Fíjate en la portada de este libro. Una puerta que se abre para revelar
otra puerta que se abre para revelar otra puerta entreabierta. El pasado como una
puerta abierta por la cual pueden salir recuerdos que nadie puede detener y que
pueden conducirte, entre muchos otros lugares, al caos o a la locura.
Unas vacaciones de tres semanas en la casa de sus abuelos en un lugar
indeterminado de la campiña del sudoeste inglés reúnen a los cuatro hermanos de
una familia. Tres mujeres (Harriet, Alice y Fran) y un hombre, Roland, quien
viene acompañado de su hija, la adolescente Molly, y su tercera esposa, la
argentina Pilar. Alice ha decidido traerse a Kasim, el hijo universitario de su
expareja, y Fran acude con sus dos hijos, Ivy y Arthur. De las anteriores
generaciones no queda nadie: los abuelos murieron hace años, y la madre de los
cuatro, Jill, falleció víctima de un cáncer cuando ellos eran todavía muy
jóvenes. El padre de los cuatro, Tom, huyó a Francia tras la muerte de Jill.
Es posible que los años hayan cerrado algunas heridas, pero las tensiones
familiares siguen circulando medio ocultas. La reunión familiar debe servir
para decidir qué hacer con la vieja casa familiar, en la que vivieron los
abuelos, el vicario del pueblo innombrado y su esposa Sophy.
The Past está estructurada en tres partes, con una
segunda parte situada en el año 1968, en la que Jill regresa a la casa familiar
con tres niños después de dejar a Tom, periodista totalmente involucrado en las
revueltas del mayo del 68 francés. Cuando ella le llama al trabajo, él evade
sus preguntas y le contesta con fervor revolucionario (“los niños están
derribando todos los muros”, le dice). Por cierto, uno se pregunta, ¿cuántos de
esos jóvenes revolucionarios del 68 son ahora votantes del Front National de Le Pen?
Decidida a buscarse la vida en el entorno rural, Jill recurre al agente
inmobiliario del pueblo, a quien conoce desde los días de la escuela. En su
afán por encontrar un lugar barato para vivir, lo convence para que le enseñe
una vieja cabaña ya deshabitada en mitad del bosque, no muy lejos de la casa de
sus padres. Y la tentación puede con ella. ¿Es Fran, la hermanita pequeña, hija
de Tom o del agente inmobiliario? Podría parecer que Hadley insinúa que la
segunda opción es posible, aunque no haya ninguna señal medianamente creíble de
que así sea.
Pero el grueso de la novela se centra en el presente, en las relaciones
intrafamiliares, en los conflictos intra- e intergeneracionales en torno a
actitudes respecto a clase, sexo o cultura. La inclusión de Pilar, heredera de
una opulenta familia pampeña sobre la que pesan sombras de apoyo a la dictadura
militar, aporta una trama secundaria importante, la cual se enreda más todavía
cuando Harriet no puede resistir la atracción que siente por ella. Y el segundo
hilo argumental gira en torno a la cabaña abandonada, en la que los más
pequeños celebran extrañas ceremonias tras descubrir los huesos y el pellejo de
Mitzi, la perrita perdida de la vecina. ¿Será en esa cabaña, convenientemente
aseada y acondicionada, en donde Kasim seducirá a Molly?
Como en el caso de la otra novela suya que he leído hasta la
fecha, Clever Girl, Hadley se luce con una
prosa límpida, por momentos llena de musicalidad (he elegido arriba un ejemplo,
procedente de la página 171), y es siempre una escritura de calidad, sin apenas
altibajos. La ironía que practica funciona perfectamente, más eficazmente por
medio de la sugestión que de la revelación abierta.
La vieja rectoría (a la que llaman Kington) es el escenario de la nostalgia
por el pasado, pero este pasado les ha dejado a los cuatro hermanos sin una
base sólida. La vieja casa no es pues más que un símbolo, y como todo símbolo,
tan pronto queda desprovisto de significado, queda reducido a gesto vacío, a
una mera representación. Como cualquier lugar donde una vez estuvimos, con el
paso inexorable del tiempo ese pasado vivido ya no es nada, es solo recuerdo, y
el espacio donde se produjeron nuestras vivencias ya no contiene resto alguno
de quienes fuimos.
31/01/2024. Recientemente publicado en castellano por Sexto Piso como El pasado, traducido por Magdalena Palmer.