Este pequeño
volumen de crónicas y relatos revestidos de una tremendamente sutil ironía es
el primero que leo de mi paisano Inclán. Y en verdad que no defrauda. A quien
le gusta la literatura que finge haberse puesto rumbo a ninguna parte, Dadas
las circunstancias le debe agradar con creces.
El volumen
comprende 8 relatos localizados en diferentes partes del mundo. Inclán llega a
estos lugares por alguna peregrina razón que nos explica al inicio de cada
relato. En el primero, ‘Plutón, planeta enano’, Inclán acude a Praga con motivo
de la Feria del Libro. Tras los actos oficiales queda a tomar unas copas con Maritza,
una estudiante de traducción, y un autor local, Hesel, que busca editor en
español.
Hesel resulta padecer
enanismo. Inclán recuerda en la primera parte de su relato cómo se enteró de la
decisión de quitarle a Plutón la categoría de planeta del sistema solar en las
orillas del océano Pacífico mexicano. La velada discurre en diálogos confusos e
inconclusos, miradas hundidas en esa singular incomprensión empapada en alcohol
y que acentúa la falta de una lengua común. La salida más decorosa es pagar la
cuenta y olvidarse para siempre del manuscrito de Hesel.
El siguiente
relato es más bien una colección de viñetas que transcurren en La Habana. En la
capital cubana Inclán conoce a un imitador del Che Guevara, que incluso tira de
inhalador para parecer más realista; se desilusiona en una librería donde se
amontonan libros que nadie quiere, nadie va a leer y nadie va a echar de menos;
conoce a una valenciana con la que comparte un viaje en coche y luego la cama
durante un par de horas; y finalmente recibe un testimonio de un joven cubano,
en un breve relato que evidencia la ineptitud y esterilidad que produce la
burocracia del sistema cubano.
En ‘El último
hablante de erromintxela’, Inclán viaja al País Vasco buscando al que, se
supone, es el último vestigio viviente de un idioma virtualmente extinto. Bajo
una pertinaz lluvia sigue una senda en los montes de Llodio buscando a Goyo y
termina dando media vuelta, confundido, avergonzado y derrotado. ¡Que se muera
el idioma!
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Hauré
passat per aquest punt del carrer de l’Hospital milers de vegades. I si estava
Paco Inclán al meu costat i no ho sabia? Fotografia d'Espencat. |
‘Escatología en
la obra de Arnau de Vilanova’ parte de una premisa equivocada. La escatología a
la que se refiere el título no es sobre el estudio de los excrementos sólidos
con fines científicos, sino que versa sobre las ideas y creencias en torno “al
fin de los tiempos”. (Sí, es cierto: ¿Hay algo más absurdo que estudiar algo
que nunca vamos a conocer?) El caso es que esa investigación académica que
lleva a Inclán a la Biblioteca del Carrer de l’Hospital en mitad del siempre
infernal mes de agosto en València está condenada. Al autor le entran unas
imperiosas necesidades de evacuar el intestino grueso. Sale de la biblioteca y
busca un lugar en una ciudad desierta: “Una pintada en un muro, «buen sitio
para hacerse porros», me indica que he encontrado un escondrijo idóneo bajo la
imponente sombra de un árbol […] que, a poco que la fama me fuese propicia, se
convertiría en centro de peregrinación de mis lectores: «En este lugar depuso
Paco Inclán sus ínfulas de grandeza.» (p. 82). Toda una epopeya, que termina
con una sencillísima clarividencia: “El apocalipsis apenas dura unos segundos,
seis o siete.” (p. 86) Como dicen los mexicanos: «No manches, güey».
Paco Inclán debe
de tener una ¿alarmante? habilidad para coincidir en el espacio y tiempo con
gente más excéntrica y rara que él. Solo así se comprende el ‘Viaje al país del
esperanto’, donde conoce a Miquel, quien “afirma trabajar en favor de una
alianza para «sumar esfuerzos en la internacionalización del esperanto y la
normalización del consumo del cannabis».” (p. 100) Gracias a un dato que le
pasa Miquel, consigue pasar la noche siguiente en un museo privado, fumando
marihuana entre libros en una lengua que no ha aprendido y preparando un
artículo sobre los esperantistas que nunca verá la luz.
Nunca decae el
excelente nivel de ironía que hay en los relatos de Dadas las circunstancias.
En Veracruz, donde dice haber ido a contraer matrimonio, asiste a un homenaje a
Pancho Villa, aunque, de hecho, el revolucionario nunca estuvo en la ciudad.
Pero el invitado estelar es “uno de los tropecientos nietos” de Villa, el Presidente
de la Fundación Pancho Villa. Es ‘La exaltación de las ausencias’ en Veracruz:
“Su huella es indeleble aunque nunca la pisara.” (p. 135)
Completan el
volumen dos relatos localizados en Valladares (Galicia) y Berlín. En mi
opinión, la principal virtud de la escritura de Paco Inclán es ese discurrir hacia
ninguna parte, realizando esbozos de personajes inverosímiles por lo insólitos
que son, al tiempo que se ríe de sí mismo. Lo que cuenta es el viaje, nunca el
destino, y con Paco al volante…
Gràcies, T. M'ha agradat una barbaritat!