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28 may 2018

Breath, la película

Por increíble que pueda parecer – a mí al menos me lo parece – todavía es posible encontrar la reseña que hice en 2008 de Breath, la novela de Tim Winton, para una revista digital de la UCM. Casi diez años después, Simon Baker, actor australiano que debuta como director con este largometraje, lleva la historia de Pikelet y Loonie al cine, y lo hace con gusto, convirtiendo un libro emblemático de Winton en una sugerente historia sobre el azaroso paso de dos niños de la adolescencia a la madurez.

A modo de recapitulación de la trama de Breath, contaré aquí que Pikelet y Loonie son dos amigos de un pueblo de la costa del sudoeste de Australia Occidental en la década de los 70. Pike es el hijo único de una familia de íntegra conducta, mientras que Loonie, que vive con un padre alcoholizado y a veces brutal, es la clase de chico a quien le gusta vivir al límite, deleitándose con el sabor de la aventura y el riesgo. Como en cualquier otro pueblo costero de Australia, el océano es el lugar natural donde pasar el tiempo. Los amigos aprenden a hacer surf, y en una de sus salidas conocen a Sando, leyenda viva del surf. Sando se convierte en mentor de los dos muchachos, que compiten por la admiración del campeón. Mientras que Loonie siente el gélido rechazo de Eva (Elizabeth Debicki), la mujer de Sando, exesquiadora que sufrió una ruinosa lesión en la rodilla, para Pike es todo lo contrario; así, cuando Sando se marcha de viaje con Loonie para surfear en Indonesia, Pike se hunde en el erótico embrujo de la mujer madura.

La historia en la película está espléndidamente narrada con imágenes más que con palabras. Excelentes actuaciones de los dos jóvenes actores que interpretan los papeles de Loonie y Pikelet (Ben Spence y Samson Coulter respectivamente). La fotografía es magnífica, tanto en el agua como fuera de ella; sin recurrir prácticamente al diálogo como recurso narrativo, Baker, que interpreta a Sando, consigue transmitir a sus jóvenes pupilos lo insondablemente espiritual que une al océano con el deporte de la tabla. Y también la banda sonora, a cargo de Harry Gregson-Williams, añade su granito de arena para hacer de ésta una estupenda película.

27 jun 2014

Tim Winton's The Turning


La idea de convertir los 18 relatos del libro de Tim Winton The Turning en un largometraje era, al menos en teoría, algo que rayaba en lo descabellado. ¿Qué tomar como hilo conductor de dieciocho relatos para elaborar una película? Es cierto que, aparte del paisaje de Australia Occidental, que desde su primera novela (An Open Swimmer, 1982) ha sido protagonista por derecho propio en la mayor parte de la narrativa de Winton, los relatos de The Turning abordan varios temas comunes, e incluso algunos de ellos tienen nexos argumentales no siempre explícitos. No era en ningún caso un libro fácilmente digerible por la cámara.

Si a lo anterior se añade el hecho de que el productor del proyecto, Robert Connolly, decidiera que cada uno de los relatos lo dirigiera un realizador distinto, uno quizás podría haber anticipado un batiburrillo de estilos y formas de leer los relatos. Que lo es. Pero el resultado final está muy lejos de ser caótico o incoherente. De hecho, es todo lo contrario.

Para alguien que, como es mi caso, ha dejado (en cierto modo) de creer en el cine como medio ideal de expresión para contar una historia – se trata de una creencia subjetiva e incluso, podría añadir sin sonrojo alguno, ilógica o injustificada – Tim Winton’s The Turning a ratos ensalza lo mejor del arte narrativo (entendido como aquel que se expresa a través de las palabras) en una creación cinematográfica de múltiples miradas que conectan – no siempre con éxito, al menos en mi opinión – los dieciocho relatos en una propuesta de unas tres horas de duración.

Para quien no haya leído el libro, la adaptación al cine podrá resultar fascinante: la excelente fotografía de los paisajes costeros y del bush de Australia Occidental puede por sí misma hechizar al espectador, mientras que las interpretaciones de los actores son casi sin excepción sublimes. La sensación de desesperanza que se intuye en los relatos de The Turning se transmite con inusual intensidad en las imágenes de la película. Individuos que han huido o se han ocultado de un pasado se enfrentan a verdades ineludibles. El hecho de que en muchos de los relatos el protagonista masculino se llame Vic Lang no debiera confundirnos. No es necesariamente la misma persona. Un nombre es, al fin y al cabo, simplemente una etiqueta.

Por desgracia, Winton sigue sin publicarse en español. No creo que ninguna editorial se desviva por publicar The Turning en español, pese al éxito de crítica cosechado por la película en varios festivales internacionales. El desaguisado que cometió Planeta (a través de su sello Destino) con Dirt Music no cuenta para nada en términos literarios. En todo caso, cuenta como afrenta al autor, quien nunca debiera venderles los derechos de sus otros libros a quienes son capaces de hacerle algo tan abominable a su obra.

8 jun 2014

Satellite Boy


Satellite Boy cuenta la escapada de dos chicos muy jóvenes, Pete y Kalmain, desde una remota comunidad indígena del Territorio del Norte. Pete pone rumbo a la ciudad para decirle al propietario de una compañía minera que no desaloje a su abuelo de la casucha en la que vive. El otro chico que lo acompaña, Kalmain, huye de la miseria en la que vive su familia y de una tendencia a cometer pequeños delitos de la que, según parece, le es imposible desligarse.

Hay un detalle especialmente sugestivo en la película: Pete recoge del suelo el envoltorio del paquete de papas fritas que Kalmain ha terminado, prácticamente las últimas provisiones que les quedan. Kalmain lo mira como si fuera un bicho raro, pero Pete sonríe para sus adentros. Horas después, antes de que caiga la noche, Pete enciende un fuego haciendo que la luz del sol se refleje en el recubrimiento interior de aluminio del envoltorio sobre un manojo de hierba seca.

Mientras que Kalmain sueña con vivir una vida de riqueza material, repleta de comodidades y privilegios que le están (y le estarán por siempre) sistemáticamente vedados, Pete ha experimentado la forma tradicional de vivir en esa tierra con su abuelo, Jubi, y ha aprendido a sobrevivir en el exigente entorno del bush australiano.

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