14 jul 2011

Literatura y traducción - Conferencia en Monash University



Hace un par de días asistí a una conferencia en la Universidad de Monash, en Melbourne, que bajo el muy ambicioso título de ‘Literature and Translation’ reunió a un numeroso grupo de traductores, estudiosos de la traducción y de la literatura. Dado el abigarrado programa, que comprendía cinco paneles simultáneos en seis sesiones distintas a lo largo de dos días, se hizo necesario escoger de antemano las ponencias a las que asistir, cosa bastante difícil puesto que prácticamente todas suscitaban interés.

Pude escuchar la interesante ponencia de María T. Sánchez, una simpática colega canaria que lleva afincada ya muchos años en la Universidad de Salford, en el Reino Unido. María nos hizo reflexionar sobre el proceso de traducción, y sobre cómo la metáfora de la traducción como imagen reflejada del original (la traducción como espejo) puede invertirse, y el texto original puede pasar a considerarse imagen reflejada en el texto de llegada, el cual, mediante el proceso de explicitación puede llegar a mostrar muchos aspectos que en el texto de partida estaban únicamente implícitos.

María es la autora de un libro que he leído no hace mucho, publicado por la prestigiosa editorial Lang, y que se titula The Problems of Literary Translation; es un texto altamente recomendable, tanto por sus muy acertadas observaciones en torno a la traducción literaria como por la claridad y la lucidez con que está escrito.

Otras ponencias que me resultaron interesantes e instructivas fueron las de Rita Wilson y Denise Formica, ambas profesoras en la Universidad de Monash, sobre la imagen de Australia y el lugar que ocupa la literatura australiana en el mundo, en el ámbito de las traducciones de novelas australianas al italiano. Una de las conclusiones que, en mi opinión, pueden extraerse de lo dicho por Wilson y Formica, y teniendo en cuenta mis propias observaciones respecto al caso de algunas traducciones al español de novelas australianas, es esta: la política del gobierno de Canberra de promoción de la cultura y la literatura australianas a través de subvenciones a editoriales extranjeras – para que estas publiquen y traduzcan literatura australiana – no incluye en la actualidad un proceso de control de calidad. La pregunta es: ¿se está despilfarrando el dinero? ¿Están contribuyendo a actualizar la imagen estereotipada que se tiene de Australia en muchos países europeos?

Una de las ponencias más notables y fascinantes fue la del poeta Ian Campbell, un australiano que ahora escribe poesía en indonesio. Campbell comenzó por traducir uno de sus poemas al indonesio, y ese enorme desafío le resultó tan cautivador que ahora escribe su poesía en indonesio. Actualmente está desarrollando un proyecto de investigación que comprende la poesía latinoamericana, en especial la de Pablo Neruda, la australiana e indonesia. Campbell lleva cierto tiempo investigando los años que Neruda pasó en Batavia, en la isla de Java, como diplomático chileno.

11 jul 2011

Reseña: L'últim dia abans de demà, de Eduard Márquez


Eduard Márquez, L'últim dia abans de demà (Barcelona: Empúries, 2011). 146 págs.

En una entrevista que le hizo José A. Muñoz para La Vanguardia, Eduard Márquez decía, a propósito de L’últim dia abans de demà, que los escritores deben ‘ser capaces de que el lector huela la realidad. Y eso es posible cuando el escritor también la huele y es capaz de transmitirlo.’

Comencé a leer L’últim dia abans de demà con una mezcla de expectación y aprensión. Las reseñas que había leído mencionaban un argumento que tiene un interés personal para mí: el del duelo causado por la pérdida de la hija del protagonista. La decepción ha sido mayúscula. La novela apenas pasa de puntillas y bordeando este asunto, y en mi opinión, dada la estructura narrativa adoptada deliberadamente por Márquez, ningún tema de los muchos que aparecen en sus 146 páginas los trata con mucha trascendencia.

L’últim dia abans de demà está construida más bien como un puzle, o un rompecabezas, en una línea narrativa un poco caótica. Es un ovillo desmadejado, con saltos temporales hacia adelante y detrás, una técnica que no siempre resulta ser tan efectiva como efectista. Puede ser cierto que la memoria no nos presente los recuerdos en una línea recta y perfecta; no es menos cierto que la exégesis ficcional otorga suficientes recursos como para darle al lector una visión menos alterada de esos recuerdos. Márquez opta por un mosaico, en el que se nos aparecen multitud de piezas, unas menos desdibujadas y borrosas que otras, y al menos una tan repetida que termina por hastiar (las hostias con sabor a pastillas Juanola que uno de los hermanos reparte a troche y moche).

Pero donde realmente pienso que Márquez me perdió es en la poca profundización que lleva a cabo en los sentimientos del dolor y la pérdida. En casi ningún momento se nos revela el narrador protagonista como alguien que esté atravesando un proceso de duelo. La fijación con el peso (623 gramos, cifra que repite unas cuantas veces) de las cenizas de la hija muerta resulta un tanto extraña, aunque no inverosímil. En su afán de producir una narración tan contenida, y con una prosa escueta, rápida, Márquez apenas explora el mundo interior del protagonista. Da la impresión de que el autor haya escogido que la muerte de Jana sea la excusa que se necesitaba para hacer un recuento desordenado de los recuerdos de una vida, recuerdos que la trama deslavazada revelará como determinantes para el desenlace trágico.

Un interesante aspecto de L’últim dia abans de demà estriba en la contraposición a lo largo de la narración y en los diálogos, de dos idiomas, el catalán y el castellano. Que el discurso represivo, beatón y caduco de los educadores religiosos (los hermanos) se exprese siempre en castellano dentro de una narración en catalán y en la cual los diálogos entre los protagonistas se expresen en catalán recrea magistralmente la sensación de antagonismo y enfrentamiento; su perniciosa influencia queda, en mi opinión, correctamente insinuada. Al fin y al cabo, a los que somos de la generación de Márquez no se nos han olvidado esos ‘sabios’ consejos que se impartían en los colegios religiosos en los últimos años de la larga época franquista.

No quisiera restarle méritos a Eduard Márquez (de quien no he leído ninguna otra obra), pero he de rebatir la idea de que el lector de L’últim dia abans de demà huela la realidad. En mi caso, la realidad no apareció por ninguna parte. Claro está, que mi realidad puede que resulte demasiado exigente con la que propone L’últim dia abans de demà.

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