Tom McCarthy, Men in Space (Nueva York: Vintage, 2012 [2007]). 293 páginas.
En la reseña que
colgué aquí hace unos meses de C, la segunda novela de Tom McCarthy, dije que no había podido leer su
primera, Men in Space, porque no se
encontraba en la biblioteca local. Apenas horas después de publicar la reseña,
rellené el formulario en línea que la red de Bibliotecas Públicas de Canberra
tiene para sugerencias de los usuarios para adquisiciones, y en un par de
semanas… ¡equilicuá! Realmente, los canberranos somos privilegiados por tener
estas excelentes bibliotecas tan cerca.
La primera obra
de McCarthy, según admite el autor en la página de reconocimientos que sigue al
texto, nació a partir de varios textos medio autobiográficos que con el paso
del tiempo se fueron convirtiendo en algo de mayor enjundia. La novela se
desarrolla en su mayor parte en Praga, en los meses anteriores a la división de
la antigua Checoslovaquia en dos estados, suceso – en todos los sentidos de la
palabra – que algunos debieran tener presente antes de juzgar precipitadamente
otros eventos de – perdón por el cliché, pero en este caso es más que apto – rabiosa
actualidad.
Nick Boardaman
(nombre suena muy cercano a ‘borderman’ (¿Una especie de centinela fronterizo
quizás?) es un joven inglés graduado en Bellas Artes, que está viviendo por
cuatro chavos en Praga mientras espera confirmación de una oferta de trabajo en
Ámsterdam. Para permitirse unas cuantas copas más, trabaja de vez en cuando
posando desnudo para estudiantes checos de arte. En ese entorno conoce a mucha
gente: jóvenes artistas, artistas consagrados, representantes, refugiados, y
otros expatriados europeos y estadounidenses.
El hilo conductor
de esta narración deliberadamente disociada y fragmentaria es una pintura
bizantina, un icono robado en la capital búlgara Sofía. Anton Markov, árbitro
de fútbol retirado que tiene conexiones con una mafia búlgara, convence a un
artista local, Ivan Manasek, para que haga una reproducción del cuadro. Ivan le
tiene alquilada una habitación a Nick, y por la casa pasan toda una serie de
personajes bohemios, algunos más extravagantes que otros, y por supuesto
figurantes de todo tipo.
Por encima de
todo esto hay dos niveles: por un lado, la policía secreta que le sigue la
pista al cuadro robado; y por otro (el título no es una casualidad) el
cosmonauta soviético que quedó varado en su nave en el espacio tras la
desintegración de la URSS (historia que me hizo recordar al protagonista de ‘L’home
més sol del món’, en Contes
russos, el divertidísimo
cuento de Francesc Serés,
quien apenas hace una semana mandó, con toda la razón, al ya claramente reaccionario
EL PAÍS a freír espárragos. ¡Bien
hecho, Francesc!
Men in Space está narrada desde múltiples perspectivas, con varias
voces narrativas: por ejemplo, la del informe de un agente secreto de la
policía checoslovaca, quien conforme avanza la trama va perdiendo la noción de
la realidad al tiempo que pierde el sentido del oído. McCarthy usa el telón del
inminente cambio político más como un arreglo accesorio que como tema en sí
mismo. No es ese el tema que le interesa.
Todos los
personajes principales (y son muchos, a decir verdad) son individuos frágiles,
perdidos en Praga. Anton sueña con recuperar a los hijos de su esposa y
llevarse a toda la familia a vivir en los EE. UU., y no duda en pedirle a Nick
que le corrija las cartas que escriben a las autoridades para tratar de
conseguir un veredicto favorable. Joost, el marchante de arte holandés, que
descubre el talento de Ivan y decide ofrecerle la oportunidad de exhibir en
otras ciudades europeas, y cuya visión de esta historia nos viene dada a través
de las cartas que le escribe a su compañero en Ámsterdam. El mismo Nick,
inseguro de su porvenir, o la joven Heidi, norteamericana profesora de inglés
que no sabe muy bien qué busca en Praga.
Los temas, prácticamente
obsesivos para McCarthy, como se puede ver en
la brillantísima Remainder y en C, son, por un lado, la noción del arte
como réplica, copia, simulacro y falsificación. Toda manifestación artística es
la inauténtica reproducción de otra, en una serie infinita que lleva al
absurdo. Y, por otro lado, Men in Space
incide en las estrictas jerarquías inherentes en los sistemas y estructuras de la
sociedad moderna, tema que desarrolla sutilmente en los fragmentos del informe
del policía que termina completamente sordo y enajenado.
Jugando con
elementos de la novela de misterio y de detectives, McCarthy construye un
relato que no solo divierte; al contar con un armazón que une distintas
historias en un raro calidoscopio, el lector nunca termina de tener una base sólida,
un punto de anclaje. McCarthy te deja como flotando: un lector en el espacio.
Men in Space está ya publicada en castellano: Hombres
en el espacio (Editorial Pálido Fuego),
traducida por José Luis Amores en 2017.