27 jun 2012

Loss of languages - Pèrdua de llengües



Every time a language is lost, a worldview is lost

“What is lost when a language goes silent?”, asks Russ Rymer in his extremely valuable article titled ‘Vanishing Voices’ in National Geographic, which Trudie sent me a few days ago. Rymer draws once again our attention to the fact that languages continue to disappear all over the world: “One language dies every 14 days. By the next century nearly half of the roughly 7,000 languages spoken on Earth will likely disappear, as communities abandon native tongues in favor of English, Mandarin, or Spanish.” Just imagine that: one unique worldview vanished forever every fortnight.

Some ideas in Rymer’s article brought to my mind a column I had read during the past weekend, this one by Aragonese-born Catalan writer Francesc Serés. Serés comments on the Aragonese Government decision to invent a name for the language (Catalan) spoken in an area known as La Franja (the Strip); from now on, it will be known as Eastern Aragonese. There is of course a long history of attacks on the Catalan language, but since the Partido Popular won the Spanish state general elections in 2011, the attacks have intensified and spread to the Balearic Islands.

As Rymer says in his article, “Today any language with a television station and a currency is in a position to obliterate those without.” But the situation might be reversed where intransigent, intolerant and populist political power can deliberately flex its muscles against a minor player. It reminded me of the Valencian Government decision to switch off the TV re-transmitters (which were set up and paid for by Valencian people) that for a very long time made it possible to see, and more importantly, to listen to, Catalan TV in the País Valencià. As Serés makes it clear in his column, the far right-wing Partido Popular has time and again imposed its legislation in an attempt to forcefully erase the linguistic realities that unite many places west, south and east of Barcelona.

Rymer alerts us to another sad reality: “The ongoing collapse of the world’s biodiversity is more than just an apt metaphor for the crisis of language extinction. The disappearance of a language deprives us of knowledge no less valuable than some future miracle drug that may be lost when a species goes extinct.” Predictions are that in one hundred years’ time there may only about one hundred languages left; there is an evident parallel between species extinction and language extinction, the consequences of which I would rather not imagine.



Cada cop que es perd una llengua, es perd una visió del món

Què es perd quan una llengua es silencia?”, es pregunta Russ Rymer en el seu valuós article titulat ‘Vanishing Voices’ en Nacional Geogràfic, que Trudie em va enviar ara fa uns dies. Rymer posa una vegada més la nostra atenció al fet que les llengües continuen desapareixent arreu el món: “Es mor una llengua cada 14 dies. El segle pròxim, gairebé més de la meitat de les aproximadament 7.000 llengües parlades en la Terra probablement desapareixerà, mentre les comunitats abandonen llengües natives a favor de l'anglès, el xinès, o el castellà.” Dona por imaginar-ho: una visió singular del món  es esvaneix per sempre cada quinzena.

Algunes idees en l'article de Rymer em feren pensar en una columna que havia llegit durant el cap de setmana passat, aquesta d’un escriptor en llengua catalana nascut a Aragó, en Francesc Serés. En Serés comenta la decisió del govern d’Aragó, que ha inventat un nom per la llengua (català) parlada en una àrea coneguda com La Franja; d'ara endavant, serà coneguda com aragonès oriental. Hi ha naturalment una llarga història d'atacs vers la llengua catalana, però des de que el Partido Popular va guanyar les eleccions generals a l’Estat espanyol en 2011, els atacs s’han intensificat, i fins i tot s’han estès a les Illes Balears.

Com Rymer diu en el seu article, “Avui qualsevol llengua amb una estació de televisió i una moneda és en una posició per obliterar les altres.” Però la situació podria invertir-se, quan un poder polític populista intransigent i intolerant intencionadament pot fer força i fer-li mal als més petits. Em va recordar de la decisió del Govern valencià per apagar els repetidors de televisió (instal·lats i pagats pel poble valencià) que per un temps molt llarg va fer possible de veure, i el que és més important, escoltar, televisió catalana al País Valencià. Com Serés deixa clar en la seua columna, la dreta dura del Partido Popular moltes vegades ha imposat la seva legislació en un intent per esborrar per la força les realitats lingüístiques que uneixen molts llocs a l'oest, al sud i a l’est de Barcelona. Al nord, per ara, no hi poden fer-ne res.

Rymer ens alerta d’una altra trista realitat: “L'esfondrament actual de la biodiversitat al món és més que una apta metàfora per la crisi d’extinció de les llengües. La desaparició d'una llengua ens priva d’un coneixement no menys valuós que algun miraculós fàrmac futur que es pot perdre quan una espècie es extinga.” Les prediccions diuen que en cent anys potser només queden al món unes cent llengües; hi ha un evident paral·lel entre l’extinció d’espècies i la extinció de llengües: les seues conseqüències, preferisc no imaginar-les.

24 jun 2012

Reseña: Five Bells, de Gail Jones


Gail Jones, Five Bells (North Sydney: Random House, 2011). 216 páginas.

