Najat El Hachmi, L'últim patriarca (Barcelona: Planeta, 2008). 332 páginas.
Cada
vez se prodiga más la narrativa de la emigración, pero pienso que no es menos
cierto que el incremento de este tipo de historia está asociado al cada vez
mayor número de personas que han emigrado, y esa experiencia, narrada en clave
de autobiografía, o de biografía novelada o en clave de ficción no deja de resultar de mucho interés.
L’últim patriarca le valió a su autora el Premi
Ramon Llull del año 2008, uno de los más prestigiosos en lengua catalana. Es desde
luego una notable novela por varios aspectos que trataré de explicar.
El
primero es el lenguaje mismo del que hace uso la autora, a través de la voz
femenina de la narradora, la hija del patriarca Mimoun Driouch. Najat El Hachmi
impregna la novela de una voz (y hay que remarcar la cualidad oral de la narración) que habla desde la tierra de nadie del que se
sabe sumergido en dos culturas. Conforme va avanzando uno en la lectura de L’últim patriarca, se vuelve por
momentos más intensa, más definida, la sensación de estar experimentándola como
a través de un tamiz, como si se tratara de la lectura de una historia que le
llega entregada al lector mediante una traducción, pero una traducción que
resulta ser portentosa, perfecta, ideal.
El
argumento es en sí mismo otro aspecto llamativo, y que no puede dejar
indiferente al lector. Desde su nacimiento en una ciudad del Rif marroquí,
Mimoun Driouch está llamado a ser el heredero y continuador de una tradición milenaria
basada en el dominio pleno y la autoridad absoluta de los varones en el entorno
familiar: el patriarcado. La narración que hace su hija roza en algunos momentos
el sarcasmo: retrata a un niño consentido y caprichoso (“tothom tenia la certesa
que aquell nen no era del tot normal i que per qualsevol motiu podia trencar-se
en bocins o desfer-se en cendres”).
La
primera vez que Mimoun, ya prometido a la mujer que algún día querrá domesticar
y poseer, emigra a la Península Ibérica, consigue gracias a su tío trabajo en la
construcción. Pero cuando, tras empezar a beneficiarse a la esposa del
empresario, ésta lo despacha con cajas destempladas – Mimoun desoye las
limitaciones sexuales que ella le impone – pierde el trabajo, quema la casa del
empresario y termina expulsado del país.
De
vuelta en Marruecos, Mimoun se casa. Nace su primogénito pero no lo celebra porque
en realidad él quería una hija. Al poco tiempo consigue regresar a Cataluña. La
vida de los emigrantes es muy dura, pero la actitud y el comportamiento del
patriarca nos revelan que El Hachmi está contándonos otra historia. Cuando
Mimoun traslada a toda su familia de Marruecos a España, la dinámica de las
relaciones intrafamiliares queda totalmente al descubierto: al mando solo hay
una persona, el patriarca. Él (la) pone y dispone como quiere y cuando quiere.
Este es
otro de los aspectos más interesantes de L’últim
patriarca. En el contexto de la sociedad catalana de la “ciutat capital de
comarca”, Mimoun es el odioso prototipo del maltratador irascible, autoritario,
e inhumano, al cual únicamente se irá enfrentando a lo largo de los años su
hija adolescente, quien
gracias a la inmersión en el sistema educativo empieza a ver las
contradicciones entre lo que hacen y lo que dicen sus padres.
El relato
(a veces espeluznante) del maltrato se enmarca pues en las fricciones inevitables
que surgen de la traslación de un esquema social patriarcal, tradicional,
establecido en el seno de una determinada cultura (la cual nunca lo ha
cuestionado). Es la dificultad de adecuación o conciliación entre ambas
culturas, el inevitable choque que se produce en un marco geopolítico y
cultural foráneo, lo que no termina de explorar la autora. Y no pienso que
fuera su intención declarada decantar la novela en esa dirección. En todo caso, lo
lamentable en la vida real es que las víctimas de ese choque casi siempre son mujeres
y pequeños.
La
figura del patriarca, derrotado y lloroso al final, incapaz de hacer valer el
terror como herramienta para “convencer” a su hija, es sin duda el protagonista
de esta novela, mucho más que la joven narradora tan curiosamente enfrascada en
el diccionario de lengua catalana. El Hachmi nos relata una versión del final
de un modelo social basado en la explotación y la humillación de las mujeres,
pero ese final solamente puede producirse en entornos geográficos diferentes
del lugar y la sociedad basados en ese sistema tradicional. Pese a las
revoluciones y primaveras árabes recientes, en esencia no se ha alterado para nada
el orden establecido.
Un dato
curioso para lectores ubicados en Australia: Najat El Hachmi dio una conferencia aquí en Canberra en 2010, titulada 'Writing from the Borderland'. El video
de esa conferencia puede verse aquí.