David Shields, Reality Hunger: A Manifesto (Camberwell: Penguin, 2010). 213 páginas.
En el
párrafo 239 de su libro, David Shields expone sus dudas de que él sea “la única
persona a la que le parezca cada vez más difícil querer leer o escribir
novelas.” (p. 81, mi traducción). Puede que sea cierto, que no esté solo, pero
a mí no me cabe ninguna duda de que probablemente sean muchos más los que
quieren seguir leyendo (si no escribiendo) obras de ficción.
Un
libro a ratos absurdo y contradictorio y a ratos provocador y sugestivo, este
mal llamado manifiesto abunda en la (ya repetida hasta la saciedad) inminente muerte
de la novela como género literario. Aduce Shields que el público tiene hambre
de realidad. Personalmente, la ficción es el género que prefiero leer casi de
continuo, para poder evadirme de la realidad – mi realidad, que nunca será la realidad de David Shields o
de ningún otro ser humano. No niego que haya muchos a quienes se les despierte
el ansia de consumir eso que convenimos en llamar realidad. Como apunta Shields,
(muy acertadamente, por cierto), eso que llamamos realidad (esto es, los hechos)
y que se aloja en nuestra memoria no deja de estar extremadamente mediada (está
harto expuesta a la ficción que solemos construir en nuestra mente de lo que meramente
percibimos como hechos).
Uno de
los problemas de este libro es su estructura. Por mucho que Shields agrupe las
citas, paráfrasis, digresiones y reflexiones en capítulos (ordenados según las
letras del abecedario de la lengua inglesa – en la versión en castellano no
existe el capítulo ñ, claro), el conjunto es más bien caótico y dista mucho de poder
capturar la atención del lector de manera sostenida. Dicho de otra manera, los
árboles no te dejan ver el bosque.
Mucho
más interés y validez tienen para mí sus observaciones sobre la necesidad de
mezclar, fundir, aunar, fusionar (añade
tú otros sinónimos que te parezcan apropiados) ficción y no ficción: eliminar
los límites que demarcan una cosa de la otra producirá a largo plazo obras
literarias que merezca la pena leer. En mi opinión, no es que la ficción imaginativa
haya menguado, sino que se publica demasiada ficción imaginativa de poca o nula
calidad. Es lógico que el género se resienta.
El otro
tema que trata Shields y que suscita mi interés es la cuestión del plagio y la propiedad
intelectual de los textos. Más de la mitad de su libro se compone de palabras
que han escrito o dicho otros, quienes a su vez probablemente se inspiraron (el
origen de esta palabra quizás ilumine algo a este respecto) en las obras de los
que le precedieron. ¿Quién es dueño de las palabras?, dice Shields. Todos y
nadie. Las nuevas tecnologías amenazan con el derrumbe de un sistema
establecido desde hace siglos: sería bueno que el desenlace de las tensiones
actuales fuera cumplir con el ideal democrático de la libertad.
Para
que no haya malentendidos: no me refiero a la libertad de pasarse copias
digitales de un usuario a otro, sino a la libertad para que un escritor pueda
utilizar los textos de un escritor que le precedió en la historia para
rescribir y recrear. (Y si hay que pagarle unos pocos pesos a alguien o a la viuda de alguien, se hace y en
paz, pero todo en su justa medida. Nada de abusar de la juventud, por favor,
que ya padecen lo suyo.)
Una de
las citas que incluye Shields me ha dejado un tanto aturdido. En el párrafo 242
dice (citando, según parece, a Andrew O’Hehir): “Our culture is obsessed with
real events because we experience hardly any” [Nuestra cultura está obsesionada
con los hechos reales porque prácticamente no experimentamos ninguno, p. 82] ¡Quia!
Shields habría hecho bien en aplicarse el detector de bobadas que menciona en
la página 46, y que en su opinión tiene que ser el don fundamental de un buen
escritor.
Reality Hunger: A Manifesto lo ha traducido Martín Schifino
(Hambre de realidad: un manifiesto) para
Círculo de Tiza (2015).
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