¿Qué debe tener una novela para que el lector no solo la disfrute sino que además le quede una certidumbre de su valor literario tras haberla leído, o en otras palabras, que le convenza de que su lectura valía la pena leerla? Esta pregunta me ha rondado la cabeza tras terminar la lectura de Five Bells, novela que, aunque reconozco como buen libro, sin embargo no termina de convencerme, quedándome la sospecha de que no ha realizado el vasto potencial que encerraba la idea que le dio origen.
El título de Five Bells viene prestado de una primorosa elegía así titulada del poeta modernista australiano Kenneth Slessor, y publicada en 1939. Como en el poema de Slessor, el escenario es la maravillosa bahía de Sydney (por cierto, me niego rotundamente a escribir el nombre de la ciudad con i latina: ahora que la RAE ha admitido friki y okupa, no veo razón alguna para hispanizar una grafía que coexiste en inglés, en todo caso, con Sidney).
En un magnífico día de verano en Sydney, la narración sigue un poco a trompicones a cuatro personajes diferentes. Dos de ellos, Ellie y James, son ahora treintañeros que comparten un pasado secreto: fueron amigos y amantes en la temprana adolescencia, pero los giros que da la vida los separaron hasta ese sábado de enero de 2010, en que volverán a reunirse en un restaurante de Circular Quay, con vistas a la Casa de la Ópera y el famoso puente que une las dos orillas. Por su parte, Catherine es una periodista irlandesa que acaba de llegar a Australia con la intención de empezar una nueva etapa de su vida aquí. Por último, Pei Xing sobrevivió a las purgas de la Revolución Cultural maoísta, y tras emigrar a Sydney el azar la reúne con la que fue su carcelera y torturadora mientras estuvo en prisión.
Hay un breve y casi insignificante nexo argumental que parece unir a los cuatro (el posible rapto de una niña en la estación de tren por la que han pasado los cuatro). Pero es un hilo argumental intrascendente, que no conduce a nada, y en cierto modo, superfluo.
Las historias de estos cuatro personajes podrían muy bien haber dado lugar a cuatro narraciones independientes (como novelas, nouvelles o incluso cuentos autónomos). Las imperfecciones en que incurre Five Bells no estriban, por tanto, en una falta de materiales sino en su manejo. Se trata, más bien, de la falta de ensambladura de unos y otros elementos narrativos. La voz omnisciente de la narradora – y pienso yo que resulta innegable que se trata de una narradora – fuerza al lector a dar saltos de un personaje a otro, del pasado al presente y del presente al pasado, inspeccionando episodios en la memoria de uno y otro personaje. El resultado total queda un tanto desmadejado.
Y no es que no haya hilos temáticos comunes a los cuatro personajes. Sí los hay. Son temas muy recurrentes en la historia de la literatura: la pérdida de seres queridos, el dolor, el duelo, su presencia a través del recuerdo. Todos los personajes han sufrido una pérdida. Ellie perdió a su padre tras un ataque al corazón; James perdió a su Mama, la arquetípica italiana inmigrante que nunca se adaptó a su nuevo país y a quien abandonó el esposo al poco tiempo de llegar a Australia. Catherine perdió a su hermano en un accidente de tráfico, y le resultó imposible de digerir la fe ridículamente ciega que su madre y sus hermanas depositaron en la veneración de iconos católicos tras la tragedia. Pei Xing, por su parte, perdió a sus padres y confeccionó una falsa confesión incriminatoria de los crímenes su hermano contra la Revolución para poder seguir viva.
Esencialmente, pues, Five Bells trata de cómo diferentes personas reaccionan al dolor de la pérdida. Para lograr que el lector acepte una propuesta narrativa en torno a este tema, es necesario por tanto que la construcción de los personajes sea no solamente creíble sino fructífera. La estructuración del relato en saltos más o menos aleatorios no contribuye a crear una impresión de consistencia en la construcción de los personajes, que termina siendo muy desigual. No hay en Five Bells la suficiente cohesión para articular una unidad narrativa persuasiva.
Así, James nos es presentado como un atractivo hombre de mediana edad, emocional y sensible, que tiene finos gustos. Incapaz de superar su aversión a la sangre y las vísceras, james deja la carrera de medicina antes de concluir el primer año. Después vendrá la muerte de su madre, la cual tampoco puede confrontar como sería necesario. Para colmo de males, James se hunde cuando una niña que tenía a su cargo durante una excursión escolar perece en el mar. Pero en realidad el retrato que confecciona Jones nunca termina de resultar del todo plausible, al menos para mi gusto parece por momentos un tanto feminizado.
Que la novela tenga lugar en un mismo espacio (Circular Quay y la ciudad de Sydney en general) y en un periodo de 24 horas podría invitar a compararla con Ulysses. Pero Jones parece reclamar que la atención del lector se centre en el pasado de los personajes, y en el imperecedero tema del tiempo y la memoria, mientras cada uno de los cuatro personajes discurre sobre esa carga personal que son los recuerdos de las personas que ya se han ido, desde la perspectiva del aquí y ahora. Vista así, podría argüirse que la novela no avanza en una dirección definitiva. No siempre se produce una palpable distinción entre los puntos de vista de esos cuatro personajes porque no hay apenas diferencias estilísticas y de lenguaje entre ellos. Es una cuestión de gustos, claro está; pero existe el riesgo de perder lectores por el camino.
Mas también es cierto que hay lectores que saborean con mayor satisfacción los aspectos formales del lenguaje, y es a este tipo de lector al que Five Bells debería resultarles mucho más atractiva y absorbente. No me cabe duda de que Gail Jones busca explotar y demostrar (si hiciera falta hacerlo) el inmenso poder de la palabra humana, la necesidad de contar historias (o incluso nuestra propia historia), las vivencias de otros o las nuestras, para aliviar y contrarrestar las insoportables consecuencias de vivir el dolor. Five Bells hace honor a la inspiración poética del imponente poema de Slessor, y contiene hermosos pasajes, muy elaborados, pero en mi caso la narración de Jones no logró establecer una conexión con mi yo lector. Le falta algo de fuerza interna y no reúne la cohesión que requiere toda novela.
Y una última observación. La plaga que afecta a las editoriales en lengua castellana también parece extenderse a las de la lengua inglesa. Me refiero a la aparición de erratas del todo imperdonables, como es este caso: “superceded” (p. 208).


Posts més visitats/Lo más visto en los últimos 30 días/Most-visited posts in last 30 days

¿Quién escribe? Who writes? Qui escriu?

Mi foto
Ngunnawal land, Australia