estación lluviosa.
Tras el chapuzón, el tour nos lleva a otra parte remota del Parque, accesible únicamente durante la estación seca, que lleva el nombre de Garnamarr. Trevor nos lleva por una ancha pista de tierra que las autoridades no han cuidado durante años: la camioneta tiembla y traquetea, pero avanza seguro hacia nuestro destino, una laguna natural que una fantástica catarata ha formado con el paso de los años. A mitad de camino paramos para el almuerzo. Hay comida de sobra, y todo es muy sabroso.

Jim Jim Falls. Majestuosa, increíble. Un cortado de cerca de cien metros.
Tras el almuerzo, la pista se convierte en tortuoso camino, las curvas se acentúan y en algunos rincones la arena podría jugarnos una mala pasada, pero Trevor ha hecho este trayecto cientos de veces y sortea los obstáculos sin demasiadas dificultades. Cuando por fin estacionamos y comenzamos a caminar, el sendero resulta ser mucho más arduo y dificultoso de lo que muchos integrantes del grupo habían anticipado. Los últimos quinientos metros no hay en realidad camino alguno, sino rocas de varios metros de alto y ancho. A trancas y a barrancas llegamos a la orilla de la laguna que hay a los pies de la catarata de Jim Jim. La vista es indescriptible.

En todos los arroyos y corrientes de las lagunas a que acceden los tours se pueden ver estas trampas para cocodrilos. La cuestión es: ¿funcionan?
A pocos kilómetros en dirección oeste hay otra catarata, Gumlon Falls, de muy difícil acceso, que mucha gente ha podido ver gracias a Cocodrile Dundee, la película australiana más taquillera de la historia. Pero Jim Jim Falls no desmerece a ningún otro enclave del parque. El agua está mucho más fría que en otros lugares del parque, y aquí es imposible que lleguen los cocodrilos. Es una muralla de rocas tan inexpugnable que te dan ganas de reírte del muro del impresentable presidente del tupé tintado.


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