Hanya Yanagihara, The People in the Trees (Londres: Atlantic Books, 2014). 368 páginas.
Desde tiempos
inmemoriales el ser humano ha buscado el elixir de la inmortalidad, la panacea
universal que curara todas las enfermedades y le permitiera alcanzar el estatus
de divinidad eterna, imperecedera. No es nada de extrañar pues que las
religiones (de todo signo) sigan teniendo tantos adeptos. Son amplias
tragaderas universales que nunca dejarán de funcionar entre las masas
aterradas.
The People in the Trees es la única novela que hasta la fecha ha
publicado su autora, quien se pasó cerca de 18 años escribiéndola, según
confesó en una entrevista a Publishers Weekly. Más o menos basada en la historia real de un doctor estadounidense,
Carleton Gajdusek, premiado con el Nobel en 1976, la novela es un complejo
relato ejecutado de manera muy audaz por Yanagihara. Se inicia con dos escuetas
notas de corte periodístico que dan cuenta de la detención y posterior ingreso
en prisión de Norton Perina, prestigioso científico que ha sido acusado de
estupro por uno de sus más de cincuenta hijos adoptados. Estas dos notas van
seguidas del prefacio (unas diez páginas) que Ronald Kubodera, colega y
admirador desmesurado de Perina, antepone al relato autobiográfico que éste ha
escrito mientras ha estado en prisión. La autobiografía de Perina va seguida asimismo de otro artículo periodístico, un epílogo a cargo de Kubodera y un extracto de las memorias previamente censurado, además de un glosario y una cronología.
¿Y quién es, en
sus propias palabras, Perina? Una infancia poco feliz, huérfano de madre a los
pocos años, una sensibilidad muy mermada que deriva en una misoginia ridícula, prácticamente
un sociópata (como tantos otros que hoy en día se agazapan tras extraños
seudónimos en los foros online de los diarios). Tras completar sus estudios
universitarios, a Perina le ofrecen la posibilidad de unirse a una expedición
que va a explorar en 1950 una supuesta isla de la Micronesia, Ivu’ivu, en
compañía de Tallent, un antropólogo del que Perina se enamora en el mismo
instante de conocerlo, y de Esme Duff, por quien sentirá desprecio desde el
primer momento por el hecho de ser mujer.
En Ivu’ivu
descubren una remotísima comunidad indígena cuyos miembros llegan a superar los
cien años de edad. Tienen una extraña ceremonia por la cual los que superan los
60 años de edad pueden comer la carne de una tortuga local (que solamente se
encuentra en un lago de difícil acceso en las montañas). El problema es que,
mientras que el cuerpo sigue vigoroso, sus mentes se deterioran rápidamente. A
los que sufren este síndrome los expulsan del poblado, y tienen que vivir
eternamente vagando por la jungla. Tallent, Perina y Duff encuentran a un grupo
de estos “dreamers”; pasan varias semanas entre los indígenas, y son testigos
de ceremonias iniciáticas que en otras partes del mundo darían pie a mucho más
que una simple protesta.
¿Panacea universal? No, gracias. |
Perina decide
aprovechar su oportunidad, empeñado en descubrir cuál es el secreto de la
inmortalidad de los habitantes de la isla, captura y descuartiza un ejemplar de
la tortuga “opa’ivu’eke” para llevársela a su laboratorio en los EE.UU., y con
la aprobación de Tallent se lleva también a tres de los “dreamers” de Ivu’ivu. El
relato de sus pruebas de laboratorio con ratones es fascinante por momentos.
¿Habrá encontrado la fuente de la vida eterna? Con el paso de los años su fama como
científico se extiende por todo el mundo, y culminará en el premio Nobel. Pero
Ivu’ivu, naturalmente, está condenada.
Perina sigue
viajando a Ivu’ivu, e incluso acompaña a Tallent y Esme en una segunda
expedición. En uno de sus viajes decide adoptar a uno de los muchos niños que
malviven en la isla, y al primero le seguirán muchos, muchos más. Posiblemente,
demasiados.
The People in the Trees proporciona un desenlace que no defrauda, y que
llevará al lector a reevaluar la apreciación que se había hecho del
protagonista narrador. Yanagihara acierta de lleno con la inclusión de una
segunda voz narradora, la de Kubodera, que edita la narración autobiográfica y
decide suprimir un capítulo de la autobiografía de Perina para luego revelarlo
a posteriori. Kubodera anuncia desde un principio su mano en la presentación del
texto de las memorias de Perina, pero es esencialmente en las páginas finales donde
la manipulación textual que lleva a cabo se revela en toda su dimensión y motivación.
Esta es una
novela primorosamente escrita e ideada, sin duda los dieciocho años que
invirtió su autora en ella valieron la pena. Yanagihara crea un mundo, un
universo completamente verosímil, el de Ivu’ivu, con sus junglas asfixiantes
donde no llega la luz del sol y montañas impenetrables. Pero también crea un personaje
por el cual no es difícil sentir en un principio una cierta ambivalencia. En su
época de ayudante de laboratorio cuando todavía era estudiante, Perina confiesa
el disfrute que le produce matar a los ratones una vez han cumplido su cometido
científico. Es un primer aviso inequívoco que el lector debe tomar en cuenta
respecto a Perina. ¿Podría una mala persona, un individuo jactancioso, hiriente
y cruel, ser un gran científico que busca alcanzar el secreto de la
inmortalidad para todos los seres humanos?
La fuerte crítica
al modelo occidental de colonización (Ivu’ivu, su cultura y su población, por
supuesto) es el gran tema de fondo de esta novela: Perina reconoce su gran
parte de culpa en la profanación, destrucción y rapiña de una suerte de jardín edénico
en mitad del Pacífico que si alguna vez existió, hoy es (como en el caso de
Samoa) un puesto remoto del capitalismo más salvaje del siglo XXI, donde la
obesidad es rampante, el fundamentalismo cristiano ha borrado casi todos los
vestigios que quedaban de una antiquísima cultura propia, y la corrupción se ha
adueñado de las estructuras políticas traspasadas desde el imperfecto modelo occidental.
Visto lo visto, a
uno solamente se le ocurre confesar que supone un alivio que la inmortalidad no
sea, hoy por hoy, posible. Porque, ¿quién en su sano juicio querría padecer eternamente esto que llamamos
vida